Fuerte - BeniAlbi

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—Tempest es bastante cómodo.

Una mujer voluptuosa se sitúa detrás suyo mientras él limpiaba su katana.

El fuego que salía de su mano se detiene y sus ojos serios se fijan en ella.

—Benimaru-sama, buenos días.

Una sonrisa cordial aparece en su cara, pero sus ojos no varían en su seriedad.

—Albis-dono. No esperaba que viniera a ver los entrenamientos.

—Disculpe la falta de respeto por venir sin invitación, pero pude sentir el aire de fuertes guerreros desde esta dirección y no pude evitar sentirme atraída.

El pelirrojo la miró fijamente unos segundo, estudiando todas y cada una de sus expresiones.

Después de un par de segundos solo suspiró.

Sus ojos cansados asomaron de detrás de su fachada seria.

—¿Shuna me mandó a decir algo?

—Así es. Parece que usted ha dejado algunas cosas en desorden.

—Ha... vaya imagen estoy reflejando.

Su katana es guardada en su vaina y él sonríe.

Hacía tiempo ambos se conocían.

Habían pasado bastantes cosas y por fin, después de un tiempo muy ajetreado, las cosas habían vuelto a la tranquilidad. O algo así.

La amenaza de la Iglesia Occidental aún continuaba vigente, pero Benimaru sabía que llegado el caso, se ganaría.

Benimaru lidera el camino en dirección al país del Rey demonio Rimuru, su actual señor y dueño de todo lo que los rodeaba.

Aunque al Oni no le interesaban particularmente las relaciones diplomáticas, sabía bien que tenía que tratar bien a los subordinados de un rey demonio. Aún más cuando era uno que no había logrado vencer.

Aunque Karion ya no es un rey demonio... pero es fuerte.

Fuerza.

El fuerte hacía lo que quería con el débil.

La regla era fácil y funcionaba en todos los monstruos por igual.

O bueno, a menos que tengas una hermana menor mandona.

—¿Tendré que volver a organizar todo? Justo recién me libré de todas mis responsabilidades...

Benimaru era un solitario en secreto.

No se resistía a la compañía, pero de vez en cuando gustaba de entrenar solo.

—Ah, sobre eso.

Cuando la escucha él vuelve a verla, ya que caminaba un par de pasos frente a Albis.

—Perdone mi atrevimiento, pero personalmente limpié todo.

—¿...es así?

Una sonrisita asoma en la cara de Albis.

—Sí, Benimaru-sama.

Ella siempre parecía tramar algo, esa era la idea que tenía Benimaru sobre la persona frente a él.

—¿Puedo entonces preguntar para qué me necesitaba, Albis-dono?

La mujer de tez clara camina hasta quedar a su lado.

—A charlar con el comandante de las tropas de Tempes, quien resulta ser nada más y nada menos que usted.

La mirada de sospecha de Benimaru no hizo más que generar una risa en Albis.

—No se alarme, no es nada preocupante. Solo quería aprovechar este descanso obligatorio.

—¿Rimuru-sama?

—Así es. Siento que me echaron.

—Suele suceder, a mí ya me amenazó por seguir trabajando en mis descansos.

Ambos continúan caminando mientras hablan.

A su alrededor se desarrollaban los entrenamientos semanales entre los distintos bloques del ejército y algunos equipos especiales.

—¡Nuestras peleas deben ser hermosas, como un baile en los cielos, como la suavidad del cálido viento del verano del norte!

—¡Sí, Gabiru-sama!

—¡Increíble, Gabiru-sama!

—¡Qué poético!

—¡Gabiru! ¡Gabiru! ¡Gabiru!

—¡Wahahaha! ¡Sí, eso, así!

Albis miraba seriamente hacia el dragonewt que asentía a las alabanzas de sus subordinados.

—Jamás entenderé a Gabiru-dono y su séquito.

Benimaru a su lado solo sigue caminando.

—Yo igual.

La de ojos verdes caminó rápidamente para seguir al lado del pelirrojo.

—El ejército personal de Benimaru-sama también es bastante increíble.

—Han pasado por un entrenamiento arduo, el poder el grupo depende de cada uno que logró cumplir el entrenamiento.

El Oni hablaba mientras observaba al bloque del ejército que él mismo entrenó, con ojos llenos de orgullo.

—Usted es increíble, Benimaru-sama.

—Hm.

—Es fuerte y muy confiable.

—Hm, hm.

—Muy genial, Benimaru-sama.

—Sí- ¡Albis-dono!

La mujer corpulenta empieza a reir, causando una sonrisa cansada en su contraparte.

—Aunque haya ordenado todo, aún debo enfrentar a Shuna. Gracias por su acompañamiento, Albis-dono.

—¿Ya se va?

—Supongo que vino a inspeccionar los entrenamientos ¿no?

—...

Albis guardó silencio, mirándolo sin expresión alguna.

—¿Le importa si continúo acompañándolo?

—¿...está segura?

—Sí, permítame seguir a su lado.

El pelirrojo la mira extrañado, pero luego asiente.

—Está bien.

Él volvió a liderar, siendo seguido por ella.

Y viendo su espalda fornida, Albis recordó lo que creía no haría.

Un extraño sentimiento.

Quizá sí me guste... o algo así.

Los fuertes atraen, ella creía que esa era la razón.

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