Capítulo 16

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Después de ese viaje, Jungkook evitó a Jimin tanto como le fue posible.

No volvió a reunirse con él a solas, ni volvieron a viajar.

Dedicó los dos meses siguientes a intentar afianzar aún más su relación con Soobin, y una vez cada quince días, lo invitaba a cenar con él y sus hijos.

Pero, nunca, ni una sola vez, pudo irse a la cama con el sin recordar los besos de Jimin, sus pezones rosados entre sus manos, y la pequeña y suave mano del chico acariciando su pene inflamado.

Antes de acabar el año le quedaba una última prueba de fuego que sortear, pero ya tenía todos sus planes decididos.

Ese fin de semana era la fiesta de la empresa, a la que iría acompañado de Soobin.

Dos días después partiría en el último viaje del año que haría con su abogado a Roma.

Todo estaba decidido.

Volvería a casa el último día del año, y esa misma noche, le propondría matrimonio a su novio.

Sabía que no amaba a Soobin, pero también sabía que no encontraría una pareja más adecuada.

Era lo que tenía que hacer y era lo que iba a hacer.

Ese día Namjoon no había ido a trabajar, por eso, cuando el abogado necesitó el visto bueno para unos contratos que tenía que finiquitar, se vio obligado a ser él quien se reuniese con él.

—Necesito que te mires estos contratos —dijo entregándole las carpetas y sentándose frente a él.

Sin contestar se dedicó a revisar los documentos.

No podía mirarlo. Ese día estaba particularmente hermoso. Llevaba el cabello perfectamente peinado que le daba luz a su rostro.

La camisa blanca se veía suave y apenas dejaba translucir su pecho.

—Me parecen perfectos —dijo pasando las carpetas por encima de la mesa hacia él. La sonrisa sarcástica en el rostro del joven le irritó —¿Qué?

—Nada —sonrió el divertido.

—¿Qué pasa? —insistió

—Me pregunto si ya te sientes más tranquilo.

—¿A qué te refieres?

—Ya has comprobado que puedes reunirte conmigo sin que salte sobre ti.

—No sé qué quieres decir.

—Aunque tal vez lo que sientes es miedo a ser tú quien no pueda resistirse.

—¿Resistirme a qué?

—A tirarte sobre mí —sonrió petulante.

—Por Dios, Jimin, eres un niño.

—Tal vez, pero te pongo más duro que cualquier persona de cuarenta.

—Tienes la edad de mi hijo.

—Físicamente, Jungkook. Sólo físicamente. Tu hijo es un crío. Un niñito malcriado.

—Y supongo que a ti no te van los niños —arguyó.

—A mí me van los hombres, Jungkook. No me importa el año en que nacieran, ni la edad que refleje su documento de identidad. Me da igual si tienen veinticinco, cuarenta y tres o dieciocho. Me importa que sean maduros, adultos y sepan lo que quieren.

—¿Y crees que yo sé lo que quiero? —indagó con voz ronca a la vez que se acercaba a él amenazador.

—Diría que sí —murmuró sintiéndose levemente preocupado pero terriblemente excitado.

Seducción prohibida Where stories live. Discover now