Parte Única

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Las aves batían sus alas en completa sincronía, dándole vida a la inmensidad de los cielos mientras canturreaban una melodía encantadora. El sol alumbraba con aparente emoción, más brillante que cualquier otro día. Las nubes se escondían dando paso al hermoso cielo azul y el viento se batía contra los árboles en un cálido abrazo, regocijados de alegría. Más allá, cerca del sur, en el mar se alzaban olas con imponencia, extasiadas por anunciar el nacimiento de un milagro.

"Jimin, Jimin, Jimin".

El nombre se escuchaba por todos lados, entonado incluso por los dioses de lo más alto.

En las orillas del mar había nacido un niño con brío. Llevaba el nombre de Jimin y desde que sus ojos vieron la luz del día, fue proclamado el ser más hermoso del mundo entero. Todos se enteraron, la voz se esparció por todos los rincones que podían existir, no había persona que no hablara del nacimiento del precioso Jimin. Fue así como, el murmullo del nacimiento de un humano inmensamente precioso llegó a los dioses. Recelosos y curiosos, todos fueron a ver de quién se trataba y si su apariencia realmente era digna de ser alabada. Sin embargo, cuando llegaron al lugar, no encontraron al niño, pues su madre había huido temerosa de que lo robaran de sus brazos.

Los dioses enfurecieron, sobre todo el patriarca de ellos, el cual, condenó a la mujer a su muerte por querer burlarse de él y llevarse al niño sin su permiso. Sin madre, el niño fue abandonado como venganza por el patriarca y ningún otro Dios intercedió a su rescate, pues la Ley del patriarca era la Ley de todos. Fue gracias a Primavera, una pobre mujer de edad avanzada que escuchó al niño huérfano llorando tras las rocas de la playa, que el niño no murió en las penumbras de la soledad. La mujer lo tomó en brazos y lo llevó a su casa, cuidando de él y dándole cobijo.

Poco tiempo después, la mujer supo de quién se trataba y sin duda alguna, confirmó que todos los rumores eran ciertos, ante sus ojos se encontraba el ser más hermoso de todo el universo.

La mujer, que ya le había tomado cariño al niño, decidió esconderlo del resto del mundo, temerosa de que pudiera ocurrirle algo. No fue hasta años más tarde, cuando Jimin llegó a su adultez, que por fin se le permitió salir y conocer el mundo. Fue así como entonces, Jimin salió un día soleado y sintió la grama bajo sus pies por primera vez.

Sentado con sus piernas flexionadas sobre sí mismas, Jimin se encontraba a las orillas del río que pertenecía al territorio del campestre pueblo. Su cabello dorado brillaba casi tanto como el sol y su piel blanca lucía tan pálida que podía confundirse con la túnica blanca sin mangas que cubría su cuerpo hasta la mitad de sus muslos. En su cabeza, llevaba una corona echa de flores y en sus manos, parecía hacer otra con esmero. En su primer día fuera de la casa de la anciana, Jimin sintió algo de miedo los primeros minutos que entró en contacto con el exterior, pero no tardó mucho en acoplarse a la naturaleza y el miedo se esfumó por completo. Aun así, se mantenía precavido de todas las cosas que la anciana le había advertido. Por eso, se alarmó apenas escuchó las ramas de los árboles cercanos romperse. Según lo que la anciana le había contado, aquello significaba que alguien andaba cerca y probablemente acechándolo.

Se apresuró a tomar las flores que había en su regazo y se levantó en un solo movimiento. Las pisadas aumentaron y aunque Jimin corrió lo más rápido que pudo, una figura bloqueó su camino a una velocidad que parecía humanamente imposible. Frente a sus ojos, se hallaba un muchacho que lucía igual de joven que él. Su cabello era negro, ligeramente ondulado y sus ojos eran igual de redondos que una moneda de plata. También llevaba una túnica blanca, pero la suya lo cubría hasta sus rodillas y colgaba en una sola manga de su hombro izquierdo, asegurada con un broche dorado que combinaba con la tiara de oro que adornaba su cabello. No parecía ser en absoluto peligroso. Era hermoso y parecía tener un aura dorada a su alrededor que transmitía paz. El muchacho sonrió mirándole desde más arriba, pues era más alto, al menos una cabeza de distancia más. Parecía amable, pero había algo en sus ojos que Jimin desconocía. Tal vez, aquella era la malicia de la cual Primavera tanto le había contado o tal vez, esa simplemente era la mirada de alguien que tenía años de experiencia en el mundo exterior, viendo cosas que Jimin jamás había visto.

UDABERRI 本 KOOKMINWhere stories live. Discover now