†Capítulo once†

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Dentro de cada persona se esconde un monstruo.

Cuando me giré vi a Madd cogerle de la cabeza al payaso y girarla hasta el punto de romper su cuello.

Él miró al payaso en el suelo muerto y empezó a reírse, luego, le saco el dedo y le pisoteó la cabeza.

Se giró y vio el hacha que tenía antes el payaso, la agarró, fue hacia él, la levantó y la bajó con fuerza hasta separar la cabeza del cuerpo de la amenaza.

Soltó una risa malvada.

No sé qué más miedo me dió, si los payasos que nos rodeaban o esa risa de Madd.

Creo que las dos.

Se escuchó un grito de una de las chicas.

Todos nos giramos hacia donde estaba la luz.

Evolet era la que gritaba. Estaba atada en una silla con tres payasos a su alrededor y uno tenía una motosierra al lado de su cuello. Ella estaba llorando y muy quieta, paralizada.

Entonces yo di un paso hacia delante y uno de ellos negó acercando la motosierra a ella. Miré a los demás sin saber que hacer.

Si me movía, Evo moría.

Si Maddox lanzaba el hacha, Evo moría.

Si tanto Juls como Nett hacían algo "amenazante" a las cosas con pelucas rojas, Evo moría.

Pero ¿Arvel? 

Miré por todos lados, no estaba. 

Me imaginé lo peor de verdad. Pensé que estaba muerto, que lo estaban torturando, que le estaban dando de comer para luego las cosas malignas comerle al pequeño, que estaban a punto de tirarle a un tanque lleno de tiburones.

Pero no, estaba ahí.

En la esquina derecha a ellos cuatro.

Maldito niño invisible y escurridizo, pensé en ese momento.

Ese chico tenía una perfecta habilidad de invisibilidad impresionante.

En un inicio estaba atado en el suelo y en ese momento estaba detrás de cuatro personas sin ser visto.

Él hizo el amago de acercarse pero uno de ellos se giró y él se pegó a la pared logrando un camuflaje impresionante, que no le duró por mucho tiempo.

Evolet también se giró y le vio. Empezó a gritar en su dirección.

— Joder, siempre jodiendo todo —susurró Juls.

Ella se levantó y sacó un cuchillo de no sé dónde y le cortó la yugular al payaso delante suyo.

El que estaba frente a mí me cogió del cuello apretando tanto que no sé cómo no me morí de golpe.

Intenté pegarle patadas pero no podía. Intenté quitar sus manos de mi cuello ye llegó un pinchazo muy fuerte en el brazo y gemí de dolor.

Por otra parte, el señorito que mató a uno arrancándole el cuello, se cargó el que estaba delante mío cortando sus brazos.

Otro grito más de fondo.

Y lo vi. 

Vi a Arvel correr hacía el payaso y clavarle la navaja en el cuello. Pero a este no le pasó nada.

Giró su cabeza solo y miró, sonriente, a Arvel. El pequeño con miedo se fue hacia atrás y el monstruo avanzaba hasta que le acorraló.

Se arrancó la navaja y no sangraba. La alzó apuntando a su cabeza y el pelirrojo solo se cubrió con sus brazos.

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