Capítulo 7. Vivos, pobres y traumatizados de por vida

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Conocía la sensación de un corazón acelerarse por la sorpresa, la alegría, el amor, pero pocas veces me había enfrentado ante el paralizante terror

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Conocía la sensación de un corazón acelerarse por la sorpresa, la alegría, el amor, pero pocas veces me había enfrentado ante el paralizante terror. Eso fue lo que me inundó cuando aquellos hombres nos acorralaron y distinguí el arma que nos apuntó directo al pecho. Pese a que el mundo comenzó a dar vueltas a toda velocidad, el tiempo pareció estacionarse.

—A ver, ustedes ya saben de qué va esto —escupió uno. Quise decirle que no, que nadie me había entregado el manual de bienvenida, pero gracias al cielo no me salió la voz. No parecían muy amables. Para ser exacta, no podría describirlos, lo poco que dejaron ver se convirtió en una mancha en mi cabeza—. Saquen todo lo que traen si no quieren que les metamos un plomazo.

Con tan amable advertencia ordené a mi cuerpo a alzar los brazos, imitando a Andy. Pensé en la muerte, en todos los caminos que te llevan a ella, pero antes de hundirme en mi debate, sentí una opresión en el pecho cuando uno de ellos me arrebató la bolsa de un fuerte jalón.

—A ver, qué otras cosas escondes... — murmuró invadiendo mi espacio personal para espulgar mis bolsillos. Sentí un sudor frío recorrerme mientras me encogía tanto como podía, evitando me tocara. Por suerte pronto perdió el interés en mí al encontrar lo que buscaba. No, no, no. Sus ojos brillaron y juro que de haber podido ver su cara en ella hubiera deslumbrado una horrible sonrisa al encontrarse con el dinero—. Lo tenías bien escondido, preciosa.

Con una habilidad sorprenderte sus manos se llenaron de las propinas que había reunido esa noche. Todo mi trabajo se esfumó, el coraje ante su cínica risa explotó, sin respetar la lógica o mi sentido de supervivencia.

—¡Oye, eso es mío! —protesté al presenciar como me arrebataban lo que tanto me había costado ganar. Sin embargo, dejó de importarme apenas el tercero, que estaba cuidándoles las espaldas levantó sin miedo el arma colocándola a la altura de mi cabeza. Me lastimé la garganta al pasar saliva para empujar el nudo—. Pero podemos compartirlo... —murmuré forzando una falsa sonrisa—. En este mundo egoísta necesitamos almas bondadosas —argumenté.

Andy, mucho más listo, no opuso resistencia. Contemplé como su pecho subía y bajaba mientras respiraba hondo para no perder la calma mientras lo despojaban de su cartera y uno de esos obsoletos teléfonos que eran famosos porque lanzados con fuerza y precisión podían matar a alguien. De hecho, me vi tentada a comprobarlo, pero se me acabó el tiempo. Cuando caí en cuenta, el minuto que me pareció eterno terminó, y los vi alejarse triunfantes a la par el tiempo pareció recobrar el sentido. ¡Nos habían quitado todo!

Todas las horas que trabajé se fueron a la basura. De un momento a otro, siendo consciente de mi realidad, mi sangre se calentó como caldo de pollo en plena canícula. 

—¡Deberían ponerse a trabajar! —les grité muerta de ira.

Por desgracia, creo que expresé mi opinión demasiado alto porque uno de ellos regresó la mirada, en ella pude distinguir estaba ansioso de cerrarme la boca. Pinté una mueca mientras maldecía mi imprudencia cuando dio indicios de volver. Sin embargo, Andy extendió su mano y aunque por el temblor de sus dedos noté estaba igual de asustado, por inercia me escondió tras su espalda.

Un dulce y encantador dilemaWhere stories live. Discover now