Capitulo cuatro

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Habiendo llegado a Edo, después de dos días de camino, el grupo de tres estaba estupefacto y dos de ellos bastante preocupados, porque en el camino hasta Edo no habían encontrado señales de Aome y el pequeño Kistune, cosa que les pareció muy extraña ya que con todo los que se habían encontrado ellos preguntaron y nadie les pudo decir nada sobre la Miko y el pobre Kistune.
Ellos extrañados se miraban el uno al otro y después dirigían su mirada al demonio que seguía callado hasta llegar a la cabaña de la anciana Kaede. Antes de que Sango o Miroku tuvieran oportunidad de hablar, el medio demonio ya había entrado en la cabaña de la Miko mayor siendo seguido por los otros dos.
Habiéndose sentado cada uno en sus respectivos lugares, la Miko le sirvió a cada uno en té caliente y espero paciente a que les explicará porque la Miko más joven y el pequeño zorro no estaba con ellos.
Dándose cuenta que ninguno empezaba a hablar, la Miko mayor empezó a preguntar:
- ¿Dónde está Aome y Shipo? - mirándolos con intensidad. Negando con la cabeza Sango y con deje de tristeza le dijo:
- No sabemos donde está - dejando escapar el aire suavemente - ¡desapareció! - la Miko mayor mirándolos con una mirada helada preguntó:
- ¿Como que desapareció? - ¡¡¡Miroku, Sango, Inuyasa!!! ¿Cómo que desapareció? ¿Qué pasó? ¡Inuyasa! ¿Qué hiciste? - la avalancha de preguntas iba a seguir cuando de repente fue callada por un gruñido bajo, la Miko mayor entrecerrando el ojo y mirando al medio demonio le expecto:
- ¿Inuyasa? - con voz sedosa. - Grrr ¡vieja! ¿Por qué tengo yo la culpa?.
Apuntandolo con el dedo y con voz aún sedosa la Miko mayor sin preámbulos lo acusó:
- Porque estoy segura que tú le hiciste algo a la Miko Aome.
- Grrr ¡vieja! Yo no le hice nada - enseñando los colmillos a la anciana.
- ¿Inuyasa?
- ¿Qué? - erizado y con los ojos encendidos a la anciana.
- ¡A-ba-jo! - un golpe contra el suelo de la cabaña.
- Anciana Kaede - tartamudeo Sango a la vez que su boca y la boca de Miroku se abrían hasta que casi su mandíbula tocaban el suelo.
La anciana Kaede con mucha tranquilidad dejó su taza de té y miraba impasible a sus tres invitados insistiendo en que hablarán.
Adelantándose, Sango le contó todo lo que había pasado y como por el camino iban preguntando por ella y el pequeño Zorro pero nadie les dió razón sobre ellos.
- ¡¡¡Vieja!!! - gruñendo como oso enfurecido.
- ¿¿Inuyasa?? - a modo de advertencia - ¿Quieres besar el suelo otra vez? - alzando la ceja y meneando la cabeza.
Tan pronto como lo oyó, Inuyasa se retractó y con un encogimiento de hombros volvió a sentarse lanzándole con los ojos miradas de muerte. Impavida por las miradas de este, la Miko mayor lo encaró:
- ¡Inuyasa, Inuyasa! - meneando la cabeza - tú nunca aprendes ¿verdad?
- ¡Grrr! ¿Qué culpa tengo yo? - golpeando su rodilla con una de sus garras.
- Como siempre ninguna, por lo que se ve - moviendo la cabeza con tristeza - ¿Qué pasó con Aome? - volvió a repetir la pregunta.
- ¡Se perdió! - arregañadientes exclamó.
- ¿Se perdió? - a modo de pregunta.
- ¡¡Si vieja!! - moviendo las manos exasperado.
- ¿Ah sí? ¿Qué se perdió? - casi riéndose.
- ¡¡Pues si!! ¡¡Se perdió!! - irritándose más.
- ¿No será que la perdiste tú? ¿Inuyasa? - malmetiendo la Miko.
Los tres que estaban en la cabaña no podían creer lo que estaban viendo, era como si de pronto la Miko mayor hubiera sido poseída por la Miko Aome, ya que lo que estaban viendo era como un retrato de Aome pero en versión más mayor.
Los ojos de Inuyasa se abrieron como platos, cuando las palabras de la anciana llegaron a su cerebro y fueron procesadas, irritado, de un salto se puso de pie para salir de la cabaña. Cuando llegó a la puerta, giró la cabeza y sentenció:
- ¡La encontraré Vieja! - haciendo una mueca.
- Te deseo suerte, Inuyasa - regodeandose la Miko - la vas a necesitar.
Enfurecido, Inuyasa salió de la cabaña seguido por Sango y Miroku mientras dentro se escuchaban las carcajadas de la Miko.

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