Trigésimo Cuadro

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Cualquier persona que no conociera a Yatora diría que es una broma, que ha enloquecido y su cabeza fue llena de ese color azul que tanto te gustaba

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Cualquier persona que no conociera a Yatora diría que es una broma, que ha enloquecido y su cabeza fue llena de ese color azul que tanto te gustaba.
Su mirada estaba dija en ti, centrada en transmitir por esos serios iris ámbar la devoción por este proyecto que causaba ansiedad en él...bueno, ¿Qué trabajo no nos causa un nivel de nerviosismo?

—Yo...

—¿Aceptas?

Estaban en su propio mundo de pinturas texturizadas y enfocadas en el celeste cielo con nubes dispersas. Porque cada que ese hombre se detenía a observar el cielo después de un día pesado pensaba en la mujer que le escribía cada noche, quién le preguntaba si había cenado o si había llegado bien a casa.

¿Cómo pudo vivir tanto tiempo sin ti? Se pregunta.

Lo mismo pensabas tú. A pesar de ser esa belleza inalcanzable para el humilde artista, nunca fuiste la más popular en la escuela, mucho menos la chica que tuvo un novio al cual amar. ¡Nunca tuviste un novio antes de tú bebé tigre!

—No puedo decirte que no cuando haces esa mirada de cachorro-te cruzas de abrazos haciendo un puchero.

Yaguchi traga grueso perdiendo un poco de esa seriedad de la cual su lenguaje corporal alardeaba, agradeció no tener el vaso en la mano para así no derramarlo al derretirse.
Te traería la luna si se lo pidieras...bueno, la pintaría.

—¿Eso es un sí? —miró a Yotasuke como si buscara una confirmación externa por la incredulidad, además de tus propias palabras. Para ese entonces Yota ya estaba terminado su aperitivo—¿Verdad?

—Lo fue—contestan tú y el pelinegro al unísono.

El de cabellos blanquecinos casi sufre taquicardia. Ahora la pregunta vital para que su proyecto "Musa" andara sobre ruedas, en este caso sobre pinceles, era: ¿Por dónde comenzar?

De pronto, una gota de pintura rosada cayó empapando el suelo mental del artista, como si fuera colocando suaves golpecillos causando una textura acumulativa y realzada, unos encima de otros ensuciando todo el lugar como si se tratara de petalos caídos.

—Esa mirada sexy me dice que estás pensando en algo bueno-terminaste de espolvorear la canela sobre su arroz con leche.

Sekai casi se ahoga al escucharte.

—Iremos al parque Yoyogi.

Así fue como el guía turístico que te prometió desde el primer flechazo que tuvo con la preciosa latina se convirtió en realidad.
Jueves por la mañana, bajaste del transporte sujetando tu sombrero playero muy rústico que tenía por adorno un listón azul. Yatora entrelazó su mano con la tuya, que afortunado se sentía en esta cita (una cita de trabajo), él era un marco mientras qué tu el cuadro.

Haría lo que estuviese en su poder para mostrar cada una de tus virtudes. Relucir de entre todos los diamantes, como la Musa de entre las ninfas.

—¿Puedes sentarte de esta manera?

Musa [Yatora Yaguchi-Blue Period]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora