-Efectivamente-. Snape inclinó la cabeza. -Pasé directamente de Hogwarts a mi aprendizaje y luego a la enseñanza, así que nunca se me dio la oportunidad de presentarme. Dumbledore-, se burló, -ha sido mi apoderado desde que mi madre falleció. Ya es hora de que eso cambie-.

-¿No significa eso que a Dumbledore no le quedan plazas?- Señaló Ernie. -A no ser que se le haya otorgado algún apoderado en el último año-.

-Creo que en su mayoría estamos presentes y nos hemos hecho cargo-, confirmó Narcissa. -Por lo que sé, los únicos miembros del Wizengamot que murieron en la batalla fueron los que, casi con toda seguridad, legaron sus puestos a mi difunto marido. A menos que hayan actualizado sus testamentos recientemente, debería ganar bastantes más-. Parecía menos que complacida por ese resultado.

-Creo que algunos asientos se habrán extinguido-, reflexionó Draco, con un tono oscuro en su voz. -Crabbe y Goyle eran los últimos de su familia. Y creo que los Lestrange también han desaparecido-.

-Ya lo veremos-, dijo Narcissa con primor. -Y en ese sentido, será mejor que nos pongamos en marcha-.

-¿Tienen espacio para uno más?- El profesor Slughorn se deslizó por la puerta abierta, con las manos en las solapas de su chaqueta de terciopelo. -Llevo bastante retraso, mis disculpas. Pero he comido en mis aposentos, así que si todos están en camino, ¿podría acompañarlos?-.

En todo el caos, Harry había olvidado por completo que Slughorn también estaba en el Wizengamot.

-Por supuesto, Horace-, aceptó McGonagall con una media sonrisa. -Estaría encantada de la escolta-. Desde la batalla, Harry se dio cuenta de que el bastón que ella había usado después de ser golpeada con todos esos aturdidores el año pasado había comenzado a regresar de vez en cuando. Verlo le hizo retorcerse el estómago de forma incómoda; un recordatorio de que su hacha de batalla de jefe de casa no era tan indestructible e inmortal como siempre había parecido.

Slughorn se animó, ofreciéndole el brazo a la directora, y juntos salieron del vestíbulo.

Harry caminaba con la mano de Draco en la suya, mirando alrededor del grupo con silencioso asombro. Veintinueve asientos entre ellos, y posiblemente más, dependiendo de cómo fueran las cosas cuando todos los mortífagos fueran procesados y todos los testamentos promulgados. Casi todo el Wizengamot, por fin en manos capaces. Harry no tenía la impresión de que todos estuvieran de acuerdo en todo, pero sabía que podía confiar en que todas esas personas tomarían decisiones pensando en los intereses de todo el país.

-Me sigue impresionando que todos hayan conseguido convencer a los anteriores jefes de casa de que cedieran sus puestos a los adolescentes-, comentó Amelia mientras atravesaban los terrenos, esquivando con cuidado las cicatrices de la batalla. -Los que sólo tienen tutores apoderados es una cosa, ¡pero el resto! Señor Macmillan, estoy francamente asombrada de que su padre renuncie a su favor-.

Ernie se encogió de hombros, pareciendo un poco tímido. -Tuvimos una charla al respecto ayer, cuando fui a sacarlos de su escondite. Creo que pasar por esta guerra por segunda vez le ha hecho reconsiderar lo que quiere en la vida. Estaba sorprendentemente de acuerdo con todo el asunto, dijo que la mitad de nuestros problemas eran los viejos tradicionalistas que se aferraban a sus puestos demasiado tiempo, y que al Ministerio le vendrían bien unos cuantos jóvenes revolucionarios-. Sonrió a sus amigos y todos le devolvieron la sonrisa.

El Ministerio estaba a punto de recibir muchos de ellos.

Sin embargo, no todos los herederos del colegio se habían ganado a sus tutores como lo había hecho Ernie. La madre de Hannah, comprensiblemente, conservaba su puesto al menos hasta que Hannah saliera de la cama del hospital, y muy probablemente también hasta después de que se graduara. Pero la madre de Blaise no se iba a retirar del juego de la política a corto plazo, y Lord Patil no iba a escuchar ni una sola palabra de ello, tan reciente de la pérdida de su hija.

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