Capítulo 9

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Chris dio un rápido recorrido al pasillo en el que estaban, mirando por cada ventana que tenía. No había olvidado que el bosque estaba infestado de esos perros zombie.
Lady, siguiéndole de cerca, iba bastante más tranquila, claramente acostumbrada a lidiar con criaturas bastante peores.
Girando a la derecha había dos puertas al final del pasillo.
A través de la puerta al final del corredor se podían oír unos pausados e irregulares golpes en los cristales de las ventanas. Esto, a pesar de la experiencia de ambos, les provocó a los dos un escalofrío.
Razón por la cual decidieron comprobar primero la otra puerta, en la pared derecha.
Pero estaba cerrada a cal y canto.
-Pues supongo que habrá que ir hacia los ruidos raros- dijo Lady, haciendo una mueca.
-Espera...- Chris, que estaba mirando una vez más a su alrededor, pudo ver un leve reflejo en la esquina del pasillo.
Se dirigió allí, agachándose al llegar.
-¿Qué, has encontrado el único sitio limpio de esta horrible mansión?
-No es algo tan bueno como eso, pero ayudará lo suyo- dijo, alzando en su mano una pequeña y vieja llave.
-Genial, ahora hay que buscar un cofre enorme que ponga escrito "El tesoro de Barbanegra". ¡Nos haremos ricos!
-Ja, ja. Me parto contigo.
Chris, seguido por una mirada burlona de Lady, fue hasta la puerta.
-Hace tiempo aprendí que una cerradura antigua se puede forzar con una llave de las viejas. Ya sabes, las que están hechas de un metal fuerte de verdad.
Nada más decir esto, se oyó un chasquido, aunque la llave acabó rota.
-Vale, no tan fuerte- se rió Chris abriendo la puerta.
Esta daba a un pequeño almacén, lleno de trastos antiguos y aparentemente inútiles, casi todos apilados en las varias estanterías que allí había. También encontraron un contenedor, en el que probablemente habría gasolina.
Chris se dio la vuelta para irse al no haber nada allí que pareciera interesante.
Pero Lady lo detuvo, algo emocionada.
-Mira lo que tenemos aquí.
Sostenía en sus manos una oxidada escopeta de dos cañones. Rota.
-Y eso nos servirá para...
-Ya lo verás, pero tendrás que darme un rato. No me llaman el arsenal andante por nada
Por suerte, la chica había traído consigo una bolsa con alguna que otra herramienta, aceite para armas, y cosas del estilo.
Tras un rato de espera, el arma parecía un poco menos vieja.
-No sé si dure mucho, pero nos valdrá para defendernos- dijo, recogiendo la poca munición que había desperdigada en el almacén.
Ahora que lo habían registrado del todo, se habían quedado sin excusas, ya no podían retrasar más el momento de atravesar la puerta que les conduciría al lugar de donde procedían los golpes.
-Vamos allá- dijo Chris, abriendo la puerta lentamente.

•••

«Va siendo hora de moverse»
Con renovado buen humor tras ignorar un rato sus pensamientos, Tony caminó curioso por el oscuro y feo, pasillo.
En uno de los pequeños muebles había una extraña tabla de madera.
«Es curiosa la cantidad de trastos inútiles en este lugar»
Había al final del pasillo dos puertas, ambas en la misma pared.
Asomándose silenciosamente por la más cercana, vio un zombie de espaldas a él, mirando embobado una gotera en el techo.
Conteniendo la risa, Tony cerró la puerta dejando a la tonta criatura divertirse un poco más con las gotas de agua sucia.
Entró por la otra puerta que había, a la izquierda de la que había abierto antes.
Se encontraba dentro de una habitación en penumbra, iluminada solo por una lamparilla de noche. Había muchas estanterías repletas de libros, ninguno interesante, un feísimo sillón de color burdeos, y alguna que otra mesilla.
En la mesa más grande, dónde estaba la pequeña lámpara, había más libros, un mechero viejo, y varios papeles esparcidos.
A Tony le llamó la atención una única nota, la cual mencionaba que había algo importante en el collar de "uno de esos perros".
«Así que para eso era el silbato» ahora se arrepentía de no haberlo recogido. Ya se lo contaría a Jill, o a quien quiera que se encontrara primero.
Distraído pensando en el silbato, salió por la puerta que había al otro lado de la habitación, para encontrarse a unos pocos metros del zombie cuyo entretenimiento era contar gotas.
A su espalda se cerró la puerta, que carecía de pomo por ese lado.
-Bueno amigo, me parece que ha llegado tu hora- soltó, encogiendo los hombros, esbozando una sonrisa.
Miró a la podrida criatura acercarse lentamente, acelerando muy poco a poco el paso y estirando torpemente los brazos hacia él, chocando al comenzar a andar con una de las paredes del estrecho y corto pasillo.
-Otra vez- río levantando el brazo.
Velozmente colocó la mano delante de la frente sangrienta del zombie. Mucho antes de que los lentos reflejos del no muerto le permitieran reaccionar, le dio un golpe con el dedo en el centro de su cabeza, destrozándola al instante.
Sacudiéndose la asquerosa sangre coagulada, miró a su alrededor.
A su derecha estaba la puerta por la que se había asomado antes, delante de él el pasillo continuaba, y a su izquierda, algo más adelante, había unas escaleras que bajaban.
Se apoyó en la barandilla que lo separaba del hueco, mirando hacia abajo, dónde se encontraba otro zombie dando torpes vueltas al final de las escaleras.
Aburrido, decidió sin motivo alguno contar cuántas vueltas daba el cadáver andante antes de darse cuenta de que lo que perseguía era su propia sombra. Si es que lo que quedaba de su cerebro se lo permitía.

•••

Aún aguantando las náuseas, Jill se acercó despacio hasta la estatua del centro de la habitación.
Cuando se le pasó el mareo, y se hubo tranquilizado, decidió seguir su camino por la puerta de la derecha.
Al abrirla se quedó unos segundos deslumbrada por la abundante luz del otro lado.
Cuando sus ojos se acostumbraron, avanzó poco a poco por el largo, algo ancho, pasillo en el que se encontraba.
Las paredes eran de un color amarillo blanquecino, aumentando un poco la sensación de luminosidad.
El suelo era de baldosas, también blancas, con un diseño geométrico de color negro. Había varios muebles, de estilo vitrina.
Caminaba seguida de su sombra y del sonido de sus pasos en las baldosas, el cual le parecía mucho más fuerte de lo normal, probablemente a causa del fuerte silencio.
El pasillo giraba a la izquierda, y continuaba por un trecho tan largo como el que recién había recorrido, con más vitrinas desperdigadas.
Se fijó en que había marcas a un lado de una de ellas. Curiosa, empujó todo lo que pudo el mueble, encontrando...
-Balas. Mejor que no falten.
Acercándose ya a la puerta que había al final del corredor agarró con más fuerza su pistola, echando una mirada hacia atrás. Podía oírse muy levemente el crujir de la tierra al otro lado de las varias y grandes ventanas del pasillo. Preparada, se dio rápidamente la vuelta, para encontrarse mirando a la oscuridad a través de los cristales, de nuevo en completo silencio.
Tras esperar un rato y no escuchar nada más, giró de nuevo hacia la puerta, abriéndola con intención de no hacer mucho ruido, atenta a lo que se pudiera oír tras ella.
Al cerrar tras de sí, soltó el aire. Había contenido la respiración sin darse cuenta.
Ligeramente más tranquila, apoyó el codo en una mano, y la cabeza en el dorso de la otra, con la que sostenía la pistola.
«Este lugar pone a una de los nervios».
Respiró con normalidad nuevamente mientras ordenaba sus pensamientos.

Resident Evil    Devil May CryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora