Diecinueve

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JunMyeon apenas tuvo tiempo de pensar en qué J.B había querido decir. El coche tomó una salida hacia la costa que los llevaría directamente a Bay. Luego, la carretera dibujó una curva tras la que se vislumbraba el océano entre los árboles y, por último, a su izquierda, apareció una verja de hierro demarcando una propiedad privada.

Luhan lo había llamado la «casita de la playa», pero no se parecía en nada a la imagen típica de ese tipo de edificios. Al menos no tendría que preocuparse de que fueran a estar solos, se dijo JunMyeon mientras pensaba en la cantidad de criados que se necesitaban para cuidar de semejante propiedad. A pesar de seguir convencido de que no hubiera debido de aceptar aquella invitación, JunMyeon quedó encantado. La casa daba a una playa privada y era, sencillamente, asombrosa.

Su forma era octogonal. Tenía ventanas por todas partes, y sus contraventanas, pintadas en negro, destacaban el blanco de los muros. Había otro coche aparcado en la puerta.

—Puede usted relajarse, el señor SeHun ya está en casa. —anunció J.B.

JunMyeon, sin embargo, no se relajó. Sus rodillas eran de gelatina, y su pulso se aceleraba a cada instante. Sólo al salir del coche se le ocurrió pensar en qué haría si Luhan estuviera en la casa. Al fin y al cabo, había dicho que iba a buscar a SeHun, así que era posible que se hubiera presentado allí.

—Entre. —lo invitó J.B indicando la puerta abierta.

Los pasos de JunMyeon resonaron como intrusos perturbando el silencio del lugar. El vestíbulo apenas atrajo su atención. El alto techo estaba cuajado de ventanales que filtraban los rayos de sol. Había urnas con plantas y delicadas esculturas de ébano y bronce. Sin embargo, no resultaba abigarrado. Era demasiado grande como para causar esa sensación.

—El señor SeHun estará probablemente en el despacho. —comentó J.B atravesando el vestíbulo.

Luego lo guío por una larga galería. JunMyeon escuchó la voz de SeHun antes de llegar, pero el rechazo que sintió al saber que no iban a estar solos se compensó con el sonido de su voz.

El despacho estaba al final. Una vez más, la estancia estaba dominada por las ventanas con vistas al mar. Pero fue el hombre que había sentado tras la mesa, cuyas botas se apoyaban sobre ella con indiferencia, lo que llamó su atención. SeHun llevaba una camisa color crema y un traje, pero se había quitado la chaqueta. La única concesión a la informalidad era que se había aflojado la corbata y desabrochado el botón del cuello de la camisa. Y, a pesar de todo, estaba tan atractivo como siempre, pensó JunMyeon. Y además estaba solo, hablando por teléfono.

Al ver a JunMyeon y a J.B arqueó las cejas y, poniéndose en pie, dijo:

—Sí, yo también lo siento. —SeHun hizo una pausa—. No, me temo que no me va a ser posible. Mmm... quizá a finales de esta semana.

Era evidente que trataba de colgar, y cuando J.B le dijo por señas que él y JunMyeon podían salir negó con la cabeza.

—No, quédense. —murmuró SeHun continuando luego para la persona que estaba al teléfono—. Sí, por supuesto, yo también. Volveré a llamarte. Sí. Bien. —SeHun colgó el teléfono aliviado y su rostro se iluminó al dirigirse a JunMyeon—. Lo siento, ni siquiera he tenido tiempo de cambiarme de ropa. —añadió pasándose una mano por el cabello.

—Bueno, yo vuelvo a Beijín. —dijo J.B saludando a su jefe.

—Gracias J.B. —asintió SeHun.

JunMyeon sintió que un estremecimiento le recorría la espalda. Por fin estaban solos, pensó incómodo. En parte esperaba que J.B se hubiera quedado para llevarlo de vuelta al hotel. El silencio era opresivo. Se preguntaba si SeHun se arrepentía de haberlo invitado.

SeHun suspiró.

—Así que... —dijo SeHun como notando la tensión que flotaba entre los dos—. ¿Me disculpas mientras me doy una ducha?

—Por supuesto. —respondió JunMyeon con nerviosismo.

Contar con unos minutos para estar a solas era de agradecer, pensó JunMyeon. Necesitaba tiempo para acostumbrarse a los sentimientos que le producía volver a verlo.

—Bien, bien. —SeHun lo escrutó unos segundos—. Te encuentras bien aquí, ¿verdad? Imaginé que quizá te resultara incómodo.

—No, está bien. Estoy bien. —añadió JunMyeon al ver que SeHun seguía observándolo—. ¿Te importa que vaya fuera? Me gustaría echar un vistazo.

—Por supuesto. —contestó SeHun dando la vuelta a la mesa. JunMyeon sintió instintivamente el deseo de echarse atrás, pero se reprimió—. Te enseñaré el camino. Quizá quieras bañarte en la piscina, apenas se usa. —añadió parándose delante de él.

—Pues... creo que mejor daré una vuelta. —murmuró JunMyeon. Se le había puesto la carne de gallina al verlo aproximarse—: Quizá podamos bañarnos juntos después. No me gusta bañarme solo.

—¿No? —preguntó SeHun. JunMyeon estaba seguro de que SeHun sabía lo que pretendía. Lo extraño era que se dejara llevar, pensó tratando de comprender los motivos que tendría para hacerlo—. Bueno, ya veremos. —concedió dirigiéndose hacia la puerta—. ¿Quieres ver la casa primero?

—¿La casa? Pero... pensé que ibas a ducharte. —explico JunMyeon tragando saliva por la insinuación.

—Voy a ducharme. —SeHun torció la boca—. No te estoy sugiriendo que me acompañes. Sólo quería que te entretuvieras.

—Ah, bien. —exclamo JunMyeon y se avergonzó más.

—Bien. —confirmó SeHun mirándolo pensativo de arriba abajo y sacudiendo la cabeza ante su sonrisa decidida—. Bien. Sígueme.

JunMyeon se encogió de hombros mientras lo seguía hacia la galería. Entraron en una enorme sala con un techo parecido al de una catedral, con ventanales que filtraban la luz sobre el suelo de madera. Había un sofá y sillones, una alfombra y muchas plantas. Sin embargo, fue la luz que entraba por las puertas lo que lo guio hacia afuera. Salió sin esperar a SeHun, pero después comprendió que seguía dentro de la casa. Era un solarium octogonal desde el que se veía todo el valle.

—¿Te gusta? —cuestiono SeHun detrás de él.

SeHun parecía dispuesto a aplazar indefinidamente el momento de ducharse. Se quedó de pie junto a la puerta y cruzó los brazos sobre el pecho. Tenía el pelo revuelto, pero seguía siendo el hombre más atractivo y abrumador que JunMyeon hubiera visto jamás.

—Es... increíble. —contestó JunMyeon impulsivo—. No sé qué... bueno, no esperaba algo así.

—A mí me encanta. —declaró SeHun con sencillez apoyando un hombro sobre la jamba de la puerta y cruzando una pierna sobre la otra—. Aunque no lo creas, esta casa perteneció a una estrella de cine, y según dicen a ella le encantaba este lugar. Cuando salió a la venta hice una oferta.

—Que naturalmente no pudieron rechazar. —contestó JunMyeon sin pensar.

—Puedes estar seguro de eso. —sonrió SeHun—. ¿Te parece mal? Cuando se quiere algo no hay que andarse con rodeos.

—¿Es ése su credo en la vida, señor SeHun? —cuestiono JunMyeon dirigiendo sus pensamientos sobre su relación con Luhan—. Si quieres algo, a por ello, sin importar a quién se haga daño.

—Esa actriz estaba muerta...

—Lo sé. —respondió JunMyeon rápidamente.

—Pero tú no estás hablando de Bai Lu, ¿verdad, JunMyeon? —su voz se espesó—. Si estás hablando de ti entonces todo cambia. 

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Lo siento, solo pude editar este fic la verdad creo,voy a ver si edito más pero no prometo mucho mañana es el aniversario de la muerte de mi papa y de mi hermanito.  no se como seguir . a parte me imagine un krisho bien toxico y acabe odiando a yifan tanto que me puse a llorar 7n7. solo soy yo y mis locuras

Dulce Venganza-SEHOOnde histórias criam vida. Descubra agora