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Era lunes, odiaba los lunes, por el simple echo de tener que levantarme temprano.

A mis 18 años de edad, ya me estaba hartando de levantarme, desayunar, ir al colegio, volver a casa, almorzar y luego cenar e irme a dormir.

Me levante de mi cama para ir al baño, me di una ducha, y me coloque mi uniforme, que consistía en una falda de cuadros blancos y negros, y una camisa blanca.

Baje las escaleras para dirigirme al comedor, donde se encontraba mi padre sentado a la cabecera de la mesa.

—Buenos días papi—le dije dándole un beso en la sien y sentándome en la silla a su lado izquierdo.

—Buenos días cariño—me respondió sin apartar la vista de su periódico, en el cual él y mamá son la portada y el titular es "nuevo proyecto que está por lanzar el famoso Andrés feming".

Mi padre, el famosísimo Andrés Feming, propietario de la empresa más grande de tecnología, es muy famoso gracias a cada invento nuevo que presenta. Y mi madre la importantísima y más creativa diseñadora de modas, Analia Bach.

Cuando ambos se casaron no se convirtieron en la pareja del año, sino en la pareja de siglo, porque hasta el día de hoy sigue dando mucho... de qué hablar su matrimonio.

Dos meses después de su boda, mamá se embarazo de mí, y nueve meses después salí al mundo. Era tan solo una hermosa bebé, que salía en la portada de cualquier revista que te pudieras imaginar, pero al día de hoy soy la famosa, Samanta Feming
Bach—famosa por ser hija de mis padres claro está—una chica en una escuela de ricos donde solo entra gente con demasiado, pero demasiado prestigio y dinero.

Volviendo a la realidad, mi mamá se apresuraba a bajar las escaleras vestida, con una falda tubo y una blusa.

Siempre me dijeron que me parecía demasiado a mi madre, ya que ambas compartíamos el cabello rubio, y los ojos azules que nos caracterizaban, en fin éramos muy parecidas.

Ella se sentó delante de mí en la mesa, y unos segundos después la sirvienta le trajo su desayuno.

—Buenos días cariño, ¿cómo amaneciste?—pregunto dirigiéndose a mí.

—Bien—me limite a responderle.

No es que tengamos muchas charlas, ya que mi madre iba de viaje en viaje por sus desfiles, y mi padre también, así que el 50% de mi vida me la pasaba sola en esa inmensa casa.

—Ya me tengo que ir, se me hace tarde—dije levantándome de mi silla para recoger mi mochila, y darle un beso en la mejilla a papá y luego a mamá.

—Cuídate cariño—dice papá.

—Y pórtate bien Samanta—secunda mamá.

—No se preocupen yo siempre me porto bien—les dije regalándoles una pequeña sonrisa.

Antes de que me fuera mi madre volvió a hablar

— ¡Ah! Samanta, me olvidaba decirte que hoy tenemos que hacer un viaje con tu padre. Tiene una reunión en Canadá, y yo también tengo cosas que hacer haya, así que aprovecharé para ir con él.

—Está bien, no se preocupen. ¡Adiós!— dije mientras salía y me subía al auto donde mi chofer me llevaría.

Siempre le insistí a papá para que me diera un auto pero nunca quiso, así que me tuve que conformarme con un chofer.

De camino al colegio todo parecía normal: niños jugando, gente caminando... Nunca pensé que ese 2 de marzo del 2054 todo cambiaría. Nunca pensé que ese adiós a mi madre y a mi padre seria el último, que esos niños jugando en la calle serían los últimos niños, normales, que vería caminar, y que esa sonrisa de mis padres y esemomento de paz que tuve de camino al colegio. Serían los últimos.

CAMINAR ENTRE ZOMBIS [Editando]Where stories live. Discover now