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La vida es un proceso en donde caemos para que otros nos levanten, no por necesidad, sino por causa de la lógica de la experiencia misma que muestra a muchos que el equipo siempre triunfa sobre la individualidad. Enseña también que si bien somos fuertes, no somos invencibles. Y por esta razón, en el transcurso de la vida muchos momentos nos rebasan. Por tanto, en esas etapas anhelamos un apoyo y cuando lo tenemos, se siente un frescor de bienestar en medio de la penumbra, o el trago amargo por el que atravesamos.

Hay un despertar de afinidad con la vida que tan mal persiste en tratarnos algunas veces. De modo que una vez se presenta la oportunidad de retribuirle a esa persona lo que ha hecho por ti, no hay que dudarlo ni por un instante.

Por ende, terminé la llamada con Iria y corrí hasta su casa.

Este es mi momento de ser quien esté al otro extremo para ayudarla a salir de la tristeza.

— Gracias por venir –descifro que me dice en medio del abrazo–. Aria estará enojada.

Se aleja, para verme.

— Oh sí, dice que nos dejará sin propina todo lo que resta de semana.

— Agradezcamos que no todo el mes –objeta.

Río de forma vaga para adentrarme en su hogar. Mientras recuerdo que en efecto eso me gritó Aria desde el umbral de su puerta, porque me vio "escapándosele". Aunque ello no me causa ningún inconveniente, ni a Iria tampoco.

La acompaño a sentarse en el sofá, en tanto su figura se apega a mí vuelta un ovillo. De repente soy consciente de lo pequeña que es. O puede ser por causa de la postura que la advierta tan menuda.

La rodeo y entonces, comienza a relatar cómo sucedieron los acontecimientos.

— En fin, puede que parezca que Nora es alguien no relevante por la forma fría o formal con que la trato a veces, pero es mi madre. Y por supuesto me importa mucho qué concepto tenga de mí.

— Te entiendo –alego.

— Y yo a Sardrián

— ¿Cómo?

— Sí: ahora comprendo por qué se niega a decirle nada a Julia sobre tu plan de conquistarla. No quiere que ella lo deje pero aún más; le duele saber que no podría sostenerle la mirada, ni soportar que ella lo vea de forma idéntica a como me vio mamá: llena de decepción.

— Me alegra que lo entiendas, eso me parece que ayudaría a limar asperezas porque la verdad, Sar no tiene planeado contarle a Julia nada de eso.

— ¿No?

— No –reafirmo–, él mismo me lo dijo. Y a veces creo que es solo un capricho; que si le dice ella lo perdonará pero ya vez que no es algo sencillo. Lo que ocurre es que hay implicaciones personales e íntimas de uno con uno mismo. Tanto Sar como tú no quieren dañar la imagen que Julia tiene de ustedes porque saben que aún si ella los perdona, nada va a ser como antes, y por eso es que muchos odian decir algunas verdades.

— Porque destruyen una parte de nosotros.

— Frente a las personas que nos aman –completo–. ¿Eso hace el amor, no? Llevarnos a proteger a las personas que amamos incluso de nosotros mismos, porque algunos de nuestros actos podrían lastimarlos. Por eso volvemos a lo mismo: ni Sar ni tú quieren lastimar a Julia.

— Es verdad –conviene–. Siempre ha sido ese el motivo por el que no me atrevo a decirle, nunca he estado convencida del todo, porque algo por todos los tiempos me detiene y ha sido eso: no querer que mi imagen frente a ella se destruya, ni ser la causante de su sufrimiento. Para protegerla y protegerme a mí por igual.

El Caos de los Chuker © Completa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora