Solo entonces, su padre supo que había perdido. Si estando separados imponían respeto, juntos inspiraban terror. Solo le quedaba una opción posible: eliminarlos antes de que ellos extendieran su poder. No podía permitir que sus propias creaciones fueran las que lo llevasen a la ruina. Por fortuna, hasta el momento no había podido hacerlo y hoy, gracias a los símbolos con los que Jeremías protegía tanto a ellos como a la vivienda que compartían, seguían eludiendo sus pobres y desatinados intentos de atraparlos.

Lo peor era que ninguno estaba interesado en ocupar su lugar. Habían decidido escapar de esa vida y dejarla atrás; utilizar sus dones, sus poderes, para el bien y no para destilar más odio en la humanidad. Esta ya tenía suficiente con haber sido dejada a su suerte por los seres que debían protegerla en primera instancia como para tener que padecer los continuos asedios de los demonios. Y aunque algunas personas no merecían su ayuda, muchos otros sí y no los abandonarían.

—¡Mierda! —gritó, furioso, sin poder apartar los ojos de sus queridas soldados—. ¿Cómo es posible que esto haya pasado en nuestra zona?

—Lo... lo siento, Ezequiel —se lamentó uno de sus guerreros quien, tirado en el asfalto, agonizaba debido a las profundas heridas—. Intenté protegerlas, pero nos estaban esperando y yo... Eran demasiados...

—Shhh, Iván, no hables ahora —ordenó Rafael mientras reprendía a su hermano con la mirada—. Necesito que estés calmado para que pueda trabajar con mi energía —prosiguió colocando sus manos sobre el pecho del combatiente caído.

Al instante, sus palmas se encendieron irradiando una luz cálida y dorada. Era uno de los más poderosos sanadores. De los tres hermanos, él era el más relajado —si acaso eso era posible—. Como todos los de su clase, solía guiar sus acciones con compasión y empatía, no obstante, también podía ser despiadado a la hora de proteger a su gente. No solo tenía la habilidad de curar, sino también la de causar las enfermedades más terribles provocando en sus enemigos una lenta y dolorosa muerte.

—No lo hagas, no lo merezco —replicó, avergonzado, a la vez que intentó apartarse de su toque. Pero la tos le impidió seguir resistiéndose.

Eso pareció hacer reaccionar a Ezequiel quien, de inmediato, se puso en cuclillas frente a su vulnerable soldado y apoyó una mano sobre su hombro.

—No fue tu culpa, Iván —susurró transmitiéndole la calma que necesitaba.

Ese era otro de sus dones. Tenía el poder de controlar las emociones. No imponerlas, sino potenciarlas o aplacarlas, según fuere el caso. Y en ese momento no quería más pérdidas. Su guerrero viviría, aunque terminase sin energía. No le importaba. Lo daría todo para ayudarlo. Además, no lo culpaba. Ningún otro en su lugar habría podido salvarlas. Según lo que les había contado, lo sobrepasaban en número y sabían exactamente dónde encontrarlos.

Maldijo en su interior al caer en la cuenta de que esto no había sido azaroso. En los últimos meses había habido una seguidilla de ataques, todos contra sus guías y no solo en la zona que él controlaba. Era evidente que alguien estaba detrás de los mismos, lo que no sabía era quién. Hacía tiempo que no habían vuelto a oír de Samael y, aunque sabían que seguía en el poder, pensaron que finalmente había desistido de ellos. ¿Acaso se confiaron demasiado? Quería creer que no.

Había pasado décadas perfeccionando cada operación de forma estratégica y detallista con el objetivo de evitar que este tipo de cosas pasaran. Por esa razón, los guías siempre iban acompañados de un guerrero cuando acudían al auxilio de algún humano y nadie, con excepción de los jefes de zona y él por supuesto, conocía esos movimientos. ¿Cómo habían hecho entonces para descubrirlos?

—Hay un traidor en nuestras filas, Ezequiel.

La voz de su hermano menor hizo eco de sus pensamientos y por un momento pensó que le había leído la mente. Claro que eso era imposible. De los tres, solo él tenía esa habilidad y solo cuando se concentraba en ello. Sin embargo, eran demasiados años juntos y lo conocían a la perfección.

Su ángel guardiánМесто, где живут истории. Откройте их для себя