0. La sexualidad no se contagia y eso es algo que Jungkook ya debería saber

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Jungkook a veces se preguntaba cómo había acabado viviendo con Kim Taehyung, su mejor amigo y completamente opuesto a él

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Jungkook a veces se preguntaba cómo había acabado viviendo con Kim Taehyung, su mejor amigo y completamente opuesto a él. 

La  vida de Taehyung se basaba en ser lamentable en los estudios, pero tener la suficiente suerte como para pasar limpio todos los semestres. Era ese tipo de chico que todo el mundo odiaba porque parecía estar iluminado por la llama eterna de la fortuna, y mientras el resto podían matarse a estudiar para acabar suspendiendo, él ni siquiera hacía el bare mínimum y pasaba sobrado. Jungkook siempre siseaba cuando recibía una mala nota después de haberse dejado la piel, y su estúpido mejor amigo parecía tenerlo todo hecho con solo rascarse el ombligo.

También amaba ir al gimnasio, no porque le gustase entrenar, sino porque era un requisito imprescindible para ligar. El buen físico siempre era algo en lo que una chica se fijaba, y Taehyung tenía mucho de eso —se había asegurado—. Iba cuatro veces a la semana a entrenar, en el mismo local donde su mejor amigo Jeon Jungkook era entrenador personal.

Oh, Jungkook. Adoraba molestarlo, no sabía por qué. Había sido así desde que eran bien pequeños, cuando sus madres los presentaron un día que se reunieron con sus amigas en la bonita casa que los Kim tenían en Daegu. La madre de Jungkook había empezado a ir a un curso de costura que impartía la señora Kim, en un intento desesperado por olvidar la tristeza que suponía estar lejos de su ciudad natal, Busan, por una trasferencia laboral de su marido. Había resultado en una bonita amistad con las mujeres de aquel cursillo, y su hijo se había visto beneficiado con la compañía de un bonito niño de ojos oscuros y pelo castaño como la canela.

Y Taehyung se hacía más bonito a medida que crecía. Pegó el estirón un par de años antes que Jungkook, llegando a sacarle una cabeza entera. Sus extremidades dejaron de ser delgaduchas y suaves para adoptar pequeñas curvas musculadas, producto del montón de deportes que el chico practicaba en sus extraescolares. Sus ojos perdieron la inocencia y se volvieron coquetos, con largas pestañas que escondían las miradas furtivas que se daba con algunas chicas de su edad. Su pelo, que había parecido una mopa mal lavada durante la mayor parte de su infancia —era un crío inquieto, siempre iba sucio y sudado—, empezó a coger un brillo demasiado despampanante, con unas inusuales ondas que instaban a enredar los dedos entre ellas.

Jungkook vio desde abajo y con grandes ojos como su mandíbula se fue perfilando, como su nuez de adán hizo aparición en el centro de su cuello y como se volvió todo un galán. Mientras todo eso sucedía en el cuerpo de Taehyung, lo único que parecía querer crecerle a él era la maldita nariz de papa que lo había acomplejado durante toda su adolescencia.

Ah, y sus sentimientos por Tae. Esos se habían desbocado irremediablemente durante los años de secundaria. Jungkook a veces se preguntaba cómo era posible guardar tanto en un cuerpo tan escuálido y débil como el suyo, hasta el punto de sentirse explotar cuando el castaño le dedicaba una sonrisa o le pasaba el brazo amistosamente por los hombros.

Y ese, precisamente, era el maldito problema. Solo eran amigos. Kim Taehyung era el joven más heterobásico que había pisado la faz de la tierra. A Jungkook le aburría de sobremanera cuando lo tenía durante horas hablando de las bonitas chicas de su clase, de cómo quería salir con todas y de lo fascinantes que le resultaban. Se le rompió el corazón todas veces que tuvo una novia —y fueron muchas, muchísimas veces—, cuando dio su primer beso y cuando tuvo su primera vez.

Amarlo tan irremediablemente tenía un precio. ¿Qué gay se enamoraba de su mejor amigo hetero? Eso ya eran historias pasadas, él tenía que ser el único idiota al que le seguían sucediendo esas mierdas de libro barato.

Los primeros años de universidad transcurrieron con esa dinámica, sobre todo cuando decidieron mudarse juntos para poder estudiar en Seúl. Jungkook había tenido la esperanza de que convivir espacio con alguien tan... tan gay, hiciera algún tipo de efecto en Tae. Sí, lo sabía, había sido el pensamiento más ingenuo y estúpido que pudo tener. ¡La sexualidad no se contagiaba! Pero él de verdad había tenido la esperanza de llamar un mínimo su atención.

Incluso hubo una época en la que se conformaba con ser su polvo de prueba. Ese que muchos heteros confundidos usaban para despejarse la cabeza.

Pero no sucedió, básicamente porque Taehyung no estaba confundido. Estaba muy conforme con su sexualidad, nunca le había interesado explorar más allá y nadie conseguiría que lo quisiera. Ni siquiera los enormes ojos de ciervo que tenía Jungkook, esos que se había imaginado mientras se masturbaba en sus picos hormonales de la adolescencia. Tampoco el hecho de que acudiera al gimnasio para espiar a su mejor amigo en pantalón corto mientras levantaba pesas y no porque realmente tuviera voluntad de ir, ni que a veces se quedara embobado con el bonito culo que se le hacía a agacharse para tomar su botella de agua, o la toalla que usaba para limpiarse el sudor de su cuello.

Taehyung era heterosexual y fantasear con follarse a Jungkook no iba a cambiarlo.

Si tan solo fuera una chica... Bah, todo sería tan sencillo...

¿No?

¿No?

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Si Fueras una ChicaWhere stories live. Discover now