𝐨𝐨𝐢. it takes a fool to remain sane

Começar do início
                                    

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Erik, hermano de Wilhelm y príncipe heredero, iba en camino al instituto donde ahora Wilhelm continuaría con sus estudios.

Él estaba en contra de ir ahí, pero era su palabra contra la suya. Es decir, su palabra contra la de El Duque y La Reina de Suecia. Así que sabía que de ninguna manera ganaría esa discusión.

Y por otro lado, quien ya llevaba algo de tiempo dentro del instituto, se preparaba junto con el coro para la llegada del príncipe.

Sí, Astrid Karlsson es de quien estoy hablando. Una muy linda, y muy problemática, pelirroja.

Felice, una amiga de Wilhelm, le saludó. Y su primo August no tardó en cuestionar al chico sobre como la conocía.

─¿La conoces?

─Sí, fuimos al mismo preescolar.

─¿Ella es la hija de Poppe Ehrencrona? ─erik preguntó.

─Sí. Felice Ehrencrona. ─respondió august. ─Y al lado, Astrid Karlsson. Una de ellas será mi esposa.

erik rió. ─Tendrás que dejar de dormir con otras.

─La clave es sentar las bases mientras sean inseguras... Astrid y Felice son nobleza moderna.

Todos comenzaron con el coro, mientras que Astrid y otro chico cantaban la introducción de la canción.

─Perdonen ─un chico les interrumpió. ─¿No quieren cantar más fuerte para que los oigamos?

Astrid continuó cantando, y Wilhelm miraba con atención su rostro y expresiones.

Entonces, hubo un flechazo, casi al instante. Él sintió a su corazón sonreírle a la chica que cantaba frente a todos, con la vista bien puesta a sin algún punto exacto y que le sonrió torpemente la primera vez que compartieron miradas.

Una cosa era su rostro perfectamente hermoso al natural, y otra era su voz tan angelical y acogedora.

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Terminaron de darle su bienvenida a Wilhelm. Astrid y Simón se quedaron casi al último arreglando unos papeles. Aunque no fueron los únicos, August y sus amigos también estaban ahí.

─¿Y que tal él? ─nils habló. ─Es externo.

Simón supo que hablaban de él, pero pasó al lado restandole importancia.

─Cantan bien, eh... Seguro deben conocer a alguien que venda alcohol.

─Astrid no. ─dijo august. ─No es de ese tipo de chicas.

─¿No son los que se nos acercaron la primera semana? ─supuso vincent. ─¿Cómo dijeron? ¿Hola? Como si tuviéramos algo en común.

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─¿Qué el príncipe qué?

Astrid, terminando las clases, le contó Charlize y Deborah, sus mejores amigas (y compañeras de cuarto) lo que había pasado por la mañana, la muy pequeña pero significativa mirada y momento que compartieron.

─Sí... O tal vez sólo fue muy amable.

─Pero te estuvo mirando durante toda la ceremonia de bienvenida. ─deborah le sonreía. ─A ti.

─Ya se los dije, sólo fue amable.

─¿Tú le sonreíste primero? ─charlize preguntó.

─Es que noté que él me veía desde hace unos ¿dos minutos tal vez? sí, y entonces me puse nerviosa porque yo miraba para otro lado y sabía que él aún me veía.

─Pues como sea, él no paraba de verte.

Las chicas reían, bromeando con Astrid sobre su pequeña interacción con el príncipe.

Astrid lo pensó mucho cuando cuando una de ellas mencionó el enamoramiento a primera vista, claro a modo de broma. Ella no creía en esas cosas, nunca le habían pasado ese tipo de cosas y la sola idea se le hacía cursi y extraña.

¿Cómo te enamoras de alguien que acabas de conocer hace un segundo? ¿Qué tal si es secuestrador o asesino? No, era terriblemente raro el amor a primera vista.

Pero en fin, lo único que tenía que hacer era algo tan simple como tomar una clase con él. Lo que estaba por pasar la mañana el día siguiente, cuando iba a sus clases.

Sus amigas ya se habían ido, puesto a que tenían que arreglar una exposición que presentarían por lo tanto se fueron unos díez minutos antes.

Ella iba saliendo, tarde como casi siempre, salió rápido de su habitación y estaba por correr pero se chocaron contra ella.

Era Wilhelm quien también iba tarde, pero él lo hacía intencionalmente.

─Oh, príncipe Wilhelm. ─le miró con una pequeña vergüenza. ─Lo siento mucho.

─No te disculpes. ─le sonrió. ─Y sólo llámame Wilhelm, por favor ¿Cómo te llamas?

─Astrid. ¿Y tú? ─él la miro con una sonrisa tonta. ─Ay no, disculpa Wilhelm.

Ambos rieron.

─¿Ibas a clases? ─él le preguntó.

─Sí, de hecho voy tarde.

─Yo igual ¿Vamos?

─Eh... por-por supuesto, sí.

─Me gustó la manera en que cantaste ayer, Astrid.

─¿De-de verdad?

─Ajá.

─Pues, muchas gracias príncipe... Wilhelm.

Toda su cara estaba roja y su cuerpo temblaba por dentro, ni siquiera podía razonar ni pensar bien en las estupideces que iba diciendo. De todos modos, a Wilhelm le daba gracia escuchar todo lo que decía la chica porque después de unos cinco o díez minutos hablando parecían ya entenderse bien.

Como por ejemplo, a ambos los ingresaron a la fuerza a Hillerska.

Astrid ya había dejado de sentirse tan nerviosa como cuando intercambiaron la primera palabra, ahora se sentía más en confianza.

Pero para empezar ¿por qué se sentía nerviosa?

𝐞𝐯𝐞𝐫𝐲𝐛𝐨𝐝𝐲 𝐰𝐚𝐧𝐭𝐬 𝐭𝐨 𝐫𝐮𝐥𝐞 𝐭𝐡𝐞 𝐰𝐨𝐫𝐥𝐝 ; young royalsOnde histórias criam vida. Descubra agora