Capitulo XXIII: Raiden

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—Ni que lo digas, yo te hacía en otro país —comentó Raell.

—Estuve apunto de irme, pero no quería estar lejos de mi Andrea —habló tan apasionado por ella, que casi suelto un "ay" canturezco frente suyo.

—Ella cree que la odias —mi voz salió disparada sin ningún control verbal.

Me sonroje al darme cuenta que hablé demás.

Rafael quedó sorprendido en su lugar.

—Pensé que se iba a casar con su noviecito de torta.

Vaya, al parecer está enterado de muchas cosas.

—Ya no, todo fue un fraude desde el principio y ella no lo sabía —le conté.

Si podía hacer algo para que ellos volvieran lo haría, Andrea merecía ser feliz de nuevo.

—Es un dato interesante —lo consideró.

—Todavía no puedo creer que te encontré aquí hoy y que fueses tú quien me atendiera —Raell musitó lleno de ironía.

Y razón tenía.

Muchas veces no entendemos las jugadas del destino.

—Todo tiene un propósito —afirmó Rafael—, quizás éste sea una señal para reconquistar a la mujer de mi vida.

Dijo y enserio, este hombre era un amor. Ya veo porque flecho a la Andreita.

—La razón que sea amigo, te deseo lo mejor —reconfortó Raell.

—Eso espero —Rafael sonrió—. Si me disculpan ya regreso, voy por tus placas y tu historial médico —le avisó y se hizo camino a la puerta.

Raell y yo quedamos solos.

—¿segura que estás bien? —se aseguró de nuevo.

—Yo estoy bien, tu fuiste el más afectado.

Miré su brazo enyesado lastimera.

Él se encorvó de hombros.

—Gracias a Dios no fue mortal —dijo y negué la cabeza indignada.

—Aaron ésta vez se pasó de la raya —hablé con resentimiento—, debe pagar lo que hizo.

—No Liz —respondió serio.

Lo miré fruncida.

—¿A qué te refieres?

—No haremos nada en contra de Aaron, ya lo perdoné.

No entendí nada sus palabras.

—¿Entonces se saldrá con la suya como siempre? —pregunté incrédula.

—No voy arruinar la vida de mi amigo, Liz —sus ojos me encontraron.

Lo miré sin entender nada. ¿Cómo podía ser tan condescendiente después que casi nos matan?

—No entiendo Raell, lo que hizo Aaron es grave...

—Está perturbado Liz —me cortó el discurso—, sus celos lo llevaron a creer  que tenemos algo y cuando la persona se llena de odio hace locuras.

Lo trató de justificar.

—¿Y dejaremos que nos mate porque está perturbado?

—¿Lo metemos a la cárcel sin que nos importe nada?

Hice silencio ante su pregunta. En cierta forma si me dolería verlo encarcelado.

—¿Qué hacemos entonces?

Arriésgate Liz. Where stories live. Discover now