morfeo ; fem! ls

escucha los latidos de mi corazón

escucha los latidos de mi corazón

Louise lo llevaba todo con naturalidad. Como si no fuera increíble que una chica como ella se hubiera fijado en alguien como Harry. Un día se tumbó a su lado y le contó entre risas que su padre ya lo sabía. Ella estaba en plan, ¿y por qué no me lo dijiste cuando empecé a salir con Randall? —«Randall» pensó Harry. «Encima Randall. Si es que es para joderse» —. Y él le contestó que quería que lo descubriera por su cuenta. Y Louise luego de contarle eso besó a Harry y ya está, todo era magnífico. Todo era sencillo.

Sencillo, como conocer a sus amigas. Todas la rodearon y todas gritaban con voces tremendamente agudas y le preguntaban cosas tan rápido que a Harry no le daba tiempo de contestar. Que cuánto medía, que si había salido con chicas antes, que más le valía tratar bien a Lou, que si, que cuándo, que... Louise reía sentada en uno de los sillones del bar, contemplando la estresante escena con satisfacción. Comenzó a sonar por los altavoces Wannabe de las Spice Girls. Harry no pudo evitar sonreír.

Sencillo, como cuando estaban solas y la luna las iluminaba. Y Louise estaba desnuda y Harry estaba sudada, y ella ponía una mano en su pecho —Louise sí tenía pechos, y Harry se sonrojaba cada vez que se acercaba a ellos— y se humedecía los labios mirándola con fijeza e intensidad.

—Escucha —decía —. Escucha los latidos de mi corazón.

Entonces Harry decía que para escucharlos tenía que ponerse más cerca, y acercaba la oreja al torso de su novia. Y allí estaban, un bum bum constante y alterado. Caliente y tranquilizador. Mientras pudiera juntar esos sonidos con sus propios latidos, y unir sus manos con las suyas, y tocar sus labios con los propios y hundir sus dedos en ella, todo estaría bien. Y no importaba qué horrores pasaran en el reino de Morfeo, porque ella solo era cautiva en él por unas cuantas horas cada día. Y, al volver a su mundo, al despertar, encontraría a su verdadera soberana dispuesta a consolarla.