CAPÍTULO 12

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Emily

Me tomó por sorpresa sus palabras. Horrorosas palabras.

Comenzaba a alterarme su manera tan tranquila de sacar su móvil para intentar comunicarse con el equipo de seguridad.

Quería gritar. Gritarle que me tenía que sacar de allí cuanto antes. Que por primera ves ante mis ojos se pusiera la capa de héroe que jamás llegaría a tener en su vida, pero que tenia que sacarme de allí antes de que el pánico se apoderase de mi; si eso sucedía, me vería obligada a contarle la verdad de mi condición de salud y verme mas vulnerable ante sus ojos. El encierro no ayudaba en lo absoluto.

—¡Maldita sea! ¿Por qué no responde?

Me pegué a la baranda, intentando calmarme para pensar mejor; algo muy imposible al momento. Desperdiciaba mi oxigeno al alterarme, así que debía encontrar la manera de controlarme.

Saque de mi bolso el inhalador. Ese que siempre me sacaba de apuros, pero no estaba funcionando. Harrison, al verme inhalar el medicamento de aquel inhalador portátil, su expresión fue de confusión.

Seguía pegada a la pares como si una goma de mascar me tuviera pegada al metal de la caja. Necesitaba salir.

<<Dios. Sácame de aquí, por favor.>> Rogué con todo mi corazón.

—Manténgase tranquila. Estoy haciendo lo que puedo para salir de aquí —comenta mientras continuaba con su móvil en las manos marcando a no se quién.

No podía mantenerme tranquila, aunque quisiera. Pero sucedió lo más temido, explote en histeria.

—¡SÁQUENME DE AQUÍ! ¡AUXILIO! —gritaba dandole golpes al metal de las puertas. Lloraba tan descontrolaba que, por un segundo, olvide que estaba acompañada.

Comenzaba a sudar del desespero.

Los ojos parecían que se me querían salir al sentir que me agarraban y me giraban.

—¡Cálmese!— dijo Harrison teniendo toda mi atención. —No gaste energía que puede necesitar luego. No se cuento tiempo pasaremos aquí encerrados. Así que, por favor, le pido que se calme.

—No puedo respirar... —dije, mirándole a los ojos demasiado aterrada por la situación. —No puedo respirar. Necesito aire...

—Hagamos una cosa. Míreme a los ojos y respiremos juntos. ¿De acuerdo? —No respondí. —Vamos, intentémoslo juntos.

Era un poco imposible hacerlo cuando el pánico te invade por completo. Era como si el pánico nublara todos tus pensamientos y el miedo invade todo tu cuerpo. Solo había una sola cosa que lo podía mejorar y eso era: una extensa terapia y mi máquina de oxigeno.

Le pedía que me sacara de allí. Que intentaría tratarlo mejor, a pesar de todo lo que me había hecho, pero que me sacara de allí,

La desesperación lograba que mi cabeza diera un giro 360 grados para que me hiciera decir cosas; y fue justo lo que me sucedió.

Sentí como sus manos abrazaban mi rostro. Me hablaba, pero algo sucedió. No podía oírlo. El pánico volvió a apoderase de mi en todos los sentidos.

Sus labios se movían, pero aun intentando leerlos, no poda. Como si me hubieran borrado el cerebro en tan solo un segundo. Como un bebé que no entendía nada.

De un momento a otro, la luz del ascensor se apagó. Dejando la caja de metal a oscuras

Sentí como sus manos dejaron libres mi rostro y fue el momento de retroceder, buscando donde agarrarme. Al no encontrar la baranda, me deslice por la pared, hasta quedar en el suelo.

Quede en alerta al escucharlo hablar nuevamente. Estaba enojado por no poder a conseguir a nadie de la seguridad de su empresa.

—Temo disculparme, pero creo que nos tocara esperar. No logro conseguir a nadie que nos ayude a salir de aquí —explico.

—No me diga eso... por favor. —Lleve mis manos a mi rostro. —Me voy a morir aquí —dije entre ellas.

—Puedo entender qué tal vez le cause incomodidad quedarse encerrada aquí y conmigo, pero decir que se va a morir, es una exageración.

—No es exageración...— murmure entre mis manos, pero no lo suficiente bajo para que el no lo escuchara. —Necesito salir...

—¿Padece usted de claustrofobia?— pregunto de la nada, mientras apartaba mis manos de mi rostro. No sabia si responder o simplemente quedarme callada.

Tenía la linterna de su móvil encendida, así que un podía verlo a la cara.

Su mirada estaba fija en la mía, pero algo en ella estaba extraña. Nunca me había mirado así, como con pena. Si tan siquiera hubiera sabido de mi condición, era seguro que le daría lastima.

—No... No padezco de claustrofobia.

—Entonces... si no padece de claustrofobia , ¿por que le causa ansiedad estar encerrada? ¿Es mi presencia o padece de alguna otra cosa?

<<¿Será que le digo?>>

¿Será que por primera vez tendría empatía?

La pregunta era: ¿quién era el hombre que estaba frente a mi?

Estaba confundida.

—Olvídelo. No tiene que responder a mis preguntas. Ya no es mi empleada, así que no esta obligada a responder. Me disculpo por ello. —Lo observe levantarse y mirar nuevamente a su móvil. —Intente relajarse.

Tras varias llamadas, logro contactar a su madre. Quien se comunicaría con alguno de los empleados de la seguridad para que trabajara en el asunto. Además de eso, le comunico que la razón del por que nos habíamos quedo encerrados y sin electricidad, había sido por una avería eléctrica que había en el área.

Intentaba pensar en otra cosa que no fuera el encierro. Pensaba en cosas que me gustaba. Las que me faltaban hacer. Metas a las que quería llegar; pero nada me desviaba del desespero por salir de allí.

Paso demasiado tiempo desde al llamada, así que volví a descontrolarme. No podía tomar nuevamente el medicamento, porque no era el medicamento natural. Y no podía esperar más tiempo. Tenia que salir ya. No importaba cuántas veces Harrison me pidiese que me calmase, no lo haría. Me entendería si fuera él el que estuviese en mi posición, pero no.

—¡SÁQUENME DE AQUÍ! ¡SÁQUENME DE AQUÍ!

No se cuentas veces repetí la misma frase, y tampoco se cuentas veces me dijeron en un lapso tan corto que me calmase, pero cuando comencé a dar golpes a la puerta, y el aire comenzaba a faltarme, todo comenzó a darme vueltas. Mis oídos dejaron de oír, y todo a mi alrededor se esfumo.

Querido HarrisonWhere stories live. Discover now