Capitulo XXVIII: Mi Luz

En başından başla
                                    

Me sentía culpable y destrozado.

Luego pensé en mamá, en las veces que nos decía que debíamos ser unidos y cuidarnos entre hermanos. ¿En qué momento Raiden perdió la brújula? Porque yo seguía enfocado en cuidarlo, pero él estaba empeñado en destruirme.

Entonces recuerdos de cuando me ahogaba en alcohol vinieron a mí, aumentando mi ansiedad. En este momento un Whiskey en la roca sonaba tentador. Cerré los ojos en una lucha mental y entre tanto pensar que estaba mal beber de nuevo, pero que lo necesitaba ganaron mis ganas.

Agarré las llaves de mi camioneta y conduje hacia un bar cercano, entré cohibido acercándome a la barra y ocupé un taburete. Al instante me sentí fuera de lugar. Tenía tanto tiempo sin venir a estos sitios que la culpa y los recuerdos me invadieron.

—¿Qué te sirvo? —preguntó una chica al otro lado de la barra.

Mi ser tenía sed de whisky, humedeci mis labios ansioso pero no pude articular palabra. Simplemente no pude hacerlo y así como entré salí de ese lugar perturbado.

No volveré al vicio... Yo cambié.

Llegué a mi camioneta y dentro repose mi frente del volante para darme calma. Tenía un nudo en mi garganta y sin poderlo controlar Solté un grito frustrado. Estaba perdiendo la calma.

Tomando aire de nuevo, encendí la camioneta y conduje a casa.

Dios mío, casi cometo una locura.

La sola idea de volver a las borracheras parecía ilógico, lejano. Pedí perdón tantas veces durante el camino a Dios, por siquiera considerar la idea de beber. Me prometí a mi mismo no hacerlo más y casi caigo de nuevo.

Cuando llegué a casa abrí la puerta principal y escuché pasos en la cocina, por un momento pensé que era Raiden pero Liz se asomó para ver quien había llegado.

Encontrar a mi chica en casa fue como un milagro enviado por Dios, mi paz volvió y fui hasta ella para abrazarla. Me aferre con necesidad a ella, enterrando mi nariz en su cuello. Olía delicioso, a su rico champú de frutas.

—Mi Liz, estoy tan feliz de verte —musite sobre su piel.

Ella se aferró a mí también, dándome paz.

—¿Estás bien? —preguntó y cerré los ojos atormentado.

Me aparté de su cuello y la miré a los ojos, apuntode llorar.

—No princesa, no lo estoy —negué la cabeza y sin poderlo evitar caí de rodillas frente a ella.

Enseguida se arrodilló conmigo, preocupada.

—Raell ¿qué sucede?

Sus ojos pedían una explicación desesperada.

—Estuve apunto de beber alcohol otra vez —le conté—, entré al bar y casi pido whisky.

La culpa me invadía terriblemente.

Liz sujetó mis mejillas entre sus manos, dándome un corto beso.

—Lo importante es que no lo hiciste —consoló—, y no quiero que lo pienses de nuevo ¿esta bien? Aquí me tienes a mí, para darte mi apoyo incondicional.

Sus palabras me llenaron tanto de alivio, desde hace días la presión en mi pecho no menguaba como ahora.

—Tengo miedo princesa, tengo miedo de caer en oscuridad —fui sincero con ella, por primera vez admitía mi fragilidad con alguien.

Yo no era de expresar mis sentimientos.

—No vas a caer en oscuridad, porque todo estará bien —alivió—, no conozco mucho de tu fe, ni de Dios, pero lo poco que he aprendido de ti es que confías mucho en Él. Así que aferrate a eso.

Las lágrimas rodaron por mis mejillas, devastado. Necesitaba tanto un consuelo y que me lo estuviese dando alguien tan especial para mí, no tenía descripción.

Mi adorada Liz... Mi Luz.

—Te has convertido en mi Luz —musite cerca de sus labios.

Ella ladeo una sonrisa cariñosa.

—Si hablamos de Luz, tu me has iluminado primero —dijo y al contemplar sus ojos llenos de brillo, supe que estaba enamorado. Perdido y completamente enamorado.

Esta dulce chica arrodillada frente a mí, se había vuelto indispensable en mi vida. Por primera vez estaba seguro de que era la indicada.

—¿Hasta que mi propia luz deje de brillar? —pregunté como por segunda vez desde que la conocí.

—Hasta que mi propia luz deje de brillar —sonrió.

No pude evitar ver sus labios, estaban tan tentadores frente a mí. Húmedos y seguramente tibios. El ambiente estaba cargado de tensión y un deseo incontrolable que me obligué a reprimir. Estaba luchando con todas mis fuerzas las ganas de llevarla a mi habitación y conocer cada lunar de su cuerpo.

—Tú serás mi esposa, lo sé —dije en cambio.

Se sonrojó, bajando las pestañas apenada. Era tan hermosa.

Nunca esperé encontrar el amor de esta forma tan inesperada. Cuando llegue de Italia mis planes eran otros, no fingir ser novio de esta especial chica y terminar enganchado con ella. Pero es lo que es y daría lo que fuese por estar a su lado.

—¿Creerías que estoy loca, si te digo que ya lo soñé? —dijo de pronto y arrugue la frente algo perdido—. Tu y yo casados.

Aclaró y la miré sorprendido.

—Vaya, vaya señorita Liz ¿has soñado conmigo? —la molesté con eso y sus mejillas se inflaron con pena.

Me encanta hacerla sonrojar.

—Pareció muy real —dijo la muy traviesa.

—¿Y nos casamos?

Asintió, —Me dijiste: ya eres la señora Figueroa.

—Suena bonito, señora Figueroa.

Logré sacar una gran sonrisa  de sus bellos labios.

Sé que será mi esposa, en algún punto de nuestras vidas nos uniremos y procuraré que sea el día más especial de todos. Bueno, aparte de cuando mis hijos vengan al mundo.

Quiero una bella princesa igual a su preciosa madre. Presiento que volteara mi mundo de cabeza las veces que quiera.

Observé a Liz por un momento y sonreí, con ella tenía muchos planes, con ella veía mi vida y mi futuro.

Y ya nada podrá alejarme de mí objetivo

Arriésgate Liz. Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin