33 (parte 2)

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Como noto que se queda evaluando al llavero entre mis manos, eso hago por igual, y señalo el detalle del bigote como algo demasiado lindo. Vamos, elogio su regalo como si nuca antes lo hubiese visto, cuando no es así. La realidad es que poseo toda una colección de ellos, y el de capuchino lo tengo repetido hasta el cansancio.

Estos llaveros son baratijas demasiado adorables que tampoco yo puedo contenerme de comprar. De manera que si esto se lo revelo a Axmiel, él va a creer que su regalo no me es necesario, o que es poca cosa, lo cual no quiero. Quizá tenga una colección pero de todos, el que cobra real significado y tiene potencial uso en mi vida universitaria, es este; el suyo.

No necesito decirle que existen otros más en mi poder.

— ¿Entonces no tienes de estos?

Averigua para disipar sus dudas y estimar la calidad de su regalo.

— Eh no, no. ¡Me encanta! Es perfecto...demasiado yo.

Al verme apretujar el artefacto en mi pecho llena de agradecimiento, Axmiel sonríe satisfecho. Deshago mi mohín de felicidad para delinear con un índice su mentón, y verle de nuevo a los labios con la ordenanza no verbal de que me vuelva a besar.

Eso hace.

En la cartera se oye mi móvil sonando. Suelto humo por el enojo de ogro que me revienta en mi pecho a causa de la interrupción.

— Sosténmelo plis –digo y entrego a Axmiel el llavero.

Supongo que será Nora pero resulta ser Julia. Incluso mi progenitora es más prudente que mi amiga en estos momentos.

— ¿Qué tal va todo? –curiosea cuando le tomo la llamada.

Me distancio de Axmiel para contestar.

— Todo bien ¿Por qué me llamas? –susurro como si estuviera en medio de un secuestro, hablando escondida de mis captores.

— Queríamos saber que tal todo

— ¿Queríamos?

— Sardri también está en la línea.

— ¿Qué...?

— Hola Iria –comenta neutral.

— Hola Sardrián, gracias por todo.

— No hay de qué

— Pues Julia acabas de interrumpirme así que te dejo

— ¿Qué tal va todo? –esa voz es de Fiona yendo seguida por el trac de una puerta.

Se deja oír como un eco muy lejano en la llamada.

— ¿Julia? –pido implícitamente una explicación de porqué Fiona anda cerca.

— Eh, estoy en el dormitorio del Motel...todos queríamos saber si tú y Ax estaban bien...como estaban raros hace unos días...

— Sí, sí, estamos bien –aclaro para dar paso a la ironía– ponme en altavoz si querés y así lo digo

— Amiga estás en altavoz

— Julia

— ¡Lo siento! –chilla y cuelga.

— ¡! –desconecto el móvil de mi oreja para ver a Axmiel– Nos estaban...ni siquiera sé cómo decirlo, eso no es espiar...pero querían saber cómo nos estaba yendo.

— Claro, entiendo. Sardrián es muy inquieto, seguro estoy de que no aguardaría a que llegase al Motel para saber al menos si la cita fue exitosa.

— Lo bueno es que ya estamos bien –expongo–, para tranquilidad de todos. Además el problema no se ha resuelto pero tampoco va a separarnos.

— Iria, escuchar eso no sabes cuánto me alegra...–se pone en pie para pronunciar algo con apoyo de sus manos– además quiero disculparme por haberte empujado contra la pared como lo hice el día que discutimos. Fue un impulso al que no debí ceder, y lo lamento en verdad.

— Está bien, claro que te disculpo –acaricio la parte posterior de su cuello– Ya eso es pasado y yo estuve mal también, porque puedes tener la certeza de que lo menos que quiero, o ronda por mi mente, es hacerte recordar a Mirta cuando estás conmigo. Perdóneme por haberlo hecho esa vez.

Su agarre en torno a mi cintura regresa con un poco más de ahínco; las yemas de mis dedos se introducen en la parte baja de su cabello. Mis pies se empinan hacia arriba en busca de alcanzar su altura. Hay una fuerza en este beso que no es audaz por el efecto del deseo que nos tenemos, sino por causa de estar superando una secuela negativa en la relación con el sello de nuestro amor.

— Tengo algo más –dice luego.

La piedrecilla de las preguntas, esa que tomamos del río.

— ¿Y luego...? –averiguo.

— ¿Qué prefieres, el cine o el teatro?

Con lo dicho, de repente estamos envueltos otra vez en la dinámica para saber uno más del otro.

— El teatro –respondo sin dudas–. El cine es lindo pero si quiero ver una película soy más de acurrucarme en mi cama, laptop en mano y ya está.

— Entonces ya sabemos a dónde irnos....

— No hay presentaciones de obras teatrales en Rooth –le recuerdo, o informo en el caso de que no lo sepa.

Resulta que sí lo sabe; porque se dio la tarea de averiguarlo.

— Sí las hay en Costa Dever.

— ¿Sabes que Costa Dever está al otro lado de Matlen, hay que atravesar todo ese pueblo para llegar allá?

— Lo sé.

Eso supuse.

— ¿Entonces? Además no podemos salir de Rooth –expongo–, bueno, al menos tú no puedes. Y tan solo el viaje de Rooth a Matlen es de dos horas en coche, además no tenemos coche.

— Podemos ir en tren –sugiere con toda la intención de hacerlo.

Enseguida niego.

— No, no podemos arriesgarnos a que la policía sepa que saliste del pueblo.

— No tienen como saberlo, ni siquiera tengo guardias vigilándome y la realidad es que las personas de aquí, comienzan a ver que no somos peligrosos criminales, por ende ya nadie cree que nos escaparemos...

— Precisamente, han construido una reputación, que no quiero tirar por la borda solo por una absurda idea de ir a ver un show.

— Iria, mírame –aprisiona mi rostro–, no es una absurda idea, quiero hacerlo porque me encanta cuando sonríes por causa de mí. Arriesguémonos...

Pocos minutos después llegamos al andén y nos dirigimos a hacia la garita de información yendo tomados de la mano.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora