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El beso siguió, Jun subió a Minghao en sus piernas y recorría con sus manos su espalda que era suave y la curvatura era perfecta. El cuello era lo que más amaba y lo demostraba cuando lo apretaba un poco para acercarlo mas a sus labios.
El pelo cobrizo era suave como siempre pero está vez se sentía diferente o tal vez era porque las puntas daban cosquillas a sus mejillas.
Dejo que el príncipe se aferrara a su espalda cuando volvió sus labios al cuello, quería morderlo.
Sentir sus dientes sobre esa suave y un poco bronceada piel hacia que sus brazos lo llevarán más su cuerpo.

El príncipe trataba de sobrellevar todas las sensaciones pero por más resistencia que pusiera no podía evitar que los suspiros salieran de su boca. Y más de una vez tapo sus labios porque los quejidos eran vergonzosos a sus oídos.
Hao se separó de su espalda para poder ver al chico frente suyo, Jun tenía las labios hinchados y las pupilas dilatadas, pudo sentir como el vello de su nuca se erizaba y esa sonrisa.

Dioses...

Podía bailar todas las noches en esos labios y volar en esas pestañas.
Minghao paso sus dedos por las mejillas del ninfo, por su frente, por su mandíbula y durante todo el recorrido sintió como sus dedos pulsaban de emoción.

El príncipe sonrió.
Al igual que el ninfo.

Jun posó ambas manos en la espalda del chico y lo dejo caer sobre el césped, no dejo caer todo su peso sobre el ahora poniendo sus manos a los costados. Lo vio desde arriba y fue como ver a las estrellas nacer.

Y fue entonces que por fin entendió esa obseción de su madre de amar tanto a una sola persona, lo entendía por el brillo de la luna en los ojos de Hao y por la risa nerviosa que escapaba de sus labios.
¿Cuánta noches paso su madre en el mismo lugar con la misma persona?

Minghao extendió sus manos hacia el cuello del chico y lo acerco de nuevo a su boca. Las manos de Jun picaban y fueron directo a por debajo de la camisa de seda. Recorrió con delicadeza el suave estómago y escucho su risa en sus labios cuando paso cerca del ombligo.
Paso por las costillas y fue a parar en su pecho, quiso estar seguro de sus acciones y dió un vistazo al príncipe. Sus mejillas eran el doble de rojo y su respiración estaba acelerada.

— Me detendré si así lo deseas — Hao se quedó callado — ¿Quieres que me detenga.

— No... Pero no sé hasta dónde quiero que llegues — Jun sonrió, tomo la mano del príncipe y beso sus nudillos uno por uno, paso sus labios por su palma y llegó con besos hasta la punta de sus dedos. Todo esto con la fija mirada de Hao.

— Puedo ir hasta donde tú quieras, siempre y cuando lo hagamos juntos. Incluso puedo ser lo que tú desees, siempre y cuando sea de ti.

— Solo bésame, bésame y nunca me sueltes. Ni aunque yo lo pida o no esté aquí, no lo hagas. — y entonces los relatos en todos esos cuentos se hicieron realidad esa noche en ese instante.
Por qué las luciérnagas solo salen para escuchar los secretos del bosque y para ver a los amantes revelarse por primera vez.

Jun lo abrazo para segundos después volver a depositar besos en el largo cuello, sus dedos siguieron jugando con la sensible piel del pecho, ligeras risas se escucharon pero cambiaron a suspiros cuando llegó a los botones rosas. Jun se separó unos segundos, pues el ligero gemido lo hizo marearse por unos segundos.
Los botones empezaron a estorbar entre sus manos y los fue abriendo uno por uno y casi llegando al último, Hao reunió la fuerza suficiente como para levantarse y poner al ninfo bajo él en un solo movimiento. No quería ser el único en sentirse bien, no era experto en el tema pero quizás si hacia lo mismo podría resultar.

No sabía por dónde empezar, hasta donde su imaginación le hacía saber era que Jun era un hombre fuerte, todo pómulos suaves, manos grandes y fuertes, hombros anchos y una cara tan suave que era casi cómico que todo su cuerpo combinara con su rostro. 

Tuyo De Nuevo.  ~El Príncipe y El Ninfo~Where stories live. Discover now