Capítulo 17: ping pong

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—Porque todavía no lo exploré. Una vez que lo haga, obtendré el resultado completo.

Mi respiración se agitó. No pude evitarlo. De solo imaginarla...

—Pero para el juego que quiero que hagamos ahora vas a necesitar ropa. Así que póntela.

La miré, confundido.

— ¿No me puedo quedar así?

Negó con la cabeza y me lanzó una remera que estaba apoyada en mi cama.

—Pues no. Me vas a distraer y esa no es la idea.

Sonreí, triunfante.

—Pensé que le habías dado un 5...

Me fulminó con la mirada y se sentó en frente mío, en la cama.

—Nunca subestimes el poder de un 5.

Negué con la cabeza y me puse la remera. Sinceramente, no tenía idea de que iba todo esto del juego, pero me gustaba.

Me gustaba la intriga

Me senté en frente de ella, en el lado contrario de la cama y nos quedamos mirándonos unos minutos. Sus ojos eran perfectos. No por el color, aunque claro, me recordaban al mar de San Francisco, sino por la intensidad que tenían. Eran intimidantes, pero de una manera fresca y magnética.

—Preguntas y respuestas—dijo, interrumpiendo mis pensamientos, y sonrió como una niña pequeña.

La miré, confundido.

— ¿Preguntas y respuestas?—dije, cautelosamente. —Me apunto.

Su sonrisa era contagiosa, y no pude evitar copiarla.

ATENEA

La sonrisa de Cameron era como un rayo de sol en un día nublado: llegó de sorpresa y me inundó de emoción. Su cara estaba relajada y parecía contento. En una mano tenía una cerveza recién traída de la cocina, y yo también. Tomé un largo sorbo.

Quería jugar a este juego con él porque necesitaba saber un par de cosas. Principalmente, quería confirmar mis sospechas: quería saber si él también me reconocía de San Francisco.

—Bueno, yo empiezo—dijo, tomándome por sorpresa. — ¿Cuál es tu canción favorita?

Arrugué la nariz.

—No lo sé, no escucho música.

Me miró serio. Luego de unos segundos, abrió mucho los ojos.

—Lo dices en serio.

Asentí.

—Sip.

Siguió mirándome fijamente.

—Es imposible. Tienes que escuchar música. Todo el mundo escucha música—frunció el ceño.

—Pues yo no—respondí y tomé otro trago.

Negó con la cabeza.

—Atenea, sí que lo haces. A ver, cuando estas con amigos, ¿nunca elijes ningún tema? ¿Cuando haces deporte? ¿Cuándo...pintas?

Entorné los ojos. Por alguna razón, que supiera que pintaba se sentía raro. Como si una parte híper secreta de mi hubiese sido revelada.

—Pues no sé. Me gusta...—tragué saliva. —Me gusta Selena Gómez...y escucho las canciones viejas de Justin Bieber...

Cameron soltó una carcajada. Yo hice lo mismo.

—Sí, soy ese tipo de chica—dije cuando terminamos de reírnos.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora