— Sí, gracias.
Le pasé una de las maletas que tenía agarradas.

— Dame la mochila también, seguro estás muy cansada.

— ¡No! No te preocupes, estoy bien.

— ¡No seas terca! Se te ve a leguas qué estás exhausta, deja ayudarte. — dijo en un intento por quitarme la mochila de los hombros.

— Está bien entonces. — dije después de ver su insistencia. — Toma.

Después de retirar la mochila de mis hombros sentí un peso menos. Literalmente.
En cuanto salimos del aeropuerto, nos subimos a un taxi con dirección a su casa. De camino empezamos a platicar.

— ¿Qué tal estuvo el viaje? — miraba al frente hasta que terminó de decir la pregunta y me miró sonriendo.

La verdad no sabía que responder a eso, el vuelo, el viaje fue de locos. Había un señor durmiendo a mi lado casi todo el viaje y roncaba fuerte, detrás de nosotros había una señora con un bebé que solo lloraba y delante había dos personas discutiendo, la cosa es que no sé lo que decían porque era en un idioma extraño. No era coreano ni tampoco inglés, más bien parecía ruso o algo parecido.
Literalmente de un viaje loco, quería que fuera diferente ya que era mi primera vez en los aires.

— Estuvo bien. — respondí mirando hacia delante. Miraba a todos lados a través de los cristales de las ventanas del auto.
Todo era muy lindo, muchos lugares lujosos y estéticos, muchas personas caminando con ropas elegantes y de buena marca, pero bueno, es la ciudad de Corea. Es Seúl es lo que mayormente se ve ahí.

— ¿Solo bien? — preguntó ceñuda. — ¿Solo eso?

— Sí, solo eso. — respondí seca.
Ella me miró confundida, se acomodó en su asiento para quedar frente a mí y me pegó suave.

— ¡Hey! — la miré sorprendida. — ¿Qué sucede?

— El que estés en Corea no significa que tengas que estar callada, así sin decir nada. No todos los coreanos son tímidos, ni reservados ni todo lo que piensas que somos.

— Lo siento, es que estaba un tanto perdida con lo que estoy viendo. — dije señalando la ventana.

— Te pareces a mi primo en esas cosas. — exclamó volviendo a mirar hacia delante. — Él es muy apasionado con las cosas exóticas y estéticas. Es muy lindo.

— Ah, ¿sí?

— Sí. — me miró de reojo. — Deberían de algún día salir a pasear los dos. Estoy segura de que tienen mucho en común y se llevarían bien.

— Eso suena bien. Tal vez lo haga, nadie sabe si después nos volvemos buenos amigos. — la miré y sonreí pícara.
Ella también lo hizo. Sentí que supo lo que quise decir en cuanto hablé.

— ¡Oh! Eres muy atrevida. Me gusta.
Después de unos minutos, los cuales parecían horas, llegamos a su casa. Las dos bajamos del auto amarillo, el señor que iba manejando nos ayudó con las maletas y las colocó frente a la puerta de la casa.

— Gracias. — dijo al conductor.
Le entregó el dinero y cerró la puerta del auto.

Cogí las maletas, ella sacó de su bolso negro las llaves de la casa y abrió la puerta. Entré con las maletas en mano y las coloqué cerca del mueble que quedaba a unos pasos de la entrada. Miré detenidamente cada espacio de la casa, era muy bonita y acogedora; estaba pintada de gris claro, sus muebles eran de color marrón y los cojines de gris oscuro. Combinaba muy bien con la pequeña alfombra marrón, al parecer le gustaba mucho lo estético y eso era algo que teníamos en común. El piso era de cerámica moderna contemporánea la cual hacía juego con la mesita que había en medio de los muebles. Al lado de ésta había una pequeña y coqueta silla de color gris oscuro y además tenía un banquillo para colocar los pies. Todo era tan delicado que me daba miedo estropearlo todo con mi torpeza.

Melodías del corazón || PJM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora