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Rabastan la observó dormir sobre su pecho, completamente desnuda. Usualmente no dormían juntos porque desde el principio se habían encargado de dejar en claro que lo de ellos era algo casual, pero aquella noche Phoebe se había acurrucado a su lado para quedarse dormida casi inmediatamente.

Su cabello pelirrojo tapaba su rostro y le hacía cosquillas en su torso. Con delicadeza, corrió mechón por mechón hasta dejar el rostro de la chica descubierto. Dormía profundamente, respirando sutilmente y con sus párpados revoloteando cada tanto, probablemente por algún sueño.

La recostó sobre la cama, logrando que se queje entre sueños. Rabastan sonrió levemente y la tapó cuando Phoebe lo buscó, aún dormida. Se vistió lo más silencioso que pudo, sin prender la luz para no molestar a la menor.

Sin embargo, Phoebe se despertó cuando él estaba a medio camino hacia la puerta.

-¿Rabastan? -susurró. Su voz sonó ahogada, puesto que aún seguía algo dormida, y sus ojos ni siquiera estaban abiertos del todo-. ¿A dónde vas?

Rabastan notaba el descontento de la muchacha. Estaba tapada hasta el cuello, pero aún así sentía frío. Se enderezó de a poco, enrollando la sábana alrededor de su cuerpo, y refregó sus ojos. El ojiverde la vio tal cual era: una adolescente sola, que buscaba sentirse acompañada. Y durante un tiempo, él estuvo encantado de estar a su lado, pero ya no estaba seguro de que aquello pudiera funcionar.

-Vuelve a dormir, Phoe, es temprano -susurró él, besando su frente para que se vuelva a acostar.

Phoebe cerró los ojos y parecía que estaba a punto de dormirse otra vez, pero cuando se quiso levantar para alejarse, le tomó la mano.

-Te vas.

No era una pregunta. Phoebe sabía que se estaba yendo. Que la estaba dejando, rompiendo la promesa de quedarse a su lado.

-Phoe...

-Prometiste quedarte.

Ya no había una pizca de sueño en la muchacha. Si bien sus párpados aún pesaban, ella no parecía dispuesta a seguir durmiendo. Se enderezó otra vez, mirándolo directo a los ojos. No estaba enfadada, parecía más bien decepcionada.

-Es lo mejor.

-¿Lo mejor para quién? ¿Para ti?

Él suspiró y volvió a agacharse a su lado. Sabía que la estaba lastimando, pero no sabía qué otra cosa podría decirle. Después de todo, era cierto: aquella era la mejor decisión.

-No es seguro que yo me quede con ustedes, amor.

-No es justo que te vayas -espetó Phoebe, envolviéndose en la sábana para levantarse, pero Rabastan la volvió a sentar-. Nosotros no dejaríamos que te lastimen.

-No temo por mí -refutó, colocando su cabeza en las piernas de la muchacha.

Phoebe no dijo nada, solo se dedicó a acariciar el cabello del chico, pero Rabastan ya se daba una idea de lo que sentía. Estaba enojada. Muy enojada.

No era justo para ella dejarlo entrar a su vida y que él simplemente decidiera desaparecer. No luego de lo que le había costado estar cerca de él, dejando atrás lo que había pasado en el Ministerio.

-Cuando Bellatrix y Rodolphus me encuentren, porque lo harán, estarán muy enfadados y van a querer castigarme por traicionarlos -susurró, acariciando las piernas de la chica-. Y no lo harán lastimándome a mí, lo harán lastimándolos a ustedes. A ti. Lo mejor será que me vaya para que la menor cantidad de gente salga herida.

Phoebe no respondió. Orgullosa como era, se deshizo de su agarre y se volvió a acostar dándole la espalda. Si él se quería ir, que se vaya, ella ya no le rogaba a nadie. Había dejado atrás la época donde sus emociones dependían de otra persona.

Sixteen [Regulus Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora