Capítulo 14: La Carta

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—¿Así se siente cuando los dioses te dan la espalda? ¿Es así? —se preguntaba Wen Ruohan, desesperado, al borde de la locura.

Que los dioses se apiaden de él.

Había intentado estar solo con su esposa en varias ocasiones, y había fallado descomunalmente cada vez. Hubo la vez en que, después de comer, intentó estar a solas con Wei Ying, pero sus hijos se lo robaron. En otra ocasión, mientras entrenaba a algunos discípulos, su esposa fue a visitarlo, pero antes de que pudiera llevárselo, Wei Ying ya estaba rodeado de discípulos atrevidos que se olvidaron de su presencia. Luego, cuando finalmente logró terminar el entrenamiento y se fue con su esposa, se encontraron con la interrupción de los ancianos de la secta, que buscaban hablar con A-Ying.

Finalmente, después de trabajar en el papeleo de la secta, pasando por alto la hora de la cena para adelantar trabajo, y cuando por fin se dirigió a sus aposentos, encontró la alegre sorpresa de que sus dos pequeños anticonceptivos estaban ya dormidos, abrazados a Wei Wuxian en la espaciosa cama.

¡Dioses, ayuden a este líder! Solo deseaba estar a solas con su esposa y, por fin, embarazarla.

—Cariño —habló Wei Ying con tono de disculpa en su voz, al ver sus dos soles sosteniéndole como si fuera a escapar.

—Descansa, baobei —sonrió el Líder, acercándose a besar la frente de su esposa cariñosamente. Con una mano acarició a cada uno de sus hijos, que estaban profundamente dormidos.

El corazón del Líder Wen se llenó de calidez. Amaba a su familia y destruiría a cualquiera que intentara hacerles daño.

La mañana siguiente fue relativamente normal, los pequeños soles se rehusaban a despegarse de Wei Ying... lo normal. Hicieron la primera comida en sus aposentos, ya que los pequeños no querían salir de la calidez de la cama. Al terminar, Wen Ruohan se despidió de ellos, dándoles un beso en la frente a cada uno. Pero su esposa le robó un beso en los labios; al menos ese placer nadie podía quitárselo.

Mientras se dirigía a su oficina, Wen Ruohan pensaba seriamente en su situación.

—¿Y si secuestro a mi esposa? —ese pensamiento rondaba por la mente del líder. ¡Era un hombre desesperado!

La frustración lo consumía. El líder Wen, con toda su autoridad y poder, se encontraba atrapado en una red de circunstancias implacables. Cada intento de acercarse a su esposa se veía frustrado por alguna fuerza externa. Sus pensamientos oscilaban entre la locura y la desesperación. La idea de secuestrar a Wei Ying, de tomarla y huir a algún rincón apartado donde pudieran estar solos, era cada vez más tentadora.

Pero mientras la desesperación nublaba su juicio, Wen Ruohan se aferraba a un último vestigio de cordura. A pesar de su angustia, sabía que no podía permitir que la desesperación lo consumiera por completo. Se estaba volviendo un hombre desesperado, al borde de la locura, y la idea de secuestrar a su amada esposa parecía más una fantasía alimentada por la frustración que una solución real.

—Dioses, ¿cómo permitieron que llegara a esto? —murmuró para sí mismo, sintiendo el peso de su desesperación como una carga casi insoportable.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada del discípulo con una carta en la mano, un pequeño respiro en medio de su tormenta personal.

—Líder, vino esta carta desde Yunmeng Jiang esta mañana —informó el discípulo.

Wen Ruohan tomó la carta, tratando de recuperar la compostura mientras su mente seguía atormentada por el caos de sus emociones. Observó detenidamente el sello de la secta de los lotos.

—Está bien, ya puedes retirarte —dijo el Líder, dándole una palmadita en el hombro al muchacho, antes de abrir la puerta y entrar en su despacho.

El discípulo se quedó estático en su lugar, con el corazón latiendo rápidamente.

¡Su líder le dio palmaditas en el hombro! ¡Su líder lo tocó! ¡Los dioses me han mirado a los ojos! ¡Realmente podía gritar! ¡Quería gritar!

Así, el pequeño discípulo se alejó, cualquiera juraría que estaría meneando la cola como un perro después de recibir caricias de su dueño.

Desde hace dos años, el Líder Wen ha demostrado su afecto a los discípulos. Estos se sorprenden aún con la más mínima muestra de cariño de su parte. Por ello, todos en Qishan amaban profundamente a Madame Wen, ya que gracias a él, su líder se mostraba más afectuoso. Cualquiera juraría que el día en que el Líder hiciera un halago, esa persona se desmayaría de la impresión.

Wen Ruohan sostuvo entre sus manos la carta.

Tiempo después, continuaba trabajando en su papeleo, adelantando más el trabajo que se avecinaba... Sus ojos estaban leyendo detenidamente cada informe. Tanto era su nivel de concentración que no escuchó la puerta abrirse ni se dio cuenta de que alguien había entrado.

Ese alguien entró con pasos silenciosos, observando detenidamente cada movimiento que realizaba Wen Ruohan. Cada vez que pasaba de un papel a otro. Cómo su frente se arrugaba al leer algo importante. Cómo relajaba la expresión al leer algo favorable.

Nadie imaginaba que esta persona se había escapado de todos para poder colarse sin ser visto en la oficina del Líder.

Wen Ruohan pronto sintió unas manos acariciando sus hombros desde detrás de la silla en la que estaba sentado. No hacía falta saber quién era, su aroma lo delataba, ese delicioso perfume que solo podía pertenecer a A-Ying.

—Mi señor, ¿estás bien? —preguntó Wei Ying en un susurro, su voz cargada de preocupación.

Wen Ruohan acarició las manos de su esposa que descansaban en sus hombros, y llevó una de sus manos a sus labios para darle un tierno beso.

—Todo bien, mi señora —dijo simplemente.

—Sabes que no puedes engañarme, cariño. Sé que algo te perturba... algo además de tu frustración por las constantes interrupciones —dijo Wei Ying en un tono juguetón.

—Mi señora, tienes razón. No puedo ocultarte nada. Estoy muy frustrado, pero este líder no puede simplemente mandar a desaparecer a su familia o a toda su secta por robarle la atención a su esposa... —el Líder Wen se detuvo, pensando en esto último y dijo—. Sabes... tal vez sí lo haría —ante esto, Wei Ying le dio un pellizco en el brazo, y el Líder se quejó—. ¡Ay!, es broma... Sabes que no lo haría —se sinceró el Líder.

—¿Me dirás qué sucede? —preguntó Wei Ying, con un tono de preocupación genuina.

—Ven aquí, cariño, siéntate en mi regazo —dijo el Líder Wen, palmeándose las piernas con una sonrisa.

Así, Wen Ruohan guió a Wei Ying para que se sentara en su regazo, dejando las largas piernas de su señora, por un lado.

Wei Ying amaba sentirse pequeño ante la gran figura de su esposo. Amaba cómo uno de los brazos de este lo sostenía por la cintura, abrazándolo firmemente. Amaba simplemente sentirse protegido.

Ante la mirada penetrante de Wei Ying, Wen Ruohan habló.

—¿Por qué me miras así?

—Me estás preocupando. Si estás tan ansioso, debe ser algo grave —respondió Wei Ying, su preocupación evidente en cada palabra.

Wen Ruohan sonrió, pero a los ojos de Wei Ying, era una sonrisa forzada. Después de tanto tiempo juntos, él lo conocía demasiado bien.

—No es mi intención preocuparte. Todo está bien.

—Somos esposos, quiero que compartas conmigo lo que te aqueja, mi señor —dijo Wei Ying, mientras pasaba un mechón de cabello de su esposo detrás de su oreja.

—Llegó una carta de Yunmeng —soltó de repente Wen Ruohan, con una expresión seria.

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N/A: Ya se viene lo chidooo (‐^▽^‐)

No dejare a Wen Rouhan en abstinencia tanto tiempo.

No soy mala 🤭



El sol de QishanWen☀️Where stories live. Discover now