¹⁸| 𝙷𝚘𝚐𝚊𝚛

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Ya pasó una semana desde aquel día donde se enteraron que su padre es el pediatra.

Casi todos los días interactúan con Miguel, ya sea en una salida, o mediante las citas para chequear a James. Su relación familiar se fortalece cada vez más.

Sin embargo, al inicio se repetían las frases "¡Ya mucho abrazo!" "¡Mantén la distancia!" por parte de James. Y Mikaela solo para fastidiarlo le brindaba su aprobación a Miguel. Además que no le molestaba la cercanía de sus padres, estaba feliz de tener una familia completa.

— ¡Se supone que debes estar de mi lado!

— Pues en este caso no. —se cruzó de brazos— No seas tan celoso, o en la escuela ya no te acompañaré al otro salón.

— ¡Jooo! Esta bien. —bufó, tumbándose en el sofá.

Y como olvidar la primera vez en el parque donde vieron a sus padres agarrados de las manos. Ellos estaban tan concentrados en su conversación, que no notaron el regreso de los pequeños de los juegos.

— ¿Entonces si son novios? —una vocecita les sobresaltó.

Al girarse vieron a los mellizos, ladeando sus cabezas y viéndolos con completa curiosidad.

— Sí. —habló Miguel con una sonrisa— Y prometo cuidar de su padre, no se preocupen.

Ambos sonrieron ante su respuesta, pero como niños celosos que a veces son, se acercaron a Javier y lo abrazaron.

— ¡Recuerda que siempre estaremos primero en el corazón de papá! —mencionaron al unísono.

Agregando que James le sacó la lengua divertido y Mikaela frunció levemente su ceño.

Son tan adorables. Pensaron internamente sus padres.

— Lo sé, no les quitaré a su papá.

— ¿Lo prometes? —preguntó bajo Mikaela.

— Sí, lo prometo.

— ¡Entonces todo bien! —sonrió James.

Cabe recalcar que ya conocieron al fiel amigo canino de Miguel; Willyperro. Quien pronto se encariñó con los niños y se volvió la mascota familiar. 

Ahora estaban paseando por el centro de la ciudad. Los dos adultos en cada lado y los mellizos en el medio, todos agarrados de las manos para que no se pierda nadie.

— ¡Es verdad! Hace días quería preguntarte algo, Miguel. —habló James.

— ¿Qué ocurre? —volteó a mirarlo.

— Como eres nuestro papá, y tú con nuestro papá Javier están juntos, ¿Por qué no vives con nosotros?

— También me preguntaba eso. —habló Mikaela.

Definitivamente ninguno de los adultos sabía cómo responder, porque el menor tenía razón, ¿Cómo no se dieron cuenta antes?

— Miguel ya tiene otra casa donde vive, cariño. —respondió Javier.

— Pero puede mudarse. —mencionó la castaña.

— Buena idea. —sonrió Miguel— ¿Qué dices, Javi?

— De hecho, si hay espacio para alguien más...

— ¡Wiii! ¡Miguel ahora vive con nosotros! —celebró James dando saltitos.

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