- Ese tipo será nuestro pringado- masculló Héctor, posando sus labios sobre el borde de la lata, sin beber nada-. ¿Vas tú o voy yo?- cuestionó sin girarse a verla.

- Déjamelo a mí -se adelantó Leona, terminando el contenido de la botella de un solo trago-. ¡Joder! ¡Puto asco! -tosió haciendo una mueca de desagrado-. Odio la cerveza -le susurró esto último antes de empezar a andar en dirección al dealer, haciendo resonar sus tacones sobre el pavimento y moviendo sus caderas de un lado al otro, tal y como Héctor le había enseñado. "Leona, eres una leona, ¡rawr!". Rio ante el recuerdo, aunque de inmediato recuperó ese semblante adusto que ahora debía de caracterizarle.

Para el tipo en cuestión, ni Leona ni Héctor habían pasado desapercibidos. Con discreción, había cerrado trato con uno de sus clientes habituales y se había alejado un poco del resto, listo para recibir a su nueva clienta.

- ¿Qué pasa, socia?- preguntó como quien no quiere la cosa cuando la joven se apersonó frente a él. Sin disimulo, observó por encima de su hombro al hombre que la acompañaba, quien se había quedado contra el muro y parecía vigilar los alrededores.

- ¿Tienes fuego? -dijo llevándose un pitillo a la boca. Su acento resultaba ser una extraña combinación, producto de las largas horas que había pasado con Fede aprendiendo español y del tiempo frente al televisor viendo telenovelas. Sin esperar ningún tipo de invitación de su parte se dejó caer a su lado y mientras cruzaba ambas piernas se volteó ligeramente hacia él-. ¿Mmh? Fuego para mami -insistió en un susurro, con una sonrisa ladeada.

- "Mami"- repitió el tipo antes de soltar una risilla traviesa. Rebuscó entre los bolsillos de su sudadera y le tendió un encendedor-. Es la primera vez que te veo por aquí- comentó, mirando de reojo al tipo que, aparentemente, la acompañaba-. A los dos.

La joven no dijo nada y mientras encendía el cigarro que aún reposaba sobre sus labios, se dedicó a analizar la apariencia del sujeto y su tono empleado al hablar. Inspiró una profunda y desesperada bocanada, antes de exhalar el humo de a poco por la nariz, en mitad de un gemido de satisfacción.

- Mierda... Lo necesitaba. Gracias, bebé - dijo devolviéndole el mechero en un amague de beso al aire-. Somos nuevos. Leona - dijo acariciando las sílabas con su lengua- y el de allí es Héctor, mi primo. ¿Tú eres...?

- Me dicen Junior- le respondió a regañadientes. Ignorando el gesto coqueto de la morena, continuó con su interrogatorio-. ¿Son nuevos en la ciudad o en el barrio?

- Nuevos, nuevos. Desde Texas y México a Los Santos, mi rey. Joder-masculló entre dientes, echando la cabeza hacia atrás y espiándole de reojo-, menudo cambiazo, ¿eh? Ahora vivimos del otro lado de Strawberry.

- Bueno... Eso explica por qué nunca los vi por aquí antes- razonó el chico-. Oye, no quiero problemas con tu primo, tía. Dile que se acerque o se raje, que no me gusta que se me queden mirando así- pidió. El tal Héctor no le había sacado los ojos de encima desde que Leona se hubo sentado a su lado.

- ¡Héctor! ¡Ven aquí, que estás asustando al chamaco! -gritó Leona entre risas en un más que aceptable español, haciéndole un gesto a su primo para que se aproximara a ellos-. Es un buen tío -explicó brevemente-. Aunque quedó medio chalado después de salir de prisión.

A regañadientes, el tipo tomó el pack de cervezas y se acercó hacia donde estaban los otros dos. Antes de sentarse en el suelo, le dio un apretón de manos a Junior tan fuerte que el muchachito tuvo que contener un quejido.

- ¿Qué pasa, socio? ¿Te trata bien mi prima o qué?- bromeó, tomando asiento a los pies de la chica.

- Tranqui, hermano. Por ahora no me mostró las garras- ambos rieron de forma cómplice-. Me dijo que son nuevos en el barrio. ¿Ya se hicieron amigos de alguien aquí o qué?

Cazador de SantosWhere stories live. Discover now