Extraño

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Dentro de los muros de la ciudad capital del Territorio del Sol, el aura de celebración por el aniversario de fundación, parecía atrapado por un ánimo inestable.

Las puertas cerradas impiden la entrada o salida de las personas, y dentro del castillo, la guardia refuerza la seguridad en cada pasillo.

El grupo de cocina trabaja en silencio, con Sajna a la cabeza. La desaparición de Dulsh ha sido pasada por alto, como si nunca hubiera estado en el castillo. Incluso el Señor del Día no pensaba o preguntaba por él.

Para Sajna, mantener las memorias sobre Dulsh era difícil si este no se encontraba cerca, por lo que al final del día, incluso ella no podía recordar a su amigo de toda la vida.

—¡Alto ahí! ¿Quién eres?

La guardia del Castillo Lunar rodea a un intruso vestido con ropas características del desierto, lo que lo hace un invasor del Territorio del Sol.

—¡Responde! ¡Levanta las manos!

—Tranquilos, podemos hablar —Honse sonríe, llevando ambas manos sobre su cabeza. Su cabello, ante los ojos incrédulos de los guardias, crece y cambia de color a un dorado brillante.

Asustados, un par de hombres dan la vuelta y corren dentro del castillo, alzando la voz para alertar a todos. Honse suspira y mantiene su postura, rodeado por lanzas y espadas.

El grupo se observa sin hacer nada, luego de unos minutos, el ruido de pasos llega a sus oídos desde el pasillo lateral. Los cuerpos de los hombres tiemblan ante el frío que emite el Señor de la Noche.

—Bajen las armas —ordena, llegando frente a Honse. Viendo su cabello, frunce el ceño y da la vuelta.

El príncipe Altair aleja a los guardias, mientras que los príncipes Lynix y Ankaa escoltan a Honse, siguiendo a su padre por los pasillos del castillo.

Honse siente su corazón latir a medida que se acerca a los pisos superiores, mientras más se muevan hacia el lado este del castillo, más rápido palpita su corazón.

Incómodo, lleva una mano a apretar sobre su pecho. Con cada paso, la fuerza de sus latidos aumenta, causando dolor.

Lynix rodea sus hombros cuando nota que se inclina a un lado, estabilizando sus pasos. Honse aspira por la boca, acelerando su caminar hasta alcanzar al Señor de la Noche, Daren.

—Padre, no parece estar bien... ¿Es seguro? —El primer príncipe llega a la puerta, sosteniendo la manilla.

—Adelante.

Dando una mirada rápida a Honse, el príncipe Altair asiente y abre la puerta con un fuerte empujón. Dentro se ven los rostros preocupados de Regulus y Alrescha, que miran a su madre y hermana abrazadas en el sofá.

El grupo ingresa y la puerta se cierra, dejando fuera a los guardias y sirvientes.

Lúabell alza la cabeza del pecho de su madre, con ambas manos aferradas a su vestido. Lágrimas brillantes, como plata, se deslizan por su rostro blanquecino.

Cruzando la mirada con Honse, el latido de su corazón se detuvo, para luego volver a su ritmo normal. De pie, a un lado de la puerta, Honse suelta el aire contenido en sus pulmones.

—Adelante, toma asiento —dice el Señor de la Noche, dirigiendo sus pasos hacia su esposa. Sosteniendo la mano de Ilta entre las suyas, deposita un beso en su frente antes de tomar asiento en el respaldo del sofá.

—Es... Bastante extraño verlos a ambos... —murmura el Alrescha desde su silla, mirando a Lúabell y Honse.

—Hermana, ¿Te sientes bien?

—Sí, segundo hermano... Ya no duele... —Lúabell habla, respondiendo de manera mecánica las preguntas.

Sus ojos fijos en Honse, ahora sentado en el sofá frente a ella. A sus lados, los príncipes tercero y quinto se mantienen alerta.

—Lúa, eres la única que puede explicar lo que ocurre a nuestro visitante —Daren acaricia el cabello plateado de Lúabell antes de alejarse y rodear a Ilta entre sus brazos, calmando su ánimo con suaves y lentas caricias en la espalda.

Honse parece no escuchar a nadie, los dedos de su mano derecha listos para usar su magia, mientras que la izquierda sigue sobre su corazón. En su mente se repiten una y otra vez las palabras de su maestra, memorias olvidadas hace siglos.

—Lo siento, seguro tu corazón duele, es por mí... —comienza Lúabell, apretando sus manos, mirando a Honse con lástima y culpa.

»Verás, hace mucho tiempo, el Territorio del Sol tenía a un príncipe perfecto. Amado por el Sol, podía utilizar magia y su cabello brillaba como oro. Era el próximo gobernante, y su esposa fue elegida de entre las hijas nobles.

»Por el contrario, en el Territorio de la Luna, había una princesa con cabellos de plata, que no podía ver la luz del sol por su piel delicada. Corría el rumor de su rostro feo, y ningún hombre estaba dispuesto a ser su esposo.

»En un evento desafortunado, se conocieron.

Lúabell baja la mirada, cortando el hilo que parece sujetar a Honse en su asiento. Sorprendiendo a los príncipes, se pone en pie arrastrando su cabello.

Honse camina alrededor de la sala, Ignorando la mirada de todos. Soltando un suspiro, gira la cabeza en dirección a Daren.

—No vine a escuchar nada de esto, no me interesa... —Su voz pierde fuerza en la última palabra, pero niega y sonríe recuperando su compostura— El Señor del Día dirigirá un ejército aquí mañana, para tomar a la niña que nació de la Reina Ilta. La capital del Sol está cerrada.

Daren aprieta los puños. Los príncipes se miran entre ellos y en sus ojos, notan las intenciones del otro. Altair y Lynix se ponen en pie, abandonando la sala. Alrescha va al escritorio, toma papel y pluma.

Lúabell se levanta para acercarse a Honse, con pasos lentos, como temiendo asustarlo. Ella se había preparado toda la vida con esta verdad, para enfrentar a esta persona.

—La pareja de esta historia no pudo estar junta, repudiados por sus familias y por el pueblo que querían proteger. Con la magia de ambos, hechizaron al linaje real.

»Una noche sin luna, nacería una niña de la reina del Sol. Una criatura blanca y plateada, como la luna. Mientras que de la reina de la Luna, nacería una niña del sol.

»Y lejos... En algún lugar, nacería el niño del Sol. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Honse no responde, solo mirando a la pequeña y delgada joven frente a él. Su cabeza comienza a doler y su visión se nubla, en pocos segundos, cae hacia un lado.

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