Quinto cuadro

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—Déjame ver si entendí—recapitulaste sujetando con dificultad un naruto del tibio ramen en la barra de madera acaramelada—,quieres que simplemente pasemos tiempo juntos como si fuéramos amigos

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—Déjame ver si entendí—recapitulaste sujetando con dificultad un naruto del tibio ramen en la barra de madera acaramelada—,quieres que simplemente pasemos tiempo juntos como si fuéramos amigos...¿Nada más?

Asintió.
De por sí, nunca supo explicar correctamente que es lo que quería, pero estaba seguro de que quería seguir viéndote.

—Al principio creí que que estabas inventando todo esto del arte y la musa para poder ligar conmigo—así eras tu, honesta hasta la médula—, pero veo me equivoqué. Y de cierta forma eso me hace sentir algo decepcionada.

¿Y como no?
La mayoría de japoneses que conocías eran adultos o niños curiosos que llegaban al restaurante de tu madre por sus especializadades latinas, además los jóvenes nunca tenían el valor de invitarte, la escuela es un solitario horror.

Ante tu respuesta, Yatora sintió que su butaca era tragada por arena movediza.

¡Desaparecería en pintura acrílica!

La oportunidad de su vida le fue arrebatada de las manos, su corazón latió demasiado rápido sonando en sus oídos, imaginarte siendo su novia.
Hizo corto circuito.

—Quieres decir que yo...—no solo le faltaba confianza en su arte, sino también en sí mismo—¿Quieres decir que yo te intereso?

—Sí, eso fue lo que dije. Eres lindo Yatora-kun—podía morir feliz por escucharte pronunciar su nombre con ese acento—...¿Lo dije bien? Los honoríficos me confunden.

—Lo dijiste perfecto.

La suave música de la radio en el local de ramen acompañaba los trazos apresurados del lapiz afilado en la hoja del sketch, el albino usaba la mayor parte de la concentración en los detalles de su boceto rápido, a pesar de que detenía toda acción para escuchar cada frase que salían de tus labios algo gruesos hubo un momento en el que Yatora se perdió en su arte.

Te pareció fascinante.

Realmente nunca sentiste pasión por algo, un amor tan profundo como el que el de ojos ambarinos estaba sintiendo y tu envidiabas un poco, quisieras amar tanto algo. Como la costura, la alfarería, ciclismo...lo único que tenías era la cocina.

—Te ves sexy cuando estás concentrado.

La mina del grafito se quebró por su mano rígida, su rostro se alzó de golpe. Tu rostro adorable recostado sobre tu mano casi lo mata, tus labios brillosos pronunciaron palabras brutales.

—G-gracias—pasó las manos por su cabello, avergonzado.

¡Demonios! ¡¿Porque a ti?!
Te propinaste una bofetada mental, tus dedos jugaron entre sí evitando su mirada analítica, eran más interesante el como Kiteki—dueño del restaurante— cocinaba y preparaba ramen.

—¿E-entendiste lo que dije?—¡Nunca subestimes el conocimientos en idiomas de otras personas!

—Ehh sí. Verás...mi inglés no será muy bueno, pero esa palabra la entiendo. Significa lo mismo el tu idioma, ¿Verdad?—pausó—Espero que sí o mi corazón quedará como un tonto por ilusionarse.

Quizás Yaguchi había encontrado un segundo sueño, otra meta más que entrar a Geida; convertirse en un novio digno de una musa gloriosa.

Que la chica extrajera le deje ser su pareja.

—Yo soy la quedó como una tonta—admitiste rendida—, tienes razón.

Eso fue un power up a su confianza.

—Terminé.

—¿Puedo ver?

Extendió su boceto a tus manos. Mentirías si dejaras que no sentías curiosidad en base a los miles de trazos que pudiste percibir, también los miles de borrones. Parecía ser que no se tendría hasta encontrar el concepto perfecto, lleno de laurel y tela blanca, el dibujo era un boceto de ti esta mañana.

—Me sigues sorprendiendo, eres muy bueno.

Esperaba que lo suficiente para entrar a Geida.

—Hay otro más—cambió de hoja mostrándote el boceto del tazón del ramen en medio del invierno—. Me ayudas mucho para inspirarme...

Ni el entendía cono funcionaba eso.

—¿Y qué recibo yo a cambio?

—¿A-a cambio? Tú quieres algo...

—Si te daré mi precioso tiempo, necesito algo que lo valga— sonó extremadamente cruel, más eran las palabras justas la tú idea—. Mira, esto es lo que vamos a hacer. Yo seré la musa del pintor guapo y tú...mi guía turístico.

—¡¿Guía turístico?!—de paso le habías alagado.

—Como sabes, soy recién llegada a este país. Y los japoneses tradicionales no son muy buenos comunicándose con extranjeros, no tengo muchos amigos, por lo que tampoco conozco el lugar—Yatora estaba comenzando a pensar que no es una mala idea, aunque le pegara la timidez—. Así que cuando te inspires de la musa, estaremos juntos en un lugar que yo no haya visto antes. Pienso que necesitas sentir para poder crear.

Oh, esa frase le hizo un golpe en el corazón. ¿Cómo podías cada vez ser más encantadora?

Yaguchi lo pensó bastante rato a decir verdad, tenía el pesar de que siempre pasaba la mayor parte del tiempo pintando de su talles y solo su taller (habitación), no era como si ir a las clases fuera cambiar de arte.
Tal vez el encierro no era lo mejor, quizás eso es lo que lo estaba estancando.

—Además, puedes llamarlas citas oficiales si quieres.

Dioses del arte, este chico podría tener pareja.

—A-acepto. Si, trato hecho.

Cogiste uno de sus mechones sueltos y lo colocaste detrás de la oreja, el rubio casi blanco fue testigo de tu acercamiento en cámara lenta, sufrió un escalofrío que recorrió cada vertebra en cuantos sus labios dejaron la marca del labial sobre su pálida mejilla.

Ibas a matarlo si continuabas así.

—¿Comenzamos ya?

—¿Comenzamos ya?

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Musa [Yatora Yaguchi-Blue Period]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora