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En otro lugar
Narrador omnisciente

El viento fluía con normalidad un día fresco en el campo. Donde un granjero iniciaba su día como cualquier otro.

Ese día el granjero se levantó de su cama y fue por el maíz para sus pollos.

Cada mañana hacia lo mismo, daba de comer a todos sus animales, pero siempre empezaba por los más pequeños, "los pollos".

Se dirigió al corral de estos, pero se llevó una pequeña sorpresa al ver que casi la mitad de ellos estaban en el piso, muertos.

Inmediatamente el granjero llamo al veterinario, para saber cuáles habían sido las razones de la muerte de la mayoría de sus pollos.

Unos veinte minutos después llego el veterinario.

— ¿Les ha dado algún tipo de medicamento?—le pregunto el veterinario al granjero, mientras revisaba a los pollos muertos.

—No. Simplemente cuando me levante ya estaban así.

—Mm... Puede que sea una bronquitis infecciosa aviar—dijo el veterinario—o algo peor ya que en menos de un día a matado a demasiados. ¿Dijo que ayer todos estaban bien?

—Sí. Estaban perfectos, comían y tomaban agua con normalidad.

—Esta bien—dijo el doctor levantándose— mañana volveré para ver como siguen los demás. Si continúan muriendo tendré que llevarme muestras, ya que podría tratarse de un nuevo virus.

—Está bien.

Una vez que el veterinario se fue, el granjero regreso a donde se encontraban sus pollos, para poder sacar a los muertos y enterrarlos.

"Esto es una gran pérdida"

Pensó el granjero pasándose una mano por su cabello negro con algunas canas. Cuando estaba a punto de entrar dentro el corral, alcanzo a ver a un pollo de los que estaban vivos, se estaba comiendo a picotazos a uno de los que estaban muertos.

Al percatarse de eso, el granjero entro dentro el corral para espantar a la gallina, no le asustaban sus animales ya que todos eran mansos.

Se acercó a la gallina espantándola.

—Chsu, chsu. Fuera, fuera.

La gallina dejo de picotear al pollo y en un acto rápido salto directo al granjero.

Causo que el granjero callera sobre su espalda. La gallina empezó a picotearle el brazo derecho, sacándole pedazos de carne causando que del brazo del granjero brotara una gran cantidad de sangre.

El pobre hombre gritaba por el dolor que le estaba causando las heridas echas por la gallina.

En un arranque de supervivencia, el granjero como pudo agarro el cuello de la gallina y lo jalo, separando la cabeza del cuerpo de la gallina.

Una vez muerta el hombre se dejó caer sobre su espalda. Mirando el techo que poco a poco se iba distorsionando, pasando por su mente el recuerdo de sus hijos, de sus nietos, los momentos felices que tuvo con su esposa, y de la nada todo fue oscuridad para el hombre, ahí tirado, desangrándose.

La esposa del granjero ya se había despertado y estaba terminando de colocar la mesa para su desayuno, una vez que termino de colocar todo fue a buscar a su marido.

Se dirigió directo al coral de las gallinas ya que ella sabía que el siempre daba primero la comida a las gallinas.

Cuando llego a la pequeña reja del gallinero que le llegaba casi al ombligo, vio dentro del gallinero, algo horrible tanto que se tapó la boca con las manos por la impresión.

Estaba ahí su esposo parado dentro del gallinero mirándola, tenía sangre saliendo de su brazo derecho, y estaba parado un poco inclinado para un lado, él hombre empezó a caminar hacia la mujer a pasos lentos y torpes, como cuando un borracho camina hacia su casa después de haberse bebido casi un bar enterró.

—Cariño... ¿qué te paso?—dijo la mujer mientras le caían lagrimas por sus mejillas.

En su intento por ayudarlo, abrió la pequeña reja y entro corriendo directo hacia su esposo, con el que había compartido 48 años de su vida.

—¡¡¡AAAHHH!!!

Soltó un grito ensordecedor la mujer. Ya que apenas se había acercado lo suficiente a su esposo y este se le había prendido del cuello sacándole un pedazo de piel de esa zona. El hombre que había amado por cuarenta y ocho años de su vida, en estos momentos se la estaba comiendo viva , sin importarle toda la sangre que brotaba o los gritos que la mujer lanzaba, él granjero se la seguía comiendo, como un caníbal.

Los vecinos al escuchar el grito de la mujer, empezaron a ir a ver qué pasaba, sin saber que ese dicho que dice "la curiosidad mato al gato", los mataría a ellos porque ese granjero y su esposa ya no eran humanos, ya no eran personas, si siquiera seres vivos, eran muertos vivientes, eran, zombis.

                                                                                        Nota de la autora

        Puede que algunos me digan
        "un animal no puede contagiar 

nada a un humano"

Bueno pues esto es ficción así que aquí todo se puede

Les pido que me den un voto y le den una pequeña oportunidad a este libro, gracias.

         
  Gabriela rosas.

CAMINAR ENTRE ZOMBIS [Editando]Where stories live. Discover now