Capítulo IV: Se Terminó

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Baje las pestañas llena de vergüenza, no podía sostenerle la mirada a Raell. Es más ¿como se me ocurrió llamarlo?, ahora que lo tenía enfrente me di cuenta que la desesperación te lleva hacer lo impensado.

—¿Estás bien, qué ocurrió? —su voz estaba llena de angustia.

Pobre, me dio pesar molestarlo para esto en plena madrugada.

—Es que..., mis amigos tomaron demás y no tenemos como volver a casa con ellos así —le comenté en un hilo de voz.

Él observó el panorama y elevó las cejas entendiendo todo.

—Hiciste bien en llamarme, es un riesgo conducir con alguien ebrio—puntualizó preocupado—, si la policía los ve se meten en muchos líos. Vamos a la camioneta.

Sostuvo a Tito por el brazo y lo rodeo por su cuello para tomar impulso y llevarlo al otro lado de la calle. Pamela y yo hicimos lo mismo con Tomás, una en cada brazo y como pudimos los acomodamos en los puestos traseros en la Tundra de Raell, ella se quedó allí con ambos y yo ocupé el asiento de copiloto.

Ya mañana que ellos vengan a buscar el Audi al rincón republicano.

Raell se aseguró una vez más que todos estuviesemos bien y condujo las calles de Barranquilla con cuidado de no topar alguna patrulla policial. En donde nos vieran estábamos liados.

—¿Aaron sabe que saliste? —me preguntó Raell pasado un rato.

Comprobé a mis amigos atrás del auto antes de responder y Pamela se había quedado dormida también. Genial, otra más a quien cargar.

—No, no sabe —mordí mi labio nerviosa. Seguro le diría y allí si estaré en problemas.

Vi negar la cabeza a Raell reprobatorio, —Debiste decirle Liz, si te hubiese pasado algo la estuvieran pasando mal los dos en este momento, tienen que tenerse confianza. Si fueras mía ya te estuviese riñendo.

Me dio risa esa última parte.

—Pero ya me estás riñendo y no soy tuya —musite divertida y lo vi ladear su labio en una sonrisa.

—Bueno si, pero es por instinto, no me gustaría que te pase nada malo —dijo y me sentí tan agradecida por su gesto de amabilidad.

La verdad no tenía porqué hacerlo, yo solo era la Otra de su amigo, ni siquiera me conocía bien y aún así tenía la delicadeza de preocuparse por mí y aconsejarme.

—Gracias Raell, la verdad no tenías que venir y aún así lo hiciste —hablé con toda la sinceridad del mundo.

—Tranquila, te dije que si me necesitabas no dudarás en llamar, pero tampoco quiero tener problemas con Aaron por este tipo de situaciones —aclaró y estaba en todo su derecho.

—Lo sé y tampoco fue mi intención, yo ni quería salir pero agg, ya sabes que Aveces tenemos impulsos rebeldes y bueno.

—Te entiendo, solo trata de mejorar esos impulsos y todo estará mejor —me dio un guiño amistoso y sonreí.

Le di la dirección de los gemelos y en poco llegamos, gracias a Dios vivían en planta baja y no tuvimos que lidiar con ellos por ascensor, Pamela se despertó y nos ayudó a meterlos en el apartamento.

Cuando todo estuvo en orden pude respirar tranquila, de esta nos libramos así que mejor ni buscarle próxima.

Nos despedimos de Pamela y con Raell emprendi camino a mi edificio, ya los ojos se me cerraban solos y cuando comprobé la hora, eran las cuatro de la mañana.

—Andrea no deja de insistir en que vayamos a su fiesta en el yate —me informó Raell.

Hice mohín, —Ya sabes mi situación con ella.

Arriésgate Liz. Where stories live. Discover now