🍁 Mermelada de feto

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Por un momento, Axel no entendió. La muchacha acababa de formar una oración carente de sentido. Entonces, lentamente, lo comprendió. Y quiso echarse a reír.

—No voy a fiestas —aclaró Axel—. Estás confundida.

La mejor manera de desentenderse de la situación era fingiendo demencia. Axel no había querido buscar al padre de su feto. Esa era idea de Michael movido por sus creencias religiosas. Así que desde luego que ignoraría cualquier oportunidad que tuviese por encontrarlo.

—Eres tú —insistió la muchacha—. Estuvieron hablando esa noche. ¿Recuerdas?

Desde luego que no, no recordaba una mierda.

Axel la observó durante un segundo para encontrar algún rastro que la señalara como una psicópata, y al no hallarlo, decidió que solo era una omega alegre.

—Repito, estás equivocada. No pude hablar con él —señaló Axel, huyendo de la mirada de la chica—. Tengo una rara, y muy real, alergia a los alfas.

Se llama: embarazo.

—Nunca dije que mi amigo fuera alfa —soltó ella en una risita—. Es omega.

A menos que las clases de educación sexual fueran erradas, entonces no veía factible que un omega le embarazara. Axel Green volvió a sentirse tan idiota como de costumbre.

—Lo que sea, no estuve allí —suspiró con los nervios retorciéndole la tripa. Una mujer, a lo lejos, los miraba con desaprobación. Axel recordó que se hallaba en una biblioteca—. Tengo que irme.

—Un momento —pidió ella, siguiéndole—. En serio, mi amigo quiere verte.

La imagen de salir con una completa desconocida resultó para Axel —quién se embarazó de un desconocido— no tan horrible como hubiera querido. Aun así, pensó que sería una pésima idea y lo confirmó cuando notó la mirada curiosa de Brice sobre ellos. Una alarma se encendió en su cabeza, y Axel se apresuró a irse de ahí. ¿Acaso sabe lo de esa noche?

—No tengo tiempo —se excusó Axel sin mirar a la muchacha—. Tengo turno en el hospital.

Porque sí. Daría punto final a todo eso.

* * *

La estructura se presentó de acero y cristal, el más novedoso hospital Ross especializado en omegas. Sus características principales partían desde complejas cirugías de desvinculación, pasando por estudios clínicos de la voz, hasta, y a lo que iba, abortos.

Axel demoró dos horas desde el campus para llegar allí. Fue a medio camino que reparó en la falta de su móvil, pero no lo lamentó. Cuando vio el edificio, firme y esperanzador, se abrumó tanto que terminó quedándose otras dos horas en una cafetería cercana.

No tenía idea que decir cuando estuviera dentro. Podría acercarse a la mesa de informes y pedir, bueno, información, pero... ¿Cómo lo haría exactamente? Pediría un aborto, y la mujer le diría que pasara por la caja 3:

—Buenas tardes. Aquí tiene su misoprostol, ¿algo más?

—Sí, oí que tienen mermelada de feto...

—Oh, sí. Tenemos de cuatro sabores; violación, irresponsabilidad, riesgo para el gestante, y mi favorita, anticonceptivos fallados. ¿Cuál desea?

—Violación —diría Axel iluminado—. Por cierto... ¿Tendrán bebidas del llanto de los provida? Hace maravillas con el estreñimiento.

Si que tienes mucha imaginación, Axel.

Ignorando su inseguridad y la mirada del guardia, Axel atravesó la puerta del establecimiento dando grandes zancadas. Pasó de largo el puesto de informes y se dirigió a la sala de urgencias donde diría que se sentía mal del estómago.

Señorito DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora