La luna brillante apareció hoy a las nueve de la noche. Mi gato...

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Murrian cierra la ventana con lentitud, mirando aún hacia el cielo estrellado sin luna. El viento proveniente de Otoño se lleva algunas hojas tardías de Primavera, dejando a la niña con nada más que nieve para mirar.

Su madre, desde la cocina, canta una canción de Invierno popular del último mes. De esas melodías pegajosas que no salen de la cabeza a menos que la entones completa, o te metas otra canción a la fuerza.

Moviendo la cortina a un lado, Murrian se aleja de la ventana. Su labor concluida la deja sin nada que hacer hasta la hora de cenar, cuando Ruanian llega a casa cargado de cansancio y hielo.

—Mamá, ¿mañana podré salir? —pregunta sentada frente a la chimenea, viendo cómo desde su boca se forman pequeñas y traslúcidas nubes de vapor.

—Ruanian dijo que podrás ir el primer día de invierno. Será tu primera nevada —dice su madre en voz alta, el sonido de ollas chocando hace reír a Murrian que se pone en pie y va hacia ella— Ya estás tan grande...

—No tanto... Aún me congelo cuando toco el agua. —Se encoge de hombros, restando importancia a su problema con el hielo, para una niña de invierno, era la mejor cualidad. Pero no podía vivir una vida tan cómoda como la de su madre, que puede tocar el agua sin congelarla.

Mañana podría a prueba su capacidad haciendo nevar por las ciudades del primer mundo. Quería ver las grandes ciudades o esos lugares que siempre había querido visitar, y que, por el sol, no podía.

—No estoy segura de qué a sector irán mañana, pero ten cuidado ¿si? —Ilianna se acerca a ella y acaricia su rostro pálido, con marcas de copos de nieve tatuadas en la piel.

—Lo haré, además ¡estaré con papá! —exclama con emoción, podría ver de primera fila como su padre, el mejor guardián de Invierno, trabajaba en el primer día de la estación.

La puerta suena y la brisa fresca ingresa al hogar haciendo temblar el fuego en la chimenea, Murrian se estremece y da la vuelta para correr a la entrada, lanzándose a los brazos de su padre.

—Querido, bienvenido —Ilianna ríe antes de acercarse a besarlo, aplastando a Murrian entre ambos.

—Cariño... La niña. —La expresión de Ruanian se congela, o más bien, se paraliza al recibir un beso de su esposa. Para un hombre de hielo como él, las muestras de afecto público parecen ser un interruptor que es mejor no tocar. Menos frente a su preciosa hija.

—Sigues igual de tímido cariño —Ilianna vuelve a reír antes de ingresar a la cocina, prendiendo la estufa, dispone los platos para servir la comida caliente.

—Murrian, vamos, tengo algo que mostrarte. —Ruanian cierra la puerta, dejando su abrigo en la percha de la entrada, baja la vista a su hija que aún se abraza a su estómago.

—Papá —murmura, levantando la cabeza. Con el mentón apoyado en el pecho de Ruanian, se ve un poco más pequeña de lo que en verdad es. Compararse con un hombre que supera el promedio de estatura, Murrian ríe al pensar en los niños de las otras estaciones, que se creen más altos que nadie.

—¿Si? —pregunta con voz baja, intentando sonar suave e íntimo.

—Vamos a tener un gran día mañana —responde Murrian, sonriendo con sus delgados labios, estirándolos todo lo posible en su rostro.

—Sí, tendremos el mejor inicio de invierno. —Ruanian se rinde a la dulzura de su hija y la levanta en brazos, dando un par de besos en sus mejillas.

Cargándola se dirige a la sala, tomando asiento frente a la chimenea. Sus manos aún resienten un poco el frío de todo el día, solo teme que esto pueda enfermar a Murrian si se transforma en su trabajo de tiempo completo.

El fuego chisporrotea y pronto la leña dentro se consume, Murrian lanza un trozo de madera seca, avivando las llamas.

Padre e hija miran hacia la cocina, sintiendo el aroma de la sopa especial de Ilianna, tragan saliva y el movimiento de sus estómagos se vuelve errático.

—Murrian, debes dormir temprano hoy. Mañana tendrás que levantarte de madrugada, antes de que el sol salga. —Comienza a instruir, ignorando el apetito creciente de su estómago— Iremos con la primera unidad, pasaremos por el Territorio del Sol y haremos nevar sobre la capital. Luego nos dirigiremos hacia las ciudades del norte del primer mundo, ¿entiendes?

—¿No pasaremos por el territorio de la luna? —pregunta con una expresión de agravio, su cabello rebota contra su espalda al voltearse con brusquedad para mirar a su padre.

—No, lo siento. Intenté que me asignaran el territorio del Señor de la Noche, pero terminó en manos del tercer escuadrón.

Ambos suspiran. Como nacidos de Invierno, tenían más afinidad con el Señor de la Noche y su Territorio de la Luna. Además, podían ver a la familia real si pasaban por sobre su territorio. Pero habían perdido la oportunidad y tendrían que dar un rodeo por el reino del Señor del Día.

Ilianna, al no escuchar más sus voces, se asoma por la puerta y nota sus caras desanimadas. Segundos después sale con un par de platos, la sopa espesa se balancea cuando el plato toca la mesa y el vaho se eleva visible en la fría habitación.

—A comer. —Los llama, sacando a Murrian y Ruanian de sus pensamientos. Ilianna sonríe y regresa a buscar los otros platos, llevando todo mientras la pareja de hielo se acomoda en sus asientos.

—Se ve delicioso, cariño. —Ruanian sonríe, haciendo sonar su rostro. El cabello color trigo de Ilianna se balancea a un lado cuando se inclina para acariciar su mejilla, rozando su piel.

—Ten cuidado, ¿qué pasa si pierdes un pedazo? —Suspira y vuelve a su lugar, sus dedos mojados por la diferencia en su temperatura.

Murrian los observa mientas lleva una cucharada de sopa a su boca. Para dos personas de estaciones opuestas, llegar a vivir juntos y tener una hija, era sorprende. Incluso para la propia hija.

—Ah, lo olvidé. Murrian, en la puerta dejé algo para ti —Ruanian levanta su cabeza, dirigiendo sus ojos celestes a la entrada. Al menos lo había recordado a tiempo.

—¿Para mí? ¿Puedo ver? —Sin recibir respuesta, Murrian salta del asiento y corre a la entrada, notando la caja esperando a un lado.

Con cuidado, desata las cintas de amarre y desprende la tela que envuelve el bulto. Desde dentro, salta una criatura de color blanco, ojos grandes y azules y una lengua rosa. El gatito se sujeta al hombro de Murrian mientras mira alrededor.

—¡Un gato! ¡Papá! —Emocionada, corre de regreso, abrazando al gato con cuidado de no dejarlo caer y sin apretarlo demasiado— este...

—Tu gato compañía. —Asiente Ilianna. Para los Invierno, una mascota era lo más importante a la hora de salir a llevar el invierno al mundo. No solo era su compañía, sino que también servían como monturas una vez que crecen y reciben el entrenamiento adecuado.

—No podrá venir con nosotros mañana, pero al próximo invierno, podrás salir con él. —Ruanian acaricia la cabeza de Murrian, con el rostro sonriente de su hija reflejado en sus ojos.

—Voy a cuidarlo bien —dice para luego correr a su cuarto, pensando en donde acomodar al gato. Buscar un nombre y traer algo para darle de comer.

Ese día, la luna salió a las nueve de la noche, puntual como lo era la pequeña princesa. Y el gato, ahora llamando Nigstar, duerme con el vientre expuesto en la gran cama nido de su dueña.

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