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Por fin, el tan ansiado día había llegado.

Sophia no durmió aquella noche, ya que ahora no sentía sueño, al tener la genética propia de cualquier Negumakiano. Sin embargo, ocupó las horas en charlar con Agorén, preguntándole nuevamente como era su planeta, como era vivir allí, cuales eran sus costumbres y sus tradiciones. Muchas cosas ya las sabía, teniendo en cuenta todo lo que él mismo le había contado cuando se conocieron, en aquella cueva donde él la rescató. Sin embargo, le fascinaba oírlo, y aún más ahora, al saber que pronto conocería todo con sus propios ojos.

En cuanto los primeros rayos de luz comenzaron a ganarle terreno a las sombras, Agorén se levantó de la cama, se vistió con su túnica real y esperó a que Sophia también se vistiera, con una túnica roja símil terciopelo, destinada para los Negumakianos importantes y de renombre, según le dijo. Su armadura, espada, la armadura de Sophia y también su arco, fueron cargados por orden de él a la nave nodriza, por lo que no necesitaban cargar absolutamente nada hasta los hangares. A medida que iban saliendo del palacio de piedra volcánica, Sophia miró todo a su alrededor con los ojos llenitos de nostalgia, y suspiró.

—¿Sabes? Voy a extrañar todo esto. Me gustaba la ciudad, tenía su magia —dijo.

—Lo sé, una parte de mí también lo hará.

—¿Crees que algún día todo esto sea encontrado?

—Bueno, estamos muy profundo en la tierra, pero sí, es posible. No sabemos de que forma van a evolucionar los seres humanos, así que la posibilidad no es muy lejana —respondió Agorén.

Como toda respuesta, Sophia miró a su alrededor, buscando cualquier cosa con la que poder raspar la piedra con la que estaban hechas las paredes del castillo. Luego de unos minutos, pudo encontrar un trozo de roca, desprendido del suelo en un rincón. Tomándolo por su lado más ancho, se acercó a una de las paredes y comenzó a raspar la piedra enérgicamente, hasta trazar con letras muy rectas: SOPHIA – AGORÉN. Satisfecha, arrojó la piedra a un lado, que cayó con un golpe sordo rebotando por ahí.

—Para que sepan de nosotros cuando encuentren las ruinas —dijo, al ver la expresión confusa de Agorén. Este sonrió, y le rodeó los hombros con un brazo.

—Bueno, hora de partir.

Caminaron juntos hacia la parte más alejada de los hangares, donde en una base subterránea se hallaban los depósitos de las naves nodrizas. Al llegar y verla directamente con sus ojos, Sophia no pudo evitar admirarla casi boquiabierta. La nave era tan grande como un avión Hércules, o quizá un poco más. Era completamente negra, y como el resto de las naves de combate, no parecía tener soldaduras o junturas de ningún tipo. Tenía forma triangular, con una prominente elevación en el centro como un plato invertido, y en sus bordes había luces de todos colores: blancas, verdes, amarillas, rojas y azules, que iluminaban el suelo de piedra al mantener la nave levitando.

Al acercarse a ella, una compuerta se abrió en el lugar donde antes no había nada, cerca de la cara frontal de la nave, mientras un haz de luz blanquecino se deslizó hacia el suelo, de forma diagonal. Agorén entonces avanzó, levantó un pie y se subió al destello blanco. Sophia no podía creer lo que estaba viendo.

—¿Cómo? ¿Cómo es posible qué...?

—No lo entenderías tan fácil, supongo que acostumbrarte a nuestra tecnología te llevará algo de tiempo —le ofreció la mano—. Vamos, sube.

Sophia subió con lentitud, titubeando. Para su razonamiento aquello era tan descabellado como intentar caminar sobre el agua, sin embargo, en cuanto apoyó un pie y luego el otro, se dio cuenta que aquella plataforma de luz era tan firme como el propio suelo. Entonces comenzó a reír, un poco avergonzada de sí misma. Había conocido una entidad extraterrestre de la cual se había enamorado, había visto criaturas hostiles, había visto sus naves en funcionamiento, y también le habían hecho una maldita transferencia de consciencia a un cuerpo creado genéticamente. ¿Y de verdad se asombraba por caminar encima de una luz? Se dijo, sintiéndose como una tonta.

La chica de los dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora