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Wanda fue despertada por el toque de los labios de Natasha en su cuello, sintiendo su brazo envolverse alrededor de su cuerpo.

Abrió los ojos y vio una pared beige, aunque la luz del sol que entraba por las cortinas blancas le dificultaba mantener los ojos abiertos. Había un sillón rojo y una mesita de café junto a la ventana, y allí reconoció la rosa blanca que le había dado a Natasha el día anterior, que ahora estaba en un jarrón de cristal lleno de agua.

— Mhm — suspiró al sentir las yemas de los dedos de Natasha acariciando la longitud de su brazo hasta el dorso de su mano. — Esto se siente muy bien...

— ¿Acariciando tu brazo? ¿O besando tu cuello?. — preguntó Natasha y movió los labios sobre el hombro de Wanda. — ¿Qué tal aquí?

— Todo... y también se siente bien ser la cuchara pequeña.

Wanda podía sentir a Natasha sonriendo mientras dejaba suaves besos en su piel.

— ¿Siempre eres la cuchara grande, entonces? Supongo que encaja con tu necesidad de tener el control. — se rió.

— Ey — protestó Wanda juguetonamente. — ¿Me estas llamando maniática del control?

— Nunca — Natasha rió — Me parece adorable.

— ¿Sí? — Wanda acercó su cuerpo al de Natasha, sintió sus cálidos y desnudos pechos en la espalda.

— Ajam — la actriz susurró al oído de Wanda. — ¿Quieres saber qué más me parece adorable de ti? — continuó y recibió una respuesta afirmativa de Wanda, que asintió con la cabeza. — Tus dedos de bebé — dijo mientras agarraba la mano de la castaña, juntando sus palmas y luego se echó a reír.

— Oh, vamos. — la castaña no pudo evitar reírse también. — Decirle eso a una lesbiana es como decirle a un chico que tiene una pollita de bebé muy chula.

Natasha comenzó a reír a carcajadas, luego se alejó de la castaña y salió de la cama. A Wanda no le gustó el contacto de piel perdido, así que se dio la vuelta para buscar a Natasha, que se alejaba de la cama, completamente desnuda, caminado hacia la antesala de camino al baño.

— No es que me importe la vista, pero prefiero tenerte aquí, a mi lado. — protestó la castaña.

— Dormí con los lentes de contacto puestos, tengo que sacarlos. — dijo Natasha y siguió caminando. — Vuelvo enseguida.

Wanda ojeó las largas piernas de Natasha y notó lo que parecía ser una mancha de nacimiento de forma irregular del tamaño de una ciruela en su muslo izquierdo, justo debajo de su glúteo. Le recordó a la que tenía ella misma en la parte interna de su muslo pero más pequeña y más cerca de la rodilla y la hizo sonreír.

Wanda había visto una gran cantidad de fotos de Natasha en Internet, pero nunca había notado la mancha de nacimiento. Tal vez tenía que ver con el hecho de que Natasha no solía tomar el tipo de fotos que requerían quitarse la ropa; en realidad era muy moderada en ese aspecto, excepto por su traje de viuda que lo consideraban "revelador". Era obvio que Natasha quería ser notada por sus habilidades de actuación y no por su cuerpo.

Todos esos pensamientos se abrieron paso en la cabeza de Wanda y en ese momento finalmente pudo comprender la realidad de la situación; estaba en la cama de Natasha Romanoff después de haber tenido sexo alucinante con ella la noche anterior. Y lo mejor de todo fue que no se sentía raro en absoluto, dado que Natasha era alguien que Wanda había estado admirando en la pantalla del televisor durante los últimos dos años.

La conexión entre ellas se sentía natural y real, incluso familiar, como si sus cuerpos siempre estuvieran destinados a encajar como dos piezas de un rompecabezas. Eran solo dos mujeres, extremadamente atraídas entre sí, aprovechando al máximo su tiempo juntas en una habitación de hotel en París.

Siempre nos quedará París; Wandanat.Where stories live. Discover now