Dionisio en la tumba 02

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También era un 'ángel de la muerte'.

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Se arrodilló sobre la cubierta, donde la proa del barco estaba mojada con gotas de agua y observó cómo el cuerpo se hundía lentamente en el lago, la tela roja del vestido se arremolinaba bajo el agua como si fuera niebla, como si fuera sangre derramada. Observó los amorosos ojos verdes, los labios sonrientes, y cómo una serie de pequeñas burbujas surgían de las comisuras de su boca, transparentes y gráciles, volando alto hasta llegar a la superficie.

---Era como Ofelia, o como la ninfa del Dargle; Crenaia, de Frederic Leighton.

Era una mañana de verano, y la tranquila superficie del lago estaba revestida con una capa de brillo dorado, esparcida sobre el agua como una lámina de oro rota; el cielo era de un solitario y pesado color azul púrpura, y el horizonte estaba amontonado con capas de nubes de color rosa.

Sus labios se abrieron y se cerraron sin emitir sonido, dando una última despedida antes de ser enterrada en las aguas profundas.

Y debido a ese suceso, en una mañana tan temprana, entre la amargura del vapor de agua, algo se estaba forjando en forma.

"La pala chocó contra una piedra de un blanco deslumbrante; apareció el mármol, el cual adquirió la forma de un hombro, que fue saliendo a la luz poco a poco. Con gran cuidado manejaban el azadón. Y de la fosa destinada a la sepultura de la monja extrajeron, a los rayos rosados de la mañana, una maravillosa estatua de Psiquis, cincelada en mármol blanco."[1]

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Herstal se sentó en una silla en un rincón y observó a Albariño arrodillarse junto al cadáver, sosteniendo un cuchillo en la mano, con una postura recta y erguida.

Al lado de su pierna yacía una bolsa de herramientas de cuero, con el tipo de forma que habría favorecido especialmente a un médico del siglo XIX, en la que estaban ordenados varios bisturíes y otros tipos de cuchillos, sierras para huesos, fórceps hemostáticos y algunas herramientas que Herstal no podía nombrar y que estaba seguro de que no vería en manos de ningún otro médico.

Todas estas cosas parpadeaban con una capa de luz fría bajo la luz, como la nieve en el bosque afuera. La capa de niebla plateada que persistía en ellas también podría ser llamada como "la muerta" por la gente.

"Voy a quitarle a este señor Sharp la carne de los huesos", anunció Albariño en un tono enérgico mientras examinaba el cuerpo, "al menos desde la cabeza hasta más o menos la cintura. En mi previsión puedo conservar algo de piel en las piernas y en el bajo vientre, mientras que en la parte superior sólo quedarán los huesos". "

"Eso suena como mucho trabajo, no creo que haya demasiado tiempo". Señaló Herstal de forma bastante razonable, sin poder evitar fruncir el ceño al escuchar la descripción de Albariño.

"Efectivamente no hay demasiado tiempo. Por no mencionar el hecho de que si el plan es dejar sólo sus huesos en la parte superior, tendría que poner un alambre adicional para evitar que el esqueleto se desmorone, y como sólo podré asegurar el alambre a la parte exterior del esqueleto, no me daría tiempo a enhebrarlo desde el interior si lo hago después". Albariño sonrió, y aunque dijo esto, su lenguaje corporal era relajado y no parecía ansioso en absoluto. "Pero no hay nada que hacer al respecto, no va a ser fácil borrar los rastros que dejó el pianista en este caso".

Acercó el cuchillo que tenía en la mano al cuello de Sharp, donde se podía ver un profundo surco que se había formado después de que la cuerda del piano lo hubiera estrangulado, adquiriendo un color amarillo grisáceo y rodeado de manchas de piel rota y magulladuras.

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