Cantar villancicos (Vampire and Werewolf AU: Parte 2)

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Astrid Hofferson no tenía muchos contactos en la agenda de su teléfono.

Es más, llamar solo le llamaba uno y siempre era Hipo. Mientras que su amiga Brusca la abordaba con eternos mensajes de audio por Whatsapp, Hipo nunca había contado con la paciencia de escribir un sms, por lo siempre había preferido llamarla. Por esa razón, cuando recibió la llamada de un número desconocido, Astrid no lo cogió, convencida de que debía tratarse de una compañía de teléfonos que quería venderle algo. Sin embargo, cuando volvieron a llamarla por tercera vez en un margen de cinco minutos, supuso que esa llamada no debía ser casual. La voz de Estoico Haddock sonó como la erupción de un volcán contra su oído:

—¡¿Dónde está?!

Astrid se quedó en blanco al reconocer la voz del padre de su prometido y tuvo que esforzarse en ignorar el nudo que se había formado en su estómago. Estoico Haddock era la única persona viva que la ponía nerviosa, por lo que aparentar tranquilidad y no ponerse a balbucear como una idiota le fue sumamente difícil.

—¿Perdón? —preguntó estúpidamente.

—Hipo. Está ahí, ¿no? —espetó Estoico furioso—. ¡Dile que se ponga ahora mismo!

Astrid frunció el ceño y dio un barrido rápido a su alrededor. Llevaba un mes instalada en su casa de Eaton Square Gardens en Londres, donde estaba a la espera de que Hipo se le uniera en Nochebuena para pasar las Navidades juntos. Aún quedaban dos días para que Hipo cogiera su vuelo desde Edimburgo y había hablado el día anterior para comentarle la hora de llegada y así ella pudiera ir a recogerle al aeropuerto, por lo que no tenía ningún sentido que Hipo estuviera allí sin haberlo sabido ella antes. Para esas cosas Hipo siempre la avisaba, sobre todo si había sufrido una crisis con su padre.

—Estoico, Hipo no está aquí —advirtió Astrid extrañada.

—Mientes.

—¿Por qué iba hacerlo? —cuestionó ella molesta levantándose de su sillón a una velocidad vertiginosa para coger el teléfono fijo y marcar el móvil de Hipo. La llamada se cortó al instante y fue entonces cuando Astrid se alarmó. Hipo nunca apagaba el móvil, ni siquiera cuando se transformaba—. ¿Qué ha pasado? Su teléfono está apagado, ¿acaso habéis...?

Estoico no la dejó terminar porque en ese instante cortó la llamada. Astrid soltó una palabrota tan vulgar y tan en alto que seguramente la habría escuchado todo el vecindario. Con las manos temblorosas marcó el teléfono de Hipo, ésta vez desde su móvil, pero la llamada volvió a cortarse antes de que sonara el primer tono.

Le había pasado algo.

Si el mismo Estoico la había llamado seguramente había sido porque ya había agotado todas sus opciones anteriores.

Astrid hizo una rellamada al teléfono de Estoico, pero éste la colgó al segundo tono. Irritada, Astrid llamó a Brusca.

—Espero que tengas una buena razón para llamarme, estoy en mitad de un trío —le advirtió su amiga claramente enfadada.

—Hipo ha desaparecido. Necesito que me organices un viaje a Edimburgo en menos de una hora —le pidió ella mientras corría escaleras arriba para preparar una bolsa para el viaje.

—¿El lobito se ha perdido? —cuestionó Brusca en tono burlón.

—¡Brusca!

—Vale, vale, te llamo en cinco minutos.

—Espera —se apresuró a decir antes de que la colgara—. Ando corta de suministros.

—¡Joder Astrid! ¡Qué puta costumbre tienes de descuidar tus bolsas de sangre! ¿Cero positivo?

Tiempos de NavidadWhere stories live. Discover now