❝Sadismo❞ || 𝐄𝐫𝐞𝐧 𝐉𝐚𝐞𝐠𝐞𝐫 (+¹⁸)

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Jaeger se terminó de cambiar, no era una fiesta formal, se decidió ir con unos pans negros y una playera roja lisa.

— Es una fiesta, Eren, tampoco es para que vayas con pans. — dije al verlo. 

— Viendo que tú te llevarás un vestido, creo me cambiaré. Pero no sé qué ponerme, maldición. — rascó su nuca haciendo una mueca.

— Llévate el pantalón negro que tienes allí, mi vestido igual será negro.

— Mh, no suena mal. — se cambió su pans. Después, cepilló su cabello y lo amarró en una coleta. — Hey, te tengo un regalo.

— ¿Regalo? Aún no es mi cumpleaños. — reí bajo. 

— ¿Y eso qué? Lo vi e imaginé que se te vería bien.

— ¿Qué cosa?

Eren caminó hacia un cajón de uno de los muebles pequeños que estaba en la misma habitación y sacó una bolsa.
Dentro de esa bolsa había otra más pequeña, color negro y con algunas decoraciones de brillitos.

— Se ve muy elegante. — la agarré. — Gracias, don millonario. — mencioné al ver el precio.

Reímos.

— No soy millonario, esa bolsa no estuvo tan cara. Se te verá bien con el vestido que llevas puesto.

Me lo coloqué y efectivamente resaltaba gracias a las decoraciones que traía.

— ¿Tardas en acabar? — cuestionó.

— Todo depende de mi delineado, si sale a la primera, en 15 minutos estoy.

— ¿Y si no sale a la primera?

— Media hora más. — hice una sonrisita.

— Te ves bien sólo con esa cosa en las pestañas, no hay necesidad de hacerte el delineado, amor.

— Nada de eso. Ahora ya no me distraigas. — tomé mi delineador y comencé a hacérmelo.
Gracias al universo salió a la primera.

— ¿Y bien? ¿Ya podemos irnos o tendré que esperar más tiempo? — lo dijo un toque desesperado pero en broma.

— Descuida, corriste con suerte, mira. — puse mi rostro a la altura del de él y cerré mis ojos para que apreciara lo que acababa de hacer.

— De los god. — presionó mi nariz. — Bueno, ahora sí podemos irnos, ¿verdad?

— Yep. — metí algunos cosméticos y mi celular a mi bolso nuevo.

Salimos del apartamento y nos adentramos en el coche de Eren para ir a la fiesta de Mikasa y Jean.

(...)

— Te lo dije, sí vino. — escuché la voz chillona de Laila detrás de nosotros.

Estábamos entrando al apartamento de los creadores de la fiesta.