Capítulo 4

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A la mañana siguiente despierto a las 9:00 y Tiana se ha molestado conmigo por eso.

—¡Llegaremos al Capitolio en cualquier momento y tú aún sigues dormida! —Me reclamó Tiana. Nunca creí que se pusiera tan histérica.

—Calma, —le contesto serena— ya estoy despierta y vestida. —Tiana refunfuña un poco y continúa acomodando todo.

Me siento en la mesa y me como unos panecillos de mantequilla y tomo un poco de jugo de naranja. Sean también está ahí, aunque ya ha comido. Jeffrey se incorpora al vagón comedor con nosotros.

—¡Vaya! —dice Jeffrey sobándose uno de sus oídos—. Esa mujer grita mucho. Aun no me acostumbro. —Se sentó y tomo uno de los panecillos que se encontraban en la mesa.

Me pongo a examinar el físico de Jeffrey. Se ve que no pasa de los 50 años, y si no es así se conserva muy bien. Su cabello es de un color cobrizo y es alto, más que Sean. La verdad es que es bien parecido. Sin embargo, es un agente de la paz y los aborrezco. Fue por un agente de la paz que mi padre murió. El agente tomo unas cosas, no estoy segura qué, del huerto. Cuando se enteraron de que faltaban ciertos utensilios, para que él no se viera perjudicado, decidió culpar a la primera persona que vio, y esa persona fue mi padre. Torturaron a mi padre en la plaza, donde todos lo pudieran ver, mamá no dejo que viéramos eso, sin embargo, lo escuchaba todo, fue horrible. Mi padre, como buen orgulloso, no grito ni pidió suplica, pero falleció por los maltratos, desangrándose. En aquel entonces yo tenía 7 años y Sebastián tenía 3 años. Al él morir la situación complico un poco, así que Clarisa tuvo que pedir más teselas de lo normal, pero eso fue solo por dos años. Luego de tres años sin poder pedir teselas, llego la hora de que yo pudiera ir a los juegos, y comencé a pedirlas yo también. Odio a los agentes de la paz, es por eso que defendí a Christine aquel día, porque no quería que sufriera como lo hizo mi padre. De pronto algo me saco de mis pensamientos. Empecé a vislumbrar algunos grandes edificios muy modernos; estábamos en el Capitolio.

—¡Ya estamos llegando! —escuché gritar a Tiana desde el otro lado con mucho euforia. —Al llegar los verán los estilistas. ¡Ya quiero ver como los vestirán! —Da unas palmaditas y sigue saltando y cantando por todo el vagón.

Entramos en un túnel y eso quería decir que ya estábamos llegando. La claridad llego otra vez, causándome un fuerte impacto a los ojos y vi a muchos ciudadanos del Capitolio saludándonos, todos ansiosos de conocernos. Sean y yo sonreímos y empezamos a saludarlos de vuelta. Ante todo, educación.

—Que no los engañen —Jeffrey se colocó detrás de nosotros, hablándonos en susurro y firme—, muchos de ellos solo quieren verlos muertos.

El tren se detuvo y al salir muchos empezaron a tomar fotos, con flashes que me molestaban mucho. Nos condujeron a un edificio y nos separaron. Inmediatamente unas dos o tres personas me tomaron de los brazos y me llevaron hasta un cubículo, donde me recostaron en una pequeña camilla. Me depilaron las piernas y las cejas, realmente dolía. Uno de ellos empezó a lavarme y a tratarme el cabello. Otra se ocupaba de mis uñas. También me maquillaron, solo me faltaba la ropa. Una vez que habían terminado conmigo me dejaron en otra habitación, donde me dijeron que conocería a mi estilista. Me dejaron solo con una bata. Me pregunto cómo nos vestirán. De pronto se abre la puerta y entra una mujer joven, la cual se ve a leguas su estilo disparatado del Capitolio.

—¡Tú debes ser Amanda Brown, Distrito 11! —dice, alzando los brazos como si fuera a darme un abrazo, pero finalmente no lo hace y solo junta sus manos, alegre—.Mi nombre es Genevieve, seré tu estilista. —hace una pequeña reverencia en su presentación. Acto seguido, lleva su mano a su mentón y empieza a escanearme—. Bien, eres muy bonita, Amanda.

Distrito 11: el primer Vasallaje de los 25.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora