Voldemort, sin embargo, tenía cincuenta años más que Harry y sabía más magia de la que Harry podía siquiera soñar. Había hecho todo tipo de rituales para fortalecerse, para expandir su poder, para sacar magia de sus seguidores Marcados en momentos de necesidad.

-No sé si soy lo suficientemente fuerte-, admitió en un susurro áspero; palabras que no había dicho en voz alta a otro ser vivo, ni siquiera a Draco. Palabras que permanecían en el fondo de su mente en todo momento, surgiendo en sus momentos más oscuros de duda.

-Mírame, muchacho-, dijo Salazar con firmeza. Harry lo hizo. El fundador tenía los ojos de acero y la serpiente le cubría los hombros. ~Eres un Slytherin~, siseó en pársel, repitiendo sus palabras anteriores. ~Tienes la sangre antigua de varias familias fuertes corriendo por tus venas, y cuando estés listo, la magia de esa sangre se elevará para ayudarte. Eres el joven más poderoso que he visto en mucho tiempo tienes dedicación y talento, y tienes mucho por lo que vivir. Esa porquería es una mancha en mi linaje, con un alma destrozada y una magia tan asquerosa que la familia lo rechazó por completo. Es una sombra de hombre, con falso poder y poca cordura para hablar. Ya está en ventaja~. No parpadeó, y Harry tampoco lo hizo, sin atreverse a apartar la mirada mientras el fundador hablaba con tanta vehemencia. ~Confía en tu magia, Harry Potter. No te fallará. Y tú no le fallarás a tu familia~. Se recostó en su silla, sonriendo. ~¿Lo entiendes?~.

Harry asintió, levantando los hombros, sintiendo que la fe de Salazar asentaba algo en su alma. -Sabes el hechizo que te enseñé. Y sabes muy bien que va a estar demasiado ocupado regodeándose como para verte como una amenaza legítima. No dejes que esa ridícula nobleza de Gryffindor te haga esperar para enfrentarte a él en una lucha justa encuentra tu oportunidad y aprovéchala-, le ordenó Salazar, mirando al chico por debajo de su regia nariz. -Por fin tengo un heredero que me gusta de verdad, y tú me has prometido que ayudarás a restaurar mi legado. Espero que cumplas esa promesa-.

Lentamente, una sonrisa se dibujó en las facciones de Harry. -Sí, señor-.

Encontrar su oportunidad y aprovecharla. Podía hacerlo.

Esperaba.

Técnicamente, Luna no debía estar en los dormitorios de Ravenclaw

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Técnicamente, Luna no debía estar en los dormitorios de Ravenclaw. Como estudiante menor de edad, se suponía que debía estar en Hufflepuff, a salvo en caso de invasión.

Pero, al igual que Ginny, Luna no iba a escuchar a nadie que le dijera dónde debía estar.

Nadie podía mantener a Lady Ravenclaw fuera de su maldita torre.

Estaba tumbada en su cama, en el dormitorio que ella y Daphne compartían con Susan, Hannah y las gemelas Patil, con los ojos cerrados contra la nube de colores y formas que había en su visión. Unas manos suaves le masajeaban las sienes y, aunque la sensación era muy agradable, no ayudaba mucho al problema.

Sólo el tiempo ayudaría a este dolor de cabeza en particular. El futuro era tan tenso, los caminos por delante tan numerosos y tan inciertos... Luna solía ser bastante buena para no dejarse abrumar por los dolores de cabeza, pero ahora mismo se estaba ahogando en ellos.

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