38

114 101 6
                                    

Lo menos que podía soportar ahora era un alejamiento por parte e Iria sin entender razones detrás de eso.

Y ¡sorpresa!, estaba ocurriendo.

Dicen que cuando un asunto no sale ni a patadas, hay que dejarlo estar. Eso hice toda la mañana, me dediqué a trabajar hasta que llegó la hora del almuerzo y no pude contenerme más.

— Necesito entender –digo a Iria que me ve con ojitos inocentes–. ¿Qué está pasando? ¿Qué pasa contigo ahora? Porque es lo mismo que antes: vivimos algo maravilloso y de la nada luego tú actúas con recelo respecto a mi persona.

— Matt vino...y hablamos –cuenta con tono bajo.

— ¿Y ese qué? ¿Ese pendejo para qué te busca ahora?

— No es lo que piensas, no se trata de su enamoramiento por mí, sino de ustedes: de los Chuker. Vino a advertirme que me aleje de ustedes, y Julia también.

Inspiro; suelto el aire por la nariz a causa de mantener presa mi lengua entre los dientes.

— ¿Y cómo por qué razón no deberían estar con nosotros? ¿Eh? ¿Qué dijo?

— Solo mencionó que estáis muy liados con problemas con la ley.

— ¿Solo eso?

— Sí.

— ¿Segura?

— Ajá.

— Eso ya lo sabían ustedes, no lo tomes en cuenta. Iré a almorzar...

— ¿No te quedas conmigo? He traído suficiente almuerzo para ambos.

— No. Me apetece más bien una pizza y así visito a Sar.

— Vale, bien. Cuídate.

— Para que sepas, esta tarde Sar y yo queremos tener una reunión con todos en el albergue.

— Okey, sí.

Iria duda de mí. Lo sé por su manera de mirarme como si de un momento a otro esperase que yo fuera a decirle algo que ella desconoce. No es así, porque nada le escondido y de hacerlo, no habría manera de que le sostuviera la mirada.

Por supuesto la culpa de este cambio abrupto la tiene Matthew Ulloa.

— ¿Se puede saber qué mierda andas regándole a mi novia sobre mí?

El muñequito de aparador se gira sobre la barra del bar. Emite una risita burlona que siente respaldada por la presencia de sus amigos, los Montesinos Prada, y no deja de observarme.

Izer Harzal está ausente.

— ¿Vienes a por un segundo desquite? –deja entrever– Porque así actúan ustedes para resolver sus diferencias: lanzando puñetazos.

— No fui yo el que se te fue encima aquella noche del Carnaval. Sardrián solo me defendió.

— Oh entonces vienes a defender la moral de tu hermano. Pero deja que te dé una mala noticia: a Sardrián Chuker todos lo ven como una bomba de tiempo con problemas de autocontrol.

— Me importa poco como nos ven, solo me interesa que te alejes de Iria. No tienes derecho a llenarle a cabeza en contra de nosotros.

— ¿Y te has puesto a pensar en que lo hago por su bien?

— Probaremos que somos inocentes –sostengo.

— Buena suerte con eso.

— Matti, vámonos –pide una Montesinos Prada.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora