Mi primer amor fue muy... Porque...

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La espera dentro de la habitación había agotado a todos, que con las miradas bajas, tomaban nota de cada sonido que salía desde el pabellón médico.

Un grupo de enfermeras cruza la puerta, y todos alzan sus cabezas para ver si alguna podía dar repuesta a sus preguntas.

—Señorita... —Intenta Aila, alzando su mano desde su silla. Se ve ojerosa, con los ojos rojos por no dormir. Clara señal de fatiga en su mirada.

—La operación ha salido bien. No se preocupen. Cuando el médico salga les dirá más detalles. —La mujer se aleja con sus compañeras, que aún llevando sus capas protectoras, también con un aspecto cansado.

La sala de operación había estado ocupada durante un día, casi sin detenerse. Desde la mañana a la madrugada actual, nadie salió de ese lugar.

Aila suspira y vuelve a bajar la cabeza, apoyándose contra el hombro de Nino, que la abraza con cuidado y la deja acomodarse en su cuello. Gustt, con los ojos cerrados al otro lado de Nino, aprieta sus manos, tira de la piel de su palma y rasca sus dedos, sin detenerse un segundo.

Frente a ellos, y con una mirada de frustración, Guzelli guarda silencio sin prestar atención a quienes dejaron la sala. Sus ojos heterocromáticos alternan sus colores con el color rojo, intensificándose a momentos. Sus puños apretados revelan que se está conteniendo de entrar a buscar a Zaya.

—Estará bien... Siempre lo está, ¿no? —susurra su madre a un lado, con los cabellos canos y una mirada amorosa. Su forma de hablar dulce y educada hacen sonreír con ligereza a Guli, que asiente con los aún ausentes. Finn suspira, sin saber si ha sido escuchada o no. A un lado, Lotte escribe algo en su móvil, para luego abrazarla por la cintura, depositando un beso en la frente llena de surcos.

—Ya vienen. —La puerta se abre. Dos enfermeros empujan una camilla y avanzan hasta detenerse en medio del grupo.

El médico a la cabeza se gira para mirar a los padres de Zaya, que se ponen en pie al notar que los busca. Por su parte, Guzelli se mueve hacia Zaya, llevando su mano a acariciar su rostro pálido y algo frío.

—La operación es un éxito. Logramos extirpar todo el tumor, con algún tiempo de rehabilitación y quimioterapia podrá seguir su vida con normalidad. —Informa el cirujano, secando su frente con un pañuelo.

—Gracias, gracias. —Los padres de Zaya lloran mientras agradecen al hombre, para luego seguir la camilla de Zaya hacia su habitación de reposo. Nino, Aila y Gustt también la siguen.

Solo Guzelli y su familia se quedan de pie a un lado. Lotte palmea el hombro de su hijo, indicándole que es hora de marcharse. El grupo de tres sale del hospital, en completo silencio y pasando desapercibidos para todos los que cruzan a su lado.

Lotte abre la puerta trasera del auto para su esposa y la sigue dentro, mientras que Guli se sienta junto al conductor.

—Dejaremos la ciudad por una semana, con tu madre iremos a la casa en el Territorio de la Luna. ¿Vas a quedarte aquí?

—Si. Esperaré a que Zaya despierte, luego... Voy a preguntarle... —Guzelli se detiene. Si toma a Zaya, podrían pasar toda su vida juntos, pero no quería obligarla a seguirlo. Porque tendría que cortar los lazos con sus amigos y familia.

Y perdería toda relación con el mundo normal, con dejar las ciudades y la tecnología. Ama a Zaya, pero Zaya es todo esto y si lo abandona... No sabía que podría pasar con ella, con su actitud alegre y curiosa.

—No te preocupes, siempre hay un camino. Y todo saldrá bien entre ustedes. — Finn sonríe y habla tranquila, dándole confianza al corazón preocupado de Guli.

Su hijo ya es todo un adulto, pero sobre temas de amor, sigue siendo inmaduro. Casi como cuando ella comenzó su relación con Lotte, pero en su época, era algo normal casarse y seguir al esposo.

Para Guli, una Zaya de actitud moderna podría ser un desafío, y también su destino. Por eso la pareja de viejos amantes se halla tranquila, mirando como espectadores las decisiones que los jóvenes estaban tomando para sus vidas.

—Entonces partiremos mañana, dejaré la casa a tu cargo. Ya avisé a Touman que te encargarás de todo mientras no esté. —Lotte le entrega un teléfono, el que usa para contactar a sus hombres en la empresa.

Guli asiente, no era difícil solo dar órdenes cuando tenían empleados tan eficientes.

El vehículo llega a una mansión, evitando como si de magia se tratara, cada semáforo en rojo. El conductor frena deteniéndose en las puertas. La pareja baja dejando atrás a su hijo, como si lo hubieran olvidado.

Aunque más de una vez lo hicieron, perdiendo al niño en plazas y calles, o tiendas y locales de comida. Guli sonríe al ver que se toman de la mano mientras ingresan a la mansión, ignorando las miradas que les lanza la gente por su clara diferencia física.

Pero eso acabaría una vez visitaran el Territorio de la Luna. Del mismo modo que lo han estado haciendo cuando se conocieron 300 años atrás.

Guli suspira y saca un llavero de su bolsillo, del que cuelga un monigote de vampiro que Zaya hizo con sus propias manos, pinchando sus dedos con la aguja antes de aprender a coser.

Su Zaya, que había enfermado después de estar saliendo durante un año, casi provocó que su corazón, de lentos latidos, bombeara a velocidad humana.

Su Zaya, que siempre sonreía y lo miraba con fascinación, ahora estaba dormida en una cama de hospital, inconsciente.

Su Zaya, el primer amor de su vida, que había encontrado después de bajar durante 300 años, no podía dejarlo ahora.

Quería ser como sus padres, con un amor eterno. Que renace cada mañana al ver los ojos del otro, que se funde cada noche al ir juntos a la cama. Que había visto crecer no solo su amor mutuo, sino también el cariño por el hijo que tuvieron juntos.

Quería una compañera para toda la vida, aun si eso significa sacarla del mundo.

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