Capitulo 87

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No seas cobarde, por primera vez ve de frente, soluciona los conflictos, de otra manera este peso en el pecho no se quitará con nada. Te arrepentirás de no haber hecho o intentado algo antes de perderlo todo, es mejor hacer algo y así no sentirse tan vacío después.

Que sea lo que Dios quiera..

(...)

-¿Segura que quieres hacer esto?, no entiendo por que le das tantas vueltas.

-Es que..quiero saberlo, debo saberlo —Baja la mirada

-Si sabes que puede ser una trampa, ¿no?, pide verte porque sabe que a estas alturas ve conveniente querer revolver tu mente con estupideces.

-No soy estúpida.., lose pero quiero oír lo que tiene que decir

-Se que no lo eres liza pero si hizo todo lo que hizo debe ser un experto en el engaño —Dice serio

-..Lo conozco, podría decirse que..lo conozco.

-Claro —Desvia la mirada.

-además..a querido que lo vea en otras ocasiones pero.. jamás acepté

-Como sea ya estamos aquí, ¿quieres que entre contigo?

-..No, debo hablar a solas con él

-..Está bien —Fuerza una sonrisa— Estaré aquí entonces.

-Muchas gracias por todo

-Sabes que no debes agradecer

Le da una sonrisa.

Se encamina al fondo de la comisaria, donde estaba la puerta que daba al cuarto donde estaban las celdas. Respira profundo mientras ve las celdas vacías hasta llegar a la que ocupaba él.

Ahí estaba, sentado, su cuerpo pegado a la pared, su brazo descansando en la pierna que mantenía sobre la banca mientras su cabeza volteaba a ver un punto fijo en la pared contraria. Su blanca camisa estaba hecha un desastre, tenía rastros de sangre en ella, los primeros dos botones no estaban.

Al verlo así no pudo evitar sentir una presión en el pecho, creía que iba a ser más fácil pero al ver su estado lo único que sentía era tristeza, una tristeza que la oprimía y hacia sentir vidrios en su garganta que no quería que saliera.

Se acerca tímida a la celda, él desvia la mirada tranquilo encontrándose con ella, la observa con una paz impresionante..

-Si eres tú o es mi imaginación perturbandome de nuevo —Dice serio

-..Soy yo —Baja la mirada

Mira nuevamente hacia la pared 

-Asi que decidiste venir

-..Así es

-Significa que arreglaste las cosas con tu abuelo, me alegra, él no tiene la culpa de nada en esto.

-Bernardo..

-Lo diré no te preocupes, ya no hay nada que me impida hacerlo —Suspira— ponte cómoda porque esto va para largo

Lo observa expectante

-Estaba celoso ella siempre había querido una niña o al menos eso decía, te vi, una pequeña bebé con grandes y observadores ojos, demasiado tranquila para mi gusto. Creciste al igual que yo, tenías algo que por alguna razón me atraía, lose suena enfermo pero para ese entonces era un niño, claro ahora no tengo excusa. —Sonríe para él — Mi padre falleció en la guerra cuando tenía trece años, por supuesto mi madre quedó devastada, se enfermó, en ese tiempo la ciencia no estaba lo suficiente moderna, fueron médicos, le pedí ayuda a tu abuelo quien siempre te llevaba con él, solo observabas sin entender nada y yo pensaba que "tonta niña" —Sonrie melancólico— Los médicos no sabían que tenía, quedó postrada en cama, me encargué de ella cuanto más pude, descuidando así un poco mi vida de niño. Pasaron dos años, aquella vez me recosté en sus piernas, ella acariciaba delicadamente mi rostro, movía sus manos con dificultad, podía notarlo, hasta que simplemente se quedó quieta sin más..—baja la mirada— a mis quince años quedé solo, era un bastardo como muchos decían, no quería ir con nadie, no quería alejarme de mi hogar porque era lo único que me quedaba. Quisieron venir a buscarme para llevarme a un centro para niños sin familia, un orfanato, me negué rotundamente, hice mucho escándalo y recuerdo haber golpeado a más de un cuidador. —Fuerza una sonrisa— tu abuelo apareció cuando estaban a punto de llevarme, me salvó, dijo que se haría cargo de mi convirtiéndose en mi tutor, no hubieron muchos problemas. Le agradecí por lo que hizo pero le dije que no me movería de mi casa, no tuvo problemas con eso, me volví un problemático, un desenfrenado y hormonal adolescente que consolaba su soledad a base de diversion y sexo, muchas veces el señor Thompson fue al rescate de los problemas en los que me metía. A mis dieciocho años tú tenías siete, no quería acercarme a ti aunque quisiera, me dabas miedo, eras muy seria pero al mismo tiempo tierna, recuerdo que me encantaba tu brillante y dócil cabello.

Cenizas del ayerOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz