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Lonak, sin embargo, continuaba viajando por el espacio límbico en búsqueda de la nave de exploradores. La perpetua oscuridad del espacio tiempo donde se transportaban no tenía principio ni fin, y aquello no le importaba en lo más mínimo. Sus ojos brillantes como los de un gato en la noche le permitían ver todo con claridad, mientras pilotaba la nave de transporte. Viajaba con una sonrisa de satisfacción, ya que todo estaba saliendo a pedir de boca, tal y como lo había planeado junto a Anveeyaa. La nave de los exploradores les había pasado las últimas coordenadas cerca de una ubicación donde presuntamente se suponía que venían en camino, pero la verdad era muy distinta. Lo cierto era que la nave se había estrellado, los exploradores estaban muertos en su mayoría, algunos pocos tomados como esclavos Sitchín, pero él no le había dicho nada a Ivoleen, ya que era el único que conocía tal información. Si le decía, no podría haber marchado en esa misión de "rescate", ni tampoco podría llevar a cabo todo lo que acontecería después.

Frente a su consola de comandos transparentes, se materializó un holograma con ciertos símbolos, entonces el show comenzaría para todos, y ahora debía actuar. Frunció el ceño, preocupado, y se inclinó para ver mejor.

—No puedo creerlo... —murmuró.

—¿Qué sucede, señor? —preguntó un capitán, por detrás de su hombro. Lonak se giró hacia él, y le señaló con un gesto de la cabeza hacia el holograma.

—La nave de los exploradores, estamos cerca de ella y al parecer se ha estrellado —comenzó a tocar las diversas luces y símbolos, mientras daba ordenes—. Prepárense para un reconocimiento hostil del terreno, abrimos los conectores en quinientos metros.

A la distancia, una luz azulada se vislumbró en medio del vacío oscuro, que con rapidez fue haciéndose cada vez más y más grande, debido a la inmensa velocidad de la nave. Finalmente, cruzaron el portal y frente a ellos se extendió un paramo desolado de tierra, rocas, y estalactitas de soluciones salinas como largos dedos blanquecinos. A unos doscientos metros, pudieron ver la nave de los exploradores, semi enterrada en sedimentos y rocas fragmentadas, debido al impacto de la colisión. Lonak condujo la nave lo más cerca posible del lugar del accidente, y entonces descendió, abriendo la compuerta para descender.

—Ojos atentos —indicó.

Poco a poco, la tropa de Yoaeebuii que había llevado con él comenzó a salir de la nave con las manos en sus espadas, atentos a cualquier peligro inminente. El último en salir fue Lonak, también en guardia. Con el grupo de Negumakianos encabezados por él, se acercó paulatinamente a la nave estrellada para corroborar los daños. Apartando unas rocas y trepando a otras un poco más planas, se acercó a la compuerta semi abierta de la nave y miró su interior. Dentro de la misma, olía fatal, ya que algunos cuerpos estaban no solamente mutilados, sino que además comenzando a descomponerse debido a la humedad del ambiente. Un par de cuerpos estaban desperdigados por detrás de la nave, al parecer dos Negumakianos que habían sobrevivido al impacto y se habían arrastrado fuera de la misma, para intentar sobrevivir. Por desgracia para ellos, no tenían ni idea que la caverna estaba infestada de Sitchín, los cuales los destrozaron sin tener la menor oportunidad de defenderse, a juzgar por el tamaño de sus heridas.

Un grito le distrajo entonces. Lonak se giró, volteando rápidamente, y vio como una formación casi transparente atacaba a un miembro de su tropa atravesándole el pecho con sus potentes garras, arrastrándolo hacia la profundidad de la cueva como un murciélago cazando a un ratón en vuelo rapaz. Entonces se dio cuenta que aquellas tropas Sitchín estaban camufladas para no ser vistas, y mentalmente sonrió, al saber que eran unos asesinos innatos. Su entrenador en las Yoaeebuii le había dicho algo, un día, sobre que los Sitchín tenían un ejercito de élite equipados con trajes exoesqueléticos que los hacían casi invisibles, aún para la aguda vista de un Negumakiano promedio, y que esta era la razón por la cual eran una raza sumamente voraz y efectiva en cuanto colonizaba un planeta: sus habitantes ni siquiera sabían lo que los estaba atacando, y para cuando lo descubrían, ya estaban derrotados en número. Claro, aquello se contaba como una leyenda, pero Lonak había indagado sobre ello, había comprobado que el rumor era cierto, y ahora lo veía en carne propia.

Como atacados por un grupo de fantasmas, uno a uno los soldados fueron cayendo en cuestión de segundos, sin saber cómo ni a quien atacar. Y cuando tan solo quedaban dos de ellos en pie, aquellos Sitchín desactivaron sus exoesqueletos y se dejaron ver. Eran casi cien criaturas, rodeando en círculos a los pobres infelices Negumakianos, que miraban la escena con sus espadas en las manos, sin saber por donde empezar a hacer algo. Entonces Lonak bajó del promontorio de piedras donde estaba trepado, y desenvainó su espada. Podía reconocer a uno de los Sitchín como un capitán, o algo similar, ya que tenía parte del cráneo decorado con un tocado membranoso de color rojo.

Repentinamente, le atravesó la espalda con su espada a uno de los dos Yoaeebuii que estaban frente a él, listos para defenderse y morir con honor si era necesario. La punta de su espada asomó por el pecho empapada en la sangre negra, mientras que el otro soldado miró la escena sin poder creer lo que veía. Lonak extrajo su arma con rapidez del cuerpo del moribundo Negumakiano, que se desplomó al suelo escupiendo sangre, y en cuanto vio que iba a ser atacado se colocó en posición de defensa, dando un ágil movimiento a un lado para acomodar el cuerpo y esquivar el golpe de espada. El soldado falló su estocada, pero en el momento en que iba a reposicionarse para girar sobre sus pies y atacar de nuevo, Lonak le cortó una de las piernas. El grito fue desgarrador, y justo antes de que cayera al suelo, de un rápido y experto movimiento de su espada, le decapitó. Entonces se acercó hacia los Sitchín, guardando su espada de nuevo en la vaina, y habló mentalmente, para que aquel capitán pudiera escucharlo en su propio idioma.

—Llévenme con su líder. Tengo una alianza para ofrecerles, si es que quieren ganar esta guerra. 

La chica de los dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora