El momento en el que lo supe | Jessie

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Los Ángeles, California.

Junio, 2015.

Volver a la escuela es extraño. No del tipo tras las vacaciones de verano sino... del trágico.

Alexa estaba en época de finales cuando nuestra madre murió, no pudo evadir sus responsabilidades académicas. Para no retrasar el semestre —y por consiguiente, su beca—, guardó el luto por mamá y demostró lo que yo ya sé hace años: que es la mujer más fuerte que existe en este planeta.

Yo falté a clases casi dos semanas. Me aferré cuanto pude a la flexibilidad de mi hermana.

No hablamos sobre mamá. Cuando la encontramos débil en cama sentí que era el final, que su lucha contra la Leucemia estaba perdida.

El trayecto en ambulancia fue quizá uno de los momentos más aterradores de mi vida. Todavía sueño con la desesperación de los médicos, con la mirada ida de mi hermana, quien no era capaz de mediar palabra, solo sostener mi mano y suspirar.

Para cuando la instalaron en la sala de emergencias ya había muerto.

Muerte. Es una palabra tan rara.

Desde que la escuché del doctor que nos anunció el deceso no he dejado de darle vueltas. Son solo seis letras que en otros contextos pueden significar cosas completamente diferentes.

He evitado a mis amigas lo máximo posible, cada vez que miro sus ojos llenos de lástima por mí se me revuelve el estómago. No quiero ser motivo de lamentos.

¿Por qué nadie piensa en mí madre? ¿Por qué la protagonista de su pérdida soy yo?

¿Es porque sigo viva? Y, ¿qué hay de mi hermana?

Además, ¿qué sienten con exactitud? ¿Que nos hayamos quedado huérfanas?

Aprieto los labios. Debí suplicarle más a Alexa, o comenzar a estudiar desde casa o...

—¿Qué hace la preciosa Jessica Harris fuera de clases? —inquiere una voz que conozco demasiado bien.

Levanto la cabeza del pavimento y me fijo en él.

—Davis, el chico de preparatoria.

Su sonrisa ladeada crece.

—Anahí me contó que volviste.

Me encojo de hombros.

—Alexa ya no permitió que siguiera en casa.

Él asiente, bajándose de su coche nuevo. Aprendió a conducir hace unos meses y sus padres le obsequiaron un automóvil con el trámite de la licencia de manejo.

—¿Quieres huir de aquí? —inquiere, elevando las cejas con picardía.

—¿No deberías estar en Malcolm?

—Escapé solo por ti —se inclina para ofrecerme la mano—. Anda, atrévete a ser traviesa una vez en tu vida.

No sé si es el tono de su voz o las mariposas que provoca su interés en mi bienestar lo que me impulsa a aceptar.

Contenido ExtraWhere stories live. Discover now