Capítulo 3

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Nos encaminan a Sean y a mí dentro del Edificio de Justicia. Aquí es donde se hacen todos los oficios legales del Distrito. Recorremos un gran pasillo y finalmente nos dividen en habitaciones separadas. Al entrar a la mía veo que todo es tan lujoso. Hay un sofá que tiene pinta de ser muy acolchonado. Y sin pensarlo me siento. Aun estoy atónita por todo lo que paso y siento que no puedo seguir parada. El Distrito 11 voto por mí e iré a los juegos. Quiero llorar, pero siento que no debería, no aún. Se abre la puerta y entra mi madre con Sebastián. Ambos están llorando. Mi madre corre en mi dirección y me da un fuerte abrazo. Sin darme cuenta yo también estoy llorando. Genial, y yo que no quería llorar ahora, pero no puedo aguantar más.

—¡Cariño! —dice mi madre mientras me abraza fuertemente. Su llanto se escucha por toda la sala y eso me hace llorar aun más. Tengo que preguntarle algo importante, antes de que se nos acabe el tiempo.

—¿Tu lo sabías? —mi voz apenas se oye. Mi madre se separa de mí y me ve directamente a los ojos.

—¿Qué?

—¿Ustedes lo sabían, que yo iba a ir a los juegos? —pregunto en tono acusatorio. Los veo a ambos a los ojos y cada quien desvía la mirada. Ni mi madre, ni mi hermano responden—. ¡Contéstenme! —esta vez estaba gritando. Exigía respuestas. Mi madre abrió la boca para decir algo, pero se arrepintió. Se sentó en el sofá cubrió su cara con sus manos y empezó a llorar. Me agache enfrente de ella y le separe las manos—. No los juzgare, mamá. Solo necesito saberlo. ¿Ustedes lo sabían? —mi voz bajo y lagrimas silenciosas recorrían mi cara. Mi madre asintió levemente—. ¿Ustedes votaron por mi? —esa pregunta me parte el alma, pero necesito saberlo. Mi madre volvió a asentir. Alguien me abrazo por los hombros, era Sebastián —. ¿Por qué?

—Eres buena con los cuchillos —dijo finalmente Sebastián, mamá ya no podía hablar—, creímos que serias una buena representante para el Distrito 11. —Abracé a Sebastián el cual empezó a llorar nuevamente.

—Ya terminó la visita —dijo un agente de la paz que se asomo por la puerta.

—Unos minutos más —le suplico.

—No, ya es hora —se acerco a nosotros, tomo a mi madre por el brazo y se la empezó a llevar, más atrás iba caminando Sebastián.

—¡No! ¡Esperen! —el agente de la paz me empujó— ¡No he terminado!

—No nos odies, hija —dice mi madre—. Te amamos. —Y es lo último que ella dice antes de que cerraran la puerta.

—Yo también los amo —susurro.

Me vuelvo a sentar en el sofá acolchonado y comienzo a llorar. La puerta se abre nuevamente y me estremezco. Clarisa entra a la habitación. ¡Clarisa! Si vino. Corro hacia ella y la abrazo.

—¡Oh, Amanda! —Me dice Clarisa—. Nunca creí que de verdad votarían por ti. Creí que eran solo rumores. —Aun no me suelta y quiero que siga así, quiero aferrarme a ella y nunca más soltarme.

—¿Por qué? —le pregunto a mi hermana. Ella me suelta—. ¿Por qué lo hicieron? Sebastián me dijo que soy… que soy buena con…

—Los cuchillos. —Termina mi hermana—. Si, lo eres. ¿No te das cuenta? Las manzanas, la gallina. ¡La gallina, Amanda! Si pudiste matar a una gallina escurridiza, puedes hacer lo mismo con los demás tributos. El Distrito 11 votó por ti porque ven en ti a una vencedora. —Me doy cuenta que ya no estoy llorando, estar con Clarisa me calma—. Yo se que vas a regresar a casa. Y serás asquerosamente rica. —Me rio, porque es verdad. Si gano en los juegos tendré mucho dinero. Viviré en la aldea de los vencedores, la cual esta deshabitada. Cámaras a donde quiera que vaya. Y la parte que a todo el Distrito 11 favorece, les darán comida buena cada mes durante todo un año—. Yo se que la suerte esta de tu lado, hermana.

Distrito 11: el primer Vasallaje de los 25.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora