Era la bruja más famosa y grandiosa que podía existir...

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—La historia... de la... bu-bruja Jillho —Lee cada palabra por separado, cargando el libro sobre sus piernas. Los cabellos rizados caen hacia adelante, cubriendo su rostro parecido al de una muñeca de porcelana.

A su lado, Fillian sonríe mientras escribe con su pluma sobre un papel amarillento. El pequeño aprendiz vuelve a leer la frase, articulando de forma más fácil las palabras.

—Honse, no acerques la cara al libro —advierte, dejando la pluma dentro del tintero. A un lado, guarda el pergamino en el que las letras de color lila brillan antes de desaparecer.

—Pero no puedo ver si no lo hago.

—Te hará daño. —Se pone en pie con ligera dificultad, y sus piernas delgadas tiemblan mientras arrastra su cuerpo junto a la pared hacia la ventana.

Abriéndola, los rayos del sol ingresan trayendo calor a las manos viejas de Fillian. La suave brisa trae consigo el aroma de las flores, más allá de donde alcanza la vista, se eleva un brillo peculiar.

—Maestra, si este libro habla de usted, ¿por qué no aparece su nombre?

—El nombre de una bruja no puede ser leído ni dicho. Solo una persona puede hacerlo —explica, volviendo a su silla, cruza las manos sobre el estómago.

Su mirada tranquila se posa en Honse, que cierra el libro y lo acomoda en la estantería. Las letras en el lomo brillan.

—¿Quién lo puede decir? ¿La bruja? —Honse se sienta en el suelo, sobre un cojín acolchado de color azul oscuro.

Fillian niega. Dirigiendo la mirada a la ventana, se aleja con su mente hacia el pasado y con voz baja, como una llama a punto de apagarse, susurra:

—El dueño del corazón...

Honse alza las cejas, su rostro ovalado demuestra que no ha entendido las palabras de su maestra, de quien conoce solo el título como "La Bruja de Jillho".

Fillian entona una antigua tonada, olvidada, casi por los habitantes del Territorio del Sol.

Esta es la boda de dos personas,

esta es la canción escrita por su amor.

Ellos miraron, con ojos abiertos,

el camino hacia un futuro sin pena o dolor.

Dos tierras separadas se iban a unir.

Dos corazones sin nombre,

a la espera del amor.

Dieron paso adelante, a una rebelión.

Fuera de todos los reinos,

sus nombres se han olvidado.

Y dentro de las fronteras,

sus nombres difamaron.

Él, un hombre santo,

murmurado en las calles como un vil villano.

Ella, una mujer amable,

expulsada lejos por su propia sangre.

La luna y el sol la espalda le dieron.

A un lado del camino,

ambos desaparecieron.

—Honse, recuerda esto. Nunca des tu verdadero nombre, solo a la persona que tenga tu corazón —dice, llevando su mano a la cabeza del niño, que perdido aún en la letra de la canción, no vislumbra la mirada amorosa de Fillian.

—No lo haré, maestra —asegura asintiendo con la cabeza, batiendo sus risos de un lado a otro—. ¿Cómo sabré a quién decírselo?

—Cuando veas al Sol y la Luna brillando al mismo tiempo, esa persona es la indicada.

Con un chasquido de dedos, la ventana se cierra, las cortinas gruesas se corren a un lado y la habitación se sumerge en la oscuridad.

Una débil llama de vela, brilla sobre la mesa, arrojando luz a la tinta seca. La luna y el sol intercambiados desaparecen tras un chasquido de dedos. 

PRIAMWhere stories live. Discover now