3. La mujer caballero

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Neah siempre había sido una chica llena de energía.

Desde que era una niña, había querido ser un caballero de honor y principios, admirando a todos y cada uno de los hombres que trabajaban duramente para defender a su padre. Sin embargo, ella también admiraba a las esposas de esos caballeros, a las criadas del castillo, a las mujeres de la calle. La razón de tanta admiración no era porque a ella le salía gratis o se pensaba inferior a ellos, sino porque Neah adoraba el trabajo duro y los principios.

La pregunta no tardó en llegar. A sus doce años, se plantó delante de su padre, se arrodilló y pronunció:

— Padre. Ruego que me conceda mi deseo, pues será el único que os pida en mi vida. Permitidme unirme en armas a vuestro ejercito de caballeros y sostener la espada contra vuestros enemigos.

— Me temo hija, que aún es demasiado pronto para que abandones tus estudios. Te queda mucho que aprender antes de si quiera plantearte la idea de sujetar una espada, menos un escudo—. El rey se había levantado de su trono y se había acercado despacio a su hija, bajando los escalones a medida que hablaba. Al estar a su lado, puso la mano derecha suavemente sobre el hombro de su hija, sin aplicar ninguna fuerza o peso.— Vuelve a tus clases de danza, que seguramente llegues tarde.

No obstante, las palabras de su padre no iban a ser suficientes como para frenar el empeño de Neah en conseguir lo que quería.

A diferencia de su padre y su hermana, ella tenía el cabello de un rubio tan plata y ceniza, que las primeras canas estarían completamente difuminadas por los reflejos pálidos. En eso se parecía más a su madre. La reina de Liones abandonó el mundo cuando Neah apenas tenía 10 años, dejándola a ella y a su padre con el corazón destrozado. Eiden acababa de nacer, y no comprendía la situación, pero Neah nunca la culpó. Ni por no llorar la muerte de su madre, ni por haber sido la causa.

Por otro lado, la familia real tenía un punto en común que les hacía meterse siempre en problemas: eran demasiado curiosos.

Tras un día entero escuchando y observando las primeras clases que los aprendices a caballero de ese año estaban recibiendo, una Neah de apenas quince años se sintió capaz de imitar sus ejercicios, colándose esa noche en el campo de entrenamiento. Sin más luz que una antorcha en cada esquina, practicó todas las doctrinas que los alumnos habían hecho durante el día. Desde saltos y abdominales a tiro con arco a dieciséis pies de la diana . Ellos tuvieron doce horas de práctica; ella solo ocho.

El primer día había sido el más duro. Ningún ejercicio había salido a la perfección, y algunos se habían quedado a medias. Pero eso no la echó para atrás. Siguió practicando en las horas de sueño, durmiéndose durante el día en pequeños ratos libres, pero no cuando empezaba el entrenamiento. En cuando sonaba la campana que daba inicio a los primeros ejercicios, corría al patio para ver como los nuevos ejercicios se hacían correctamente, como mejorar las posturas, como evitar fallos de cálculo que pudieran costar una batalla. Tenía la suerte de que había suficientes aprendices como ejemplo. Cualquier fallo que ella tuviera era corregido por el instructor a través de los "ejemplos".

Los meses pasaron y poco a poco adelantó a los de su edad. Ellos preferían fantasear por sus futuras batallas, salvar mujeres en apuros y cualquier otra tontería que hubieran leído en algún libro o escuchado en alguna leyenda. La ambición de Neah por convertirse en caballero era aún mayor. Ellos tenían las posibilidades en la mano y la certeza de que tarde o temprano se convertirían en caballeros, pero la princesa solo tenía asegurado el no ser una reina frágil como la que fue su madre.

Los aprendices mayores estaban a otro nivel. Se esforzaban más incluso que ella. Eran conscientes de que menos de la mitad conseguía sus metas y practicaban a las horas de comer y por la noche, por lo que Neah se veía obligada a compartir espacio con ellos. De hecho, habían compartido trucos con ella en cuanto a cosas más específicas, como contener gritos al atacar o golpear el agua antes de caer para no hacerse tanto daño. Ella les había enseñado a moverse con total oscuridad, como ella estaba acostumbrada. El único pago que pedía a cambio era que mantuvieran el secreto.

The Dark SphereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora