Capítulo 3: "La chica de blanco"

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Corrió hacia el granero y abrió la puerta, silbó sonoramente y de a poco comenzaron a salir perros a saltos, que al ver a Aaron empezaron a rodearlo y a saltar encima de él. Quedé atónita, nunca había visto perros tan hermosos, movían sus colitas de un lado para el otro, esperando el afecto de Aaron, que sonreía de una forma que jamás había visto en él, era genuino. Sonreí al verlo, ese chico era demasiado atractivo. Pegó otro silbido y los perros comenzaron a correr a todas direcciones, dejándolo solo.

Miró hacia donde estaba y se acercó rápidamente.

—Cuando me dijiste que me presentarías a tus amigos guapos, jamás me imaginé que fueran tan guapos—bromeé—. ¿Son tus perros de las carreras?

—Lo son. Él es Aquiles, el líder. ¡Aquiles, ven! —llamó a uno de sus perros, el que más destacaba alrededor de la nieve, ya que era negro y grande.

Corrió hacia nosotros y saltó encima de Aaron. Me miró y se acercó a mí con cautela, olfateándome. Aaron tomó mi mano y con cuidado me permitió que acariciara el pelaje de Aquiles, era tan suave, la nieve en su pelo lo hacía sentir extraño al tacto.

—Dios, parece un lobo, ¿cómo puedes ser tan lindo? —me puse de cuclillas para poder mirarlo bien a los ojos—. Hola, Aquiles, soy Emily, mucho gusto—acaricié su cabeza—. Pareces ser muy inteligente, ¿verdad?

Aquiles movía su cola incansablemente, mientras acariciaba sus orejitas. Sin esperarlo, me langüeteó la cara, haciéndome reír. Era extraño, por las alergias de mamá nunca pudimos tener algún tipo de mascota, papá adoraba a los animales, y yo había heredado eso. Los gatos de Mía se dormían en mis rodillas y el Hurón de James le encantaba jugar conmigo.

—Le agradaste—comentó Aaron, acariciando la cabeza de Aquiles. Chasqueó los dedos e hizo que el perro corriera con los demás—. No se da con cualquiera.

Volví a la banca, invitando a Aaron que se sentara a mi lado.

—Papá dice que tengo un don con los animales. —dije recordando como fui la única que no había sido mordida por el perro de la señora Hill, la vecina de James. Un perro diminuto bastante violento, a papá le encantaba porque era feo y tenía los dientes chuecos, parecía un perro drogado.

Todos le teníamos miedo, sobre todo James, que cada vez que podía le ladraba de vuelta y corría gritando hacia su casa cuando el perro lo seguía.

—Siento mucho lo de tu papá—dijo Aaron sorprendiéndome, dejé de lado todos los pensamientos que tenía y me concentré en él—. Nuestros papás eran amigos, ¿sabes? Él siempre habla de él.

Asentí, ¿qué podía decir? Papá nunca lo había hecho.

—¿Dónde está tu papá?

—No lo sé, no llegó anoche. —respondió con calma, cruzándose de brazos, mirando a sus perros, fruncí el ceño.

—¿Eso no te preocupa? —pregunté dudosa, negó con la cabeza.

—Ya me acostumbré, es mejor para todos.

"Mejor para todos", ¿qué significaba eso? ¿No tenían una buena relación? Me hubiese gustado preguntar, pero si no se llevaban bien, por experiencia propia, no era bueno comentarlo, yo no diría mucho. Cambié el tema hacia los perros, y la pequeña tensión que sentí por parte de Aaron se esfumó de inmediato.

Después de un largo rato viéndolos correr y ayudar a Aaron a alimentarlos, el padre de él hizo presencia. No me había dado cuenta que estaba allí, se encontraba en la puerta que daba hacia donde estábamos, observando lo que hacíamos.

Aaron apagó su sonrisa, e hizo un gesto de saludo hacia su papá, él le correspondió con el mismo gesto.

—¿Comieron? —preguntó el hombre, Aaron asintió. Su papá fijo su atención en mi—¿Quién es ella?

Todo sucede en NomeWhere stories live. Discover now