dame la mano

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dame la mano

Una semana después a Harry todavía le dolía el cuerpo cuando lo giraba, pero estaba de nuevo en su habitación de la residencia. Louise la abrazó con fuerza y ella se quejó, pero se atrevió a reír y apartar con dos dedos los mechones que caían en la frente de la chica.

Su madre interrumpió el momento. Dejó la maleta en la cama. Louise se apartó como el rayo. Las mejillas de ambas chicas estaban rojas, y la madre de Harry las miró con cansancio. Sabía que ese momento iba a llegar en algún momento, y, la verdad, le daba mucha pereza preocuparse por amores de juventud.

—Voy abajo a tomar un café y luego me pasaré por el despacho del rector —dijo, excusa barata para dejarlas solas.

Louise apoyó las manos en la camiseta de Harry justo cuando la puerta se cerraba a sus espaldas. La miró preocupada y murmuró su nombre. Harry sonrió.

—Ven, dame la mano.

Y Louise así lo hizo. Se acercó más a ella y apoyó la cabeza en su pecho. Harry aspiró, deseosa de encontrarse de nuevo con el aroma de su compañera después de tantos días.

—Harry...

—No me has dado la mano en siete días —balbuceó Harry —. Las noches han sido horribles.

Louise selló su declaración con un beso.

morfeo ; fem! lsWhere stories live. Discover now